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El Telégrafo
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Las mujeres son mayoría en los conservatorios

Las mujeres son pocas entre los 80 músicos de la OSG. Se concentran en los violines, pero también están en instrumentos como el chelo o la percusión.
Las mujeres son pocas entre los 80 músicos de la OSG. Se concentran en los violines, pero también están en instrumentos como el chelo o la percusión.
Foto: Karly Torres / EL TELÉGRAFO
08 de marzo de 2018 - 00:00 - Redacción Cultura

Yemina Maldonado es una de las dos percusionistas de la Orquesta Sinfónica de Guayaquil (OSG). Desde su experiencia en la música académica sabe que el hecho de que una orquesta en el país tenga una percusionista es increíble, pero que tenga dos es aún más extraño.

Maldonado llegó a la percusión por intuición, porque en la banda del colegio de mujeres en el cual estudió quiso llenar un espacio vacío. Cuando llegó a los ensayos de la banda en una misa se sentó en la batería, un instrumento que pocas mujeres tocan.

Cuando lo hacen, como Cindy Blackman, la baterista que tocaba con Lenny Kravitz y una de las más reconocidas en el campo del jazz, tienen que dar explicaciones sobre cómo llegaron a hacerlo.

A principios del siglo pasado, en los colegios religiosos de clase alta de la ciudad, las mujeres aprendían a tocar el piano. Ellas lo que más tocan son instrumentos de cuerda. En la Sinfónica las mujeres están notoriamente en las filas de violines.

De acuerdo a Fernando Gil, quien dirige el Instituto de Música de la Universidad de Guayaquil, cuando se inician en la formación musical no hay roles que se diferencien entre las niñas y los niños.

La mayoría escoge el violín y el piano porque es lo que más se conoce.

“Cuando les presentas otros instrumentos te escogen flauta; muchas eligen violonchelo y ninguna contrabajo”.

De acuerdo a varios estudios ha existido un estereotipo masculino al momento de tocar instrumentos de viento y de percusión.

Natalia Balladares interpreta el oboe y el corno inglés. Es parte de la OSG desde 2003 y es la única mujer en su fila. “Hay pocos oboístas, hombres y mujeres. A eso se suma que por mucho tiempo las mujeres no han tocado instrumentos de viento porque las sociedades, en general, no querían que las mujeres se pongan instrumentos en la boca”.

Balladares llegó al oboe por su hermano, quien también trabaja con instrumentos de viento. Su profesora la impulsó y ella se enganchó con él en un recital.

Fabiola López, Cristina Noriega y Elizabeth Villavicencio son parte de las filas de violinistas de la Sinfónica. Todas han escuchado comentarios como “esta parte hay que tocarla como macho”. Para Noriega, una quiteña que hace un mes radica en el trópico por la música, es cuestión de actitud. Para Villavicencio “no se trata de ser hombre o mujer, tienes que sobresalir como una persona independiente. En la música académica no hay discriminación porque todos trabajamos como una fila en grupo”.

Para Fernando Gil, las posibilidades que tienen en la música los hombres y las mujeres cuando están en formación no son diferentes, sino iguales. Lo que sí cambia es en la cúspide de los estudios, cuando deben ejercer como músicos o decidir otro camino. Aquello explicaría que en todas las orquestas del país haya más hombres que mujeres, y que ocupen los cargos principales, a pesar de que en la formación ocurre lo contrario.

“La sociedad está construida de una manera machista. Las mujeres son más para ir al conservatorio, los hombres se dedican al fútbol, a los videojuegos, pero al terminar, las mujeres se casan, tienen hijos. Las pocas que entran se quedan, por eso creo que hay más hombres que mujeres”, agrega Gil. (I)

La música tiene una fuerte voz femenina
Las mujeres son mayoría en todos los conservatorios del país. En el Antonio Neumane, en Guayaquil, la situación es casi pareja, se forman 346 varones y 375 mujeres, según los registros del Ministerio de Educación. En las carreras de música de la Universidad San Francisco, Espíritu Santo y en la Universidad de las Artes la historia se repite. La mayoría se especializa en canto y, en gran parte de las bandas locales, hay mujeres solistas. Como ejemplo están Natalia Madrigal, en los Swing Original Monks, o Alejandra Cervantes en Los Corrientes, quien tras debutar en los micrófonos redimensionó el sentido de la banda. En el Antonio Neumane, sin embargo, hay más docentes hombres que mujeres. Son 19 vs. 33. En el Instituto de Música de la Universidad de Guayaquil la situación es similar, según su director Fernando Gil.

De las cuatro orquestas sinfónicas que existen en el país, la única que está dirigida por una mujer es la de Loja. Andrea Vela, su directora ha dirigido también las sinfónicas de Quito, Cuenca, Loja, Guayaquil, Tel-Aviv, El Salvador, Haifa, Debrecen, Bulgaria, Universidad Católica de Chile, Cuba, Kielce, Qingdao, Piura y Arequipa. Orquesta de Cuerdas de Arkhangelsk, Rusia. Orquesta de la Radio y Televisión de Bielorrusia, Orquesta de Bellas Artes en México y la Orquesta Filarmónica de Guayaquil. (I)  

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