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Las ilusiones de Los ilusos

Las ilusiones de Los ilusos
19 de noviembre de 2013 - 00:00

El domingo se exhibió el segundo filme del escritor y cineasta español Jonás Trueba (hijo de Fernando Trueba). La actriz Mikele Urroz, parte del elenco, estuvo como invitada contando, tras la proyección, la forma casi artesanal en que se rodó la película: “Todos estábamos de todo”.

Rodada con una cámara de 16 mm, Los ilusos ha sido producida como quien no quiere la cosa. Saltándose varios pasos de la producción, el filme parece nacido de experimentar cómo sería una cinta “lanzada al tapete, como primitiva”, dice Urroz, sobre un filme en que las tomas de las calles se grabaron sin sacar permisos.

La propuesta, trabajada con actores de teatro, fue la de “vernos a nosotros mismos”, dice Urroz, y cuenta que los lugares que se ven son “nuestras casas, nuestros bares, nuestras calles”.

Pero la noción de lo artesanal va más allá: sin contar con una productora o una distribuidora, Trueba lleva el rollo en la mano de festival en festival para proyectar la historia de un cineasta, León (Francesco Carril), mientras no hace cine, en una película que es también una mirada antropológica sobre la tribu urbana de la gente del cine y el teatro en Madrid.

El relato muestra cuánto una película habla de sus realizadores. A lo largo del filme, León liga con tres mujeres. Una es Sofía (Urroz), su ex novia, que llega y le pregunta de qué va su próxima producción, y él le habla de la historia de una pareja en crisis que lo va a intentar de nuevo.

Las escenas pasan y se ve a León en una cita con una periodista, que tras salir de una película, pregunta lo mismo: cuál es la próxima cinta. León contesta que empieza con una charla entre dos personas que salen del cine.

Rodado todo en blanco y negro, el filme se divide en capítulos que son reflexiones sobre la cinematografía -incluyendo un homenaje al cine mudo con diálogos en carteles en una sala de proyección muy antigua-.

Con referencias de sobra, Los ilusos es acaso el relato nostálgico de quien se preocupa por la frenética exigencia de producir rápido un filme y venderlo, frente a la intimidad con la obra. Sin cobrar nada, con todos haciendo el trabajo, se generó -dice Urroz- un vínculo con la película que no habría tenido una empresa distribuidora.

Al fin y al cabo, Bruno (Vito Sanz), reivindica lo maravilloso que sería todo si hacer cine no fuera visto como un proceso casi mecánico.

Si bien Trueba disfruta de poder ver y ver en casa películas online, le asusta que Internet acabe con las pláticas a la salida del cine. El director publicó hace poco Las ilusiones, libro que se complementa con la película.

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