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“Las fronteras políticas siguen siendo estatales”

“Las fronteras políticas siguen siendo estatales”
25 de diciembre de 2013 - 00:00

La discusión sobre el tema de Estado-nación, lejos de perder vigencia, sigue siendo un tema actual, al que se puede mirar desde las aristas de lo contemporáneo.

El papel estatal, así como el rol del ciudadano, las aspiraciones de igualdad consagradas por la ley y la idea de patria que se comparten en las distintas comunidades nacionales, han sufrido cambios, pero quizá no han visto alteraciones en la esencia de sus significados.

El español Tomás Pérez Vejo, académico en diversas universidades europeas y americanas, reflexiona sobre el tema, proporcionándonos puntos de vista que invitan a pensar alrededor de la contemporaneidad.

¿En la actualidad el tema del Estado-nación sigue siendo una discusión pendiente o es una construcción conceptual que arrastramos desde el siglo XIX?
Habría que distinguir dos aspectos distintos. Desde el punto de vista académico el debate sobre el Estado-nación, su origen y sus características ha conocido un nuevo auge en las últimas décadas; desde el de las percepciones colectivas sigue jugando el mismo papel que tuvo en el siglo XIX como forma hegemónica de comprensión y organización del mundo.

Lo nacional, como categoría y significación, desde el siglo decimonónico justificó la unidad de una comunidad edificada sobre determinados elementos compartidos. ¿Qué tan presente está esa categoría en los discursos políticos de la actualidad?
Varía de unos países a otros pero sigue siendo en gran parte el elemento último de movilización política.

¿Territorio, población y gobierno, elementos característicos del Estado-nación, están relativizados? ¿Cómo afecta eso a la idea de nación? ¿La pone en riesgo?
No estoy seguro de que estos tres elementos estén relativizados, tampoco de que la idea de nación esté en riesgo, en todo caso en estos momentos sigue siendo la única forma de legitimación del ejercicio del poder y el fundamento último de nuestra forma de ver e interpretar el mundo político.

Las fronteras políticas siguen siendo básicamente estatales. Y, el poder político sigue siendo básicamente estatal


¿Qué papel juega la administración pública en nuestros Estados en la actualidad? ¿Su rol se ha deformado más por discursos marcados por el control y la vigilancia?
No, sigue jugando el mismo papel de siempre aunque con medios distintos.

Las nuevas tecnologías desarrolladas a partir del internet proponen al mundo otras formas de territorio de experiencia e interrelación. Frente a esto: ¿Lo nacional continúa representando un condensador de identidad?
Las formas de identidad colectiva son siempre múltiples y pueden ser contradictorias, pero la identidad nacional sigue manteniendo su voluntad hegemónica. El motivo fundamental es que a diferencia de otras formas de identidad, cuyas relaciones con el ejercicio del poder político son débiles o inexistentes la identidad nacional es el fundamento único de la legitimidad del ejercicio del poder en las sociedades contemporáneas. En estas, a diferencia de las tradicionales en las que se ejercía por la gracia de Dios, se ejerce en nombre de la nación.

A nivel global se han tejido organizaciones que van más allá de los Estados como las empresas transnacionales. ¿Esas redes ponen en crisis la idea de los Estados-Nación?
No. Puede ponerse en cuestión en momentos concretos la praxis de la idea de los Estados-Nación pero no la idea. La idea de la soberanía nacional es cuestionada cuando la comunidad internacional se pregunta sobre la posibilidad de intervenir en un Estado soberano en defensa de los derechos humanos de su población, pero nadie se plantea la posibilidad de hacerlos en defensa de los intereses de una empresa transnacional. Otra cosa es que se haga, pero eso no forma parte ya del mundo de las ideas y de lo que es legítimo o no.


¿Cómo entender ahora el concepto de ciudadanía?

Habría dos formas, una tiene que ver con la capacidad para participar en la vida política, democracia, y otra con la del ejercicio de derechos considerados inalienables y que varían de unas sociedades a otras y de unos momentos históricos a otros. Tradicionalmente se ha prestado más atención a la primera que a la segunda. No estoy nada seguro de que sea la mejor opción. Sin la salvaguarda y respeto de los derechos individuales no hay ciudadanos al margen de cuál sea el sistema político. 

La libertad e igualdad, elementos asociados desde la Revolución Francesa a la definición de ciudadanía, ¿se han visto disminuidos por el proceso global?
En el ideario de la Revolución Francesa la igualdad se entiende únicamente desde un punto de vista jurídico, igualdad ante la ley, y no veo cómo esta idea pueda verse afectada por los procesos de globalización.

La sociedad, sin embargo, en lo cotidiano, parece inalterada. ¿Hay una especie de conformidad colectiva a esos cambios en discurso y acción?
No creo que sea un asunto de conformidad colectiva, la nación y el nacionalismo siguen siendo doscientos años después una especie de religión civil que ha desplazado a otras formas de religión como fundamento del mito, la estética y la moralidad, las tres funciones de la religión según Hegel. Vivimos en sociedades cuyo fundamento último es la idea de que la humanidad está naturalmente dividida en naciones, idea que goza de un amplio consenso social y que impregna todas y cada una de nuestras formas de ver e interpretar el mundo.

¿Qué sentido tiene la Patria en la actualidad?
La misma que ha jugado en los dos últimos siglos, por el momento seguimos viviendo en sociedades nacionales y no postnacionales como algunos auguran. No es un juicio, solo una constatación. Aunque cabría recuperar su sentido, desligado de delirios identitarios, de espacio político en el que se garanticen los derechos de un razonable reparto de bienes y recursos entre sus ciudadanos.

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