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Las Cecilias de mi facultad

Las Cecilias de mi facultad
29 de enero de 2018 - 00:00

Por Arturo Cervantes, periodista    

Ella quizá no lo recuerde. Yo apenas había iniciado una carrera universitaria y ya deseaba abandonarla. Tardé una semana en asquearme: algo relacionado a la gerencia de empresas. Desorientado y confundiendo vocaciones, abrí el periódico y me tropecé con una noticia. Un club de lectura, en el Teatro Centro de Arte, en Guayaquil. Ella, la eterna maestra, lo dirigía. Fui.

Llegué: ahí estaba ella, imponente.

Cecilia Ansaldo agarraba palabras y hacía cosas hermosas con ellas: las estacionaba en oraciones que sonaban como música sinfónica, creaba ideas profundas, perdurables, resuenan en mi cabeza hasta ahora. La literatura como una ingeniería: construía castillos sublimes empastados con párrafos.

Ella quizás no lo recuerde. Ni bien culminó la primera sesión de ese club, extasiado como me hallaba, y siguiendo su consejo delirante, me inscribí en la carrera de Literatura de la Universidad Católica de Santiago de Guayaquil. Prefiero la imprudencia a la precaución. Me precipito a las decisiones, luego veo cómo resucito. Aunque, esta vez, fue la literatura, fue Cecilia Ansaldo, quienes me resucitaron a mí.

Desde entonces, fue más mía que nunca: Cecilia Ansaldo fue mi maestra en varias materias de la universidad. ¿Es necesario graficar el privilegio que eso representa? Una de sus asignaturas consistió en desmenuzar, durante medio año, las casi 1.200 páginas de un libro –’Don Quijote de la Mancha’- con minuciosa y cariñosa profundidad.

Más honores me obsequió la facultad. También tuve como maestra a una segunda Cecilia, esta vez de apellido Vera. Sus reflexiones, siempre actualizadas, exigían de nosotros, sus alumnos, cavilaciones que las equiparen en estatura. Maravillados, nos arrojábamos a la tarea de pensar. Cecilia Vera utilizaba las letras como un vehículo para llegar a rincones lejanos: fluía en ellas y durante el viaje, que era lo que tardaba cualquiera de sus clases, nos desbordaba el alma.

Lo diré con el corazón arrugado: las Cecilias acaban de jubilarse como docentes. El 23 de enero de 2018, la Facultad de Filosofía, Letras y Ciencias de la Comunicación de la Universidad Católica de Santiago de Guayaquil –con Carolina Andrade como decana y Marcelo Báez a cargo de un lúcido discurso- las homenajeó públicamente: las nombró maestras honorarias.

Hoy que han pasado ocho años ya, de aquella recomendación vocacional que imprimió mi suerte, debes saber, Cecilia Ansaldo, que aquel regalo que me hiciste me cambió la vida entera. (O)  

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