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La vie d’Adèle: el amor supera la opción sexual

La vie d’Adèle: el amor supera la opción sexual
27 de enero de 2014 - 00:00

Pocas películas se concentran en el rostro como lo hace La vie dAdèle, dirigida, escrita y producida por Abdellatif Kechiche y protagonizada por Adèle Exarchopoulos y Léa Seydoux. Casi todas  las expresiones que la cara puede mostrar las deja ver  la  protagonista:  anhelo, satisfacción, vergüenza, atracción, hambre, ira, pena, aburrimiento, sospecha. El filme torna en un ejemplo de elocuencia cinematográfica cuando en la calle, justo antes de que Adèle vea a Emma (Seydoux), se escucha el primer sonido de música. Aquella simbiosis video-sonido vuelve poética a la narración visual.

Aborda el amor joven y es  honesta con la audiencia. Muestra cómo es prendarse de alguien sin sentimentalismo, lindura forzada o manipulación emocional barata. Que en La vie dAdèle dos mujeres se enamoren perdidamente la una de la otra es  secundario a la forma en que el filme atrapa la universalidad de cómo es enamorarse y mantener la relación.

Es un audiovisual naturalista y conmovedor, sea que uno sea gay, heterosexual, bisexual, o de alguna otra orientación sexual. Se pueden adquirir consejos sobre relaciones y guía de vida sin importar la sexualidad del espectador. Los encontronazos y escollos en el camino de las dos amantes son  retratados con un detalle que deja  sin aliento.

Con maestría el director captura el tumulto y dificultades que   suceden a lo largo de la relación entre Emma y Adèle. El largometraje de la película no afecta porque uno está tan inmerso en sus personajes. La aceptación de su sexualidad por Adèle es perfectamente mostrada. Está confundida y no sabe qué es lo que quiere, típico problema de la adolescencia. El final es sobre Adèle y sus luchas para encontrar a su verdadero ser.

Las escenas íntimas entre ella y Emma no son nada menos que milagrosas en su profundidad y en su honestidad. La actuación es tan real, tan conmovedora: las actrices dieron todo lo que tenían sin importar cuán doloroso  y difícil fuera el proceso de producción de la película.

Kechiche  trabaja hasta lograr la perfección, y solo se consigue la perfección cuando uno se siente cómodo con lo que ha rodado. Por ello, algunas de las tomas de La vie dAdèle  se captaron al menos 100 veces.

En una escena en particular, Adèle deambula en un club de lesbianas todavía impresionada por la imagen de la mujer de cabello azul que había visto unos días antes. El club es pequeño y está repleto, y sin orientarse del todo  llega a la parte trasera que simula un oscuro abismo. Tiene la mirada de alguien que ha estado desesperadamente buscando algo  y decide rendirse. Luego, detrás de Adèle, la cabeza de Emma aparece de algún lado entre las sombras, como un acechante orbe de azul oscuro.

No se puede ver a Emma  de dónde viene, su cara o su cuerpo, solo un color. Cuando ella se sienta acompañada de Adèle, junto al bar, su primer intercambio es instantáneamente dinámico y absorbente que, comparado con la conversación que la quinceañera Adèle mantiene con sus compañeras de colegio, al inicio del filme, demuestra madurez.

Para apreciar la sutileza de la escena hay que recordar los inicios del filme, cuando la profesora de Adèle pregunta a la clase si el amor a primera vista se siente como si se ganara o se perdiera algo. Posiblemente, el director intenta responder exactamente la misma pregunta.

La cinta hace un gran trabajo al mantener   cada escena como envolvente a través de un diálogo y emociones que cautivan. Se podrían comparar muchas de las escenas de La vie dAdèle con escenas construidas por Quentin Tarantino,  que cobran vida propia. Inteligencia e incomodidad han sido dispersadas de una manera en que la trama y el argumento parecen reales y finalmente humanos.

Uno se siente maravillosamente decepcionado de que ciertas escenas terminen. Las actrices no se guardan nada  en cuanto a su lenguaje corporal,  añaden mucho a la importancia momento a momento del desarrollo de sus personajes.  Las escenas de sexo indudablemente incomodarán a algunos, tal autenticidad raramente se ve en pantalla. Pero, para no mirarlo desde una moral pacata, estas escenas no son ni gratuitas ni pornográficas.

No hay nada más ingenuo que la vieja mentira que se ha repetido a lo largo de la historia del cine de que la mujer es un ser sexual pasivo; las mujeres en este filme estrenado en 2013 son todo, menos pasivas.

Aún así las comunidades de lesbianas de Europa han criticado fuertemente las escenas sexuales planteadas por Kechiche diciendo que al principio pensaron que eran sexys, pero entonces se pusieron ridículas cuando empezaron a cambiar de postura cada diez segundos, además de que la película  les ha parecido muy aburrida, en general. 

Tras llevarse la Palma de Oro en Cannes 2013, La vie dAdèle  ha levantado una cierta polémica, no por sus escenas de sexo, sino porque su forma de presentar el amor entre mujeres ha sido cuestionada.

La primera voz crítica fue la de Julie Maroh, creadora de la novela gráfica Le bleu est une couleur chaude en la que se basa el guión, quien sentenció que “faltaban lesbianas en el plató” y dejó claro que el punto de vista del director Abdellatif Kechiche tenía poco que ver con el suyo.

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