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El Telégrafo
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“La única forma de convivir es respetándonos”

“La única forma de convivir es respetándonos”
16 de noviembre de 2013 - 00:00

¿Quién es? Nombre completo: Silvio Rodríguez. Profesión: Cantautor. Nacionalidad: Cubana. Trayectoria: Su música representa el origen de la nueva trova cubana. Foto: Cortesía

Silvio Rodríguez, el músico cubano que compuso la banda sonora de una época en América Latina, tiene un lugar propio entre los grandes hitos de la cultura contemporánea. En el ambiente político cubano de los sesenta, cuando él era un joven aprendiz de trovador, tenía fama de crítico. Hoy es un hombre maduro que no gusta ya de ofrecer grandes titulares a la prensa.

En el lapso de estas décadas ha compartido la canción de la trova con un género más polémico: la intervención política. Rodríguez hace tiempo sabe qué lugar ocupa y dónde quiere estar. Llega tranquilo a los escenarios, esparce un mazo de canciones insólitas, escucha a las personas que le piden temas que él ya no recuerda y se despide como si los aplausos le produjeran agobio.

Quizás sea porque Silvio Rodríguez es un hombre tímido, que alguna vez pensó que podía vivir a solas con su guitarra. Sin embargo, a estas alturas no parece tener predilección por la vida bucólica, profiere todavía algún exabrupto y no sabemos si se animará a contar aún sus historias no autorizadas. Por lo pronto, aquí asegura que le interesa sobre todo la posibilidad de ser sincero a la hora de hablar sobre política en Cuba.

Después del cierre del programa televisivo ‘Mientras tanto’, en el momento en que se forjaba cierto ‘mito negativo’ sobre usted, Alfredo Guevara lo llamó al ICAIC. A partir de allí surgió la experiencia del Grupo de Experimentación Sonora. Imagino que el proyecto exigía coincidencias en valores, pero no unanimidad de criterios políticos para formar parte de esa experiencia. Si es así, ese suceso muestra una búsqueda política de importancia: le decía a los censores que se podía y se debía convivir entre diferencias. El resultado de aquel proyecto ha devenido fundamental para la cultura cubana contemporánea. ¿Cuánto ha cambiado la Cuba de entonces? Pensando en hoy, ¿cuáles  son las mejores maneras en que podemos convivir?

Antes de que Alfredo me llame al ICAIC, debo decir que, Haydée (Santamaría) nos abrió las puertas de Casa de las Américas. Por entonces yo estaba tomando conciencia de cómo era ‘la calle’, ya que desde los 17 hasta los 20 me los pasé en unidades militares. Mis criterios políticos eran revolucionarios, radicales, guevaristas, tercermundistas. Pero la realidad de la vida civil me puso los pies en la tierra con cierta brusquedad, aunque también con su fascinación. Un día eras un recluta del SMO (Servicio Militar Obligatorio) y al siguiente estabas cantando ante las cámaras. Unos meses después te podían botar por decir algo que, aunque a ti te pareciera correcto, a otro se le antojaba indebido. Alrededor constantemente había congresos y eventos de cultura, salones de mayo, lo último del cine europeo, premios literarios a los que venían grandes escritores. Simultáneamente se lanzaba una “ofensiva revolucionaria”… El Grupo de Experimentación Sonora fue hijo de aquellos tiempos que a veces titulamos ‘la barbarie’. En realidad eran contradictorios, porque convivían una enorme compulsión social y expresiones exquisitas. Fue la época del florecimiento del cine cubano, del cartel, nació El Caimán Barbudo, Lezama escribió Paradiso… Creo que tanto entonces como ahora la única forma de convivir es  respetándonos. El respeto es un principio que, por supuesto, no todo el mundo entiende igual: generalmente los más fuertes tratan de imponer su punto de vista, más  cuando existen intereses (ver el mundo). Yo siempre he esperado que avancemos hacia el entendimiento afuera y adentro, en todos los rincones de la vida.

Desconozco si a usted le gusta mirar deportes en la televisión cubana, aunque sé que ha dicho que fue un pésimo pelotero. Ahora, déjeme usar este tema solo como metáfora. Yasiel Puig, Yoennis Céspedes, Alexei Ramírez, Kendry Morales, como ahora seguramente lo será José Dariel Abreu, son grandes figuras de las grandes ligas de béisbol de los EE.UU. ¿Le gustaría verlos jugar mientras está sentado en la sala de su casa? Mas, ¿le gustaría verlos jugar con el uniforme de Cuba en el próximo clásico mundial de béisbol? Pero le decía que era una metáfora, porque el tema es más amplio: ¿Qué cree que sería más útil hacer en el futuro con ese tipo de distinciones, como los ‘de adentro y de afuera’, ‘glorias deportivas y desertores’, ‘revolucionarios y traidores’?

No soy muy ‘deportista’, lamentablemente, pero tengo amigos que sí lo son y los he escuchado. Más que estar de acuerdo, creo que era inevitable que Cuba se flexibilizara en este sentido. No sé si las medidas recientes, que ya suponen un avance, traigan otras en el futuro. Debo decir que espero que la apertura sea realmente eso y no una asimilación, o algo todavía más triste, como la compra de nuestro espíritu nacional. Estoy de acuerdo en que nuestros deportistas jueguen en todas partes y en que ganen lo que merezcan ganar, pero, también, en que se fortalezca nuestra bandera en el deporte.

Hoy existen en Cuba diversas discusiones, y experimentaciones en curso, en el campo económico que buscan combinar, no sin problemas, la propiedad estatal, la propiedad cooperativa y la propiedad privada. Le sugiero pensar en este problema, pero sobre el campo político. Recuerdo una frase suya: ‘Y, ¿quién coño le habrá dicho a ese que la revolución es propiedad privada de nadie?’. Entonces, ¿cuál es para usted el tipo de ‘propiedad’ más conveniente para participar de lo político?

Eso lo dije en una circunstancia especial, ante una injusticia. Me acababan de botar del país. Y lo dije porque la Revolución que yo abracé era inclusiva y llamaba al honor. Para mí estaba claro que sentir que mi país me pertenecía no era para agraviarlo sino para tratar de honrarlo. ¿Qué era dignificar entonces y qué lo es ahora? Básicamente lo mismo: ser sincero. Es decir, poderlo ser, no solo desde una posición de autoridad. Para participar de lo político probablemente no haya condición mejor que tener confianza para ser sincero,  serlo cabalmente, aunque te equivoques.

Usted es también un gestor cultural. ‘Ojalá’ es una de sus grandes ocupaciones. ¿Tiene en mente otros proyectos sociales?

Mi obsesión por construir estudios se debió a que perdí canciones porque en aquellos tiempos no era fácil grabar. Hoy en día hasta con el teléfono se graba… Aún así veo que hay talentos atrapados por las leyes del comercio; la ignorancia acusa a la cultura de no vender. A mí me interesa lo valioso, no el reporte de ventas. Comprendo que hay que hacer sostenible toda la sociedad. Pero estoy a favor de lo que está sustentado por lo mejor del acervo cultural. Para que lo valioso sea sostenible hay que prestarle atención y promoverlo.

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