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La estética desaturada de los rótulos boxísticos invade Las carteleras nacionales

La Tola Box es el relato del estado actual de un deporte con historia

“Este me va a matar”, dice el director mientras se pone en guardia frente al coprotagonista de su obra. Foto: Foto: Miguel Jiménez / El Telégrafo.
“Este me va a matar”, dice el director mientras se pone en guardia frente al coprotagonista de su obra. Foto: Foto: Miguel Jiménez / El Telégrafo.
29 de octubre de 2014 - 00:00 - Luis Fonseca Leon

Como si de salvajes pinceladas se tratara, los puños que un púgil derrama sobre un cuadrilátero suelen generar ecos coloridos. Pueden, en caso de victoria, provocar moretones en un oponente, junto al dorado resplandor de cinturones de campeón o medallas olímpicas; o, en caso de derrota, dejar regueros de sangre, junto a litros de tinta que inmortalicen historias sobre las páginas de un guión cinematográfico o en periódicos y libros de no ficción.

La película documental La Tola Box, dirigida por Pável Quevedo Ullauri, intenta ser uno de esos frescos pintados entre las cuerdas de un ring y empieza con un epígrafe de Ernest Hemingway, el periodista, escritor y boxeador aficionado, quien solía vestir un chándal de boxeo, camisa y un jersey azul de marinero francés mientras escribía, de pie, novelas como Por quién doblan las campanas.

Primer asalto

El boxeador Carlos Mina todavía conserva un moretón en su ojo izquierdo, producto de su último combate. Es la noche del preestreno de la película sobre parte de su carrera y, junto a ese recordatorio doloroso, también guarda la medalla de oro que ganó luego de noquear, por fallo unánime de los árbitros de la IX Copa del Pacífico, al costarricense José Moya, el 20 de octubre, en el coliseo del complejo deportivo Roberto Gilbert Febres-Cordero.

Luego de una lluvia pertinaz, Mina ha cambiado su calentador de entrenamiento y su gorro de anchísima visera por un terno negro que hace resaltar el mechón dorado que tiene en medio de la cabeza. Después de la proyección de la película pisará la lona del gimnasio de La Tola sin intención de pelear sino para cantar un par de temas que compuso para dar cuenta de sus aventuras boxísticas.

“Yo le pedí a Carlos que haga la canción para el documental, él escribió la letra en un cuaderno, tenía varias versiones —recordó Quevedo, días antes de la cita en el viejo gimnasio quiteño—: Es el cuaderno que nos muestra en la película junto a unos ‘grafos’, sobre la pista del ‘Capitán’, un rapero amigo nuestro”.

Segundo asalto

La música que transporta al espectador de La Tola Box sobre las calles del tradicional barrio capitalino, albergue del gimnasio en el que entrenan los mejores pugilistas del país, fue compuesta por Grecia Albán, una chelista cuyas notas apenas se acoplan al piano, y la voz de Natalia Luzuriaga, quien también es la productora ejecutiva.

Por su parte, las agrupaciones Mugre Sur y La Mafia del Tintero se distancian de ese concepto sonoro junto a las notas de Jeanthes Space (nombre artístico de Carlos Mina), quien está por publicar su debut discográfico bajo el nombre ‘La tinta’, luego de haber descartado un título más largo: ‘Metamorfosis’. “El disco habla de lo que escribo con tinta, ¿me entiendes?” —reitera el deportista—.

“La tinta de tanta inspiración, de tanta desvelada —apostilla el director—. Es que, imagínate, es bien duro practicar un deporte de contacto como es el boxeo, terminas agotado y después Carlos se dedica a la música, al arte”.

Tercer asalto

César Ochoa tenía 12 años la primera vez que se subió a un cuadrilátero. Durante el rodaje del documental de Quevedo, cuando apenas sobrepasaba los 14, era el encargado de cuidar a los más pequeños de su familia porque su madre trabajaba en España. El suyo es el primer testimonio que muestra el filme cuyo subtítulo es ‘En el ring y en la vida’. Ochoa aparece, junto a sus dibujos de Mike Tyson o Manny Pacquiao, lavando platos en las primeras tomas, interpelando al espectador a través de escenas que revelan la intención —a veces reiterativa— de mostrar las dificultades que sortea antes y después de las 4 horas diarias de entrenamiento que lleva a cabo en el histórico gimnasio.

La noche del preestreno, César Ochoa tuvo en mente a su hermana, quien estaba internada en un hospital capitalino, a punto de dar a luz a su sobrino. Pronto cruzará el Atlántico para vivir junto a su madre y continuar con el pugilato.

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