La Tate Modern le rinde homenaje a Paul Klee
Inteligente, inventivo, mágico, sus exquisitas pinturas se resisten a una clasificación facilista y cómoda. Sin embargo, maravillan y conmueven como las pequeñas cosas de la vida. Así es Paul Klee, el genial artista suizo alemán al que la Tate Modern de Londres le rinde un homenaje histórico.
Considerado un gigante del arte del siglo XX y uno de los grandes innovadores de esa épica, Klee es comparable hoy a artistas de la talla de Matisse, Picasso y Kandinsky. A lo largo de su vida, usó el color de maneras variadas y únicas, y mantuvo con él una relación que progresó con el tiempo.
Fue una figura radical del modernismo europeo y su influencia en la abstracción marcó e inspiró a genios del arte moderno, como Rothko, Miró y otros que lo siguieron.
La Tate Modern inaugurará este otoño boreal, precisamente el 16 de octubre próximo y concluirá el 9 de marzo de 2014, la muestra “The EY Exhibition: Paul Klee”, en la que busca redescubrir el extraordinario corpus de trabajo del artista nacido en Münchenbuchsee el 18 de diciembre de 1879, dándole nueva luz a su obra.
La retrospectiva, que incluye pinturas, dibujos y acuarelas de sendas colecciones del mundo, contará además con una novedad: será colgada y reunida como el artista mismo la pensó originalmente.
La exposición comenzará con los primeros pasos de Klee durante la Primera Guerra Mundial (1914-1918), cuando logró desarrollar su propio lenguaje de abstracción y color, que más tarde en su carrera se volvería característico, especialmente en sus pinturas de “cuadrados mágicos”.
El eje de la muestra, sin embargo, se enfoca en la década que el artista suizo germano pasó enseñando y trabajando en la escuela de Bauhaus, el semillero del diseño, artesanía, arte y arquitectura modernista fundada en 1919 por Walter Gropius en Weimar (Alemania) y cerrada por las autoridades prusianas en manos del partido nazi.
Las pinturas abstractas que Klee produjo en esa escuela, como la composición rítmica Fuego en la tarde (1929), marcaron un antes y un después en su carrera y elevaron su reputación en el ámbito internacional.
Los años 30 y previo a la Segunda Guerra Mundial llegaron con cambios radicales para el artista. Luego de haberse trasladado a Düsseldorf, Klee fue despedido de su cargo como maestro por orden de los nazis y se refugió en Suiza con su familia, mientras que sus cuadros eran retirados de colecciones y museos de Alemania, al ser calificados por el régimen de Adolf Hitler como arte degenerado”.
A pesar de la agitación política, la inseguridad financiera y su salud en declive, Klee se volvió incluso más prolífico que nunca.
Fue a partir de allí que creó algunas de sus obras más icónicas. Cuadros pequeños, expresivos, ricos en significado y agrupados por él mismo en categorías específicas.
En 1936 y en pleno exilio en Suiza fue diagnosticado con esclerodermia, una grave enfermedad degenerativa que lo acompañaría el resto de su vida, aunque siguió trabajando a buen ritmo. En 1940 fue internado en una clínica de Muralto-Locarno, donde falleció el 29 de junio, apagando la luz que lo guió frente a sus cuadros.
“Aunque Klee vio su arte como un proceso de creatividad espontáneo y de crecimiento natural, ejemplificado por su famosa descripción del dibujo como “seguir una línea como caminando”, él realmente trabajó con un gran rigor”, explicó Matthew Gale, comisario de la muestra de la Tate Moder.
“Esta exposición desafiará la reputación de Klee como un soñador solitario, y revelará la innovación y el rigor con los que Klee creó sus obras y las presentó al público”, agregó.
Para la experta en la obra de este artista, Pamela Kort, “los dibujos de 1933 de Klee enfrentan al espectador con la inigualable oportunidad de observar el aspecto central de su estética, en cuanto a combinación de parodia e ingenio”.
“Y es aquí donde radica su verdadero significado, especialmente para aquellas personas que no llegan a percibir las dimensiones políticas del arte de Klee”, concluyó la historiadora del arte.