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Entrevista / Jorge Franco / Escritor Colombiano

‘La sobreprotección hacia los lectores fortalece debilidades’

 Tomado de ensuncho.blogspot.com
Tomado de ensuncho.blogspot.com
20 de septiembre de 2015 - 00:00 - Redacción Cultura

El escritor Jorge Franco (Colombia, 1964) nació en una Medellín que incubaba el conflicto. Su generación perdía la inocencia en la ciudad que dominaba el narcotraficante Pablo Escobar Gaviria, un entorno en que los acontecimientos que llegaron a percibirse como cotidianos superaban la ficción, incluso el realismo mágico del caribe más célebre de la historia, Gabriel García Márquez.

Con su libro de cuentos Maldito amor, Franco ganó el Concurso Nacional de Narrativa ‘Pedro Gómez Valderrama’; y, con la novela Mala noche, obtuvo el primer premio en el XIV Concurso Nacional de Novela ‘Ciudad de Pereira’ que también lo llevó a ser finalista en el Premio Nacional de Novela de ‘Colcultura’.

La adaptación de Rosario Tijeras tuvo en el horario estelar entre siete y ocho millones de espectadores cada día; la película la vieron un millón doscientas personas y el libro no ha llegado al millón de ejemplares, se sigue vendiendo en cantidades muy inferiores. A un año de haber ganado el Premio Alfaguara por El mundo de afuera, el antioqueño conversó con este diario.

¿De qué forma ha ampliado sus fronteras como escritor del Premio Alfaguara de Novela?

Yo había tenido la suerte de tener unos libros que traspasaron las fronteras colombianas -como pasó con Rosario Tijeras- donde sus adaptaciones en película y novela ayudan muchísimo. Ya con el premio hay un compromiso editorial de estar en los países de habla hispana, no pude visitarlos todos por agenda, pero supe que el libro llegó adonde está la editorial.

El conocimiento del premio hace que el libro llegue a más lectores. Eso es muy placentero para uno como autor, pero, al mismo tiempo, genera un compromiso mayor: en la medida que tienes más lectores, tienes que conservarlos, consentirlos y para las próximas entregas debe haber un libro que esté a la altura de sus expectativas.

¿Los comentarios del público son parte del boceto de sus historias?

Hay algo que es cierto y no puedo negar y es que uno escribe para los lectores, ellos son el propósito de un autor: conquistarlos, seducirlos, mantenerlos.

Escribimos para que nos lean. En ese sentido, uno trata no de ser complaciente, sino de mantener ‘algo’ para un grupo de lectores que vaya a encontrar ‘eso’ en próximas publicaciones.

En El mundo de afuera se construye una metáfora fantástica a partir de los cuentos de hadas que usted le leía a su hija, también la del lector y escritor que intenta hallar una estructura…

Hace un tiempo me pasaba algo que nunca me imaginaba me iba a pasar: siendo mi hija más pequeñita -ahora tiene nueve años- sentía la necesidad de protegerla, de aislarla de ese mundo de afuera, tratando de que su infancia se prolongue un poco más. Cuando leía los cuentos infantiles -a mi criterio sórdidos y violentos como Blancanieves secuestrada por su madrastra o la Cenicienta confinada a realizar trabajos forzosos– yo, un poco para proteger a mi hija de esa información, mientras le leía los cuentos cambiaba algunos datos, quería que ella se enterara un poco más tarde de todo eso. Alguna vez un autor infantil me dijo ‘déjalos, que los niños saben procesar bien esa información’... Con la escritura de El mundo de afuera me di cuenta de que esa sobreprotección lo que hace es debilitar a la otra persona. Al estar protegiendo en exceso a mi hija, estaba fortaleciendo una debilidad y fue algo que aprendí en la escritura.

Usted vivió la época más complicada para Medellín, con la violencia de los carteles; de alguna forma, esa sobreprotección podía tener algún sentido…

En esa época yo era muy joven y casi que trato de ponerme en el pellejo de mis padres y no sé cómo pudieron aguantar una realidad tan agobiante, con hijos jóvenes en medio de la violencia. Pues nosotros queríamos vivir en el mundo, salir, enamorarnos, ir a bares, a discotecas pero esto -y no exagero- era un riesgo porque se armaba un cruce de balas. Perdí amigos en esas condiciones, por una bala, una bomba que explotó, otros que fueron absorbidos por el narcotráfico, se dejaron seducir y algunos terminaron presos, otros muertos. No era una ciudad tan grande en ese momento y la comunidad narco era bastante poderosa, bastante rica. Eso comenzó a copar todos los estamentos sociales y políticos de la ciudad. Hubo momentos en que había toque de queda. Si salías en las noches manejando tu carro tenías que hacerlo con la luz de adentro prendida, siempre con esa incertidumbre de que algo podía pasar. Hoy en día compadezco a mis padres por haber vivido esa situación y, de alguna manera, tratábamos de vivir una vida normal a pesar del miedo que tenían y de la incertidumbre.

¿Hay menos miedo ahora?

Creo que hay menos miedo porque la sociedad, de todas maneras, ha hecho un trabajo de autocrítica, de autoevaluación para saber diferenciar muy bien hacia dónde van las conductas de las personas. En un comienzo, la llegada del narcotráfico tenía el respaldo de todos. Ahora se ve con un ojo más crítico. No está erradicado y seguirá vigente mientras haya países consumidores, eso va a generar violencia y corrupción. Pero creo que sí ha habido cambios positivos y se ha hecho un trabajo de educación e inclusión.

Sigue habiendo una marcada diferencia social, eso es un terreno abonado para la violencia, pero mirando 20 años atrás, el panorama es muy positivo.

Usted decía que no quiere ser identificado como un narrador del narcotráfico. ¿Es posible que el escritor, en su rol de pensar lo que lo rodea, logre esquivar eso?

Creo que es inevitable. Está en el ambiente en el que yo vivo. En otras novelas no tocan el tema del narcotráfico, paso por ahí, pero si voy a contar el Medellín actual creo que necesariamente hay que mencionarlo, porque está ahí. Ahora hay una generación que ni siquiera conoció a Escobar y uno la ve repitiendo conductas.

Lo veo como una señal de alarma, una constatación de que no se aprendió la lección. Lo narco sigue, el dinero... sigue la tentación de ese dinero fácil pese a todos los muertos por los que hemos pasado, la corrupción sigue. (I)

Datos

Rosario Tijeras es un personaje femenino más célebre que la cándida Eréndira del Nobel colombiano que un día ‘eclipsó’ la literatura de su país con su realismo mágico.

Las narconovelas o novelas que narran el narcotráfico han sobrepasado el género negro o policial. En Colombia, los escritores que tratan la violencia tienen a Mario Mendoza entre sus exponentes más leídos.

Las narcotelenovelas han generado una industria en la televisión que, incluso, ha llegado al cine. La Reina del sur, de Arturo Pérez-Reverte, también llegó a la TV; el autor se basó en la narrativa de Élmer Mendoza.

Jorge Franco estudió dirección y realización de cine en The London International Film School, en el Reino Unido. Fue miembro del Taller Literario de la Biblioteca Pública Piloto de Medellín, que dirigió Manuel Mejía Vallejo; del Taller de Escritores de la Universidad Central; y realizó estudios de Literatura en la Universidad Javeriana.

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