La revolución resiste y persiste en el cine de Danny Boyle
Primero, Danny Boyle fue el encargado de la ceremonia de apertura de las recientes Olimpiadas en Londres y al mismo tiempo ponía los últimos toques y filmaba su más reciente filme “Trance”, con guión del escocés John Hodge. Por ello, “Trance” resulta una vuelta al origen, una verdadera revolución por así decirlo, ya que Hodge ha sido el guionista de cinco filmes de Boyle, incluido el presente y los iniciales y estrafalarios “Trainspotting” y “Shallow Grave”, además del peculiar cortometraje “Alien Love Triangle”. Estuvieron juntos hasta que Boyle se decantó en trabajos, largometrajes en especial, de géneros más disímiles, “28 Días Después”, “Sunshine”, “Millions”, “Slumdog Millionaire” y “127 Horas”. Y es que el cineasta británico, incluido en el exclusivo club de los directores que han ganado los principales Oscar y BAFTA con el mismo filme en un solo año, es reconocido por su búsqueda eterna por la versatilidad, por ser uno de los directores en una campaña constante por no repetir géneros.
Nuevamente tiene a cargo al actor escocés del momento, esta vez James McAvoy, ya que en el pasado colaboró en al menos tres filmes con Ewan McGregor, y en la banda sonora tiene la colaboración de Rick Smith, quien le ayudó en el mismo departamento en “Trainspotting”. Tal como sucede con la visualidad y la narrativa de “Trance” es necesario amalgamar ciertas ideas para comprender qué es lo que ese jugador de ajedrez, lo que según el usuario de imdb.com gregwetherall Boyle hace con su trío de actores protagonistas, nos propone como su estrategia perfecta para lograr el jaque mate en un audiovisual que es tanto un oscuro y esquizofrénico “viaje de placer” hacia el interior de la mente como una experiencia aural, visual e intelectual muy parecida a un sueño. Nuevamente, es el británico conocido en el ciberespacio como “gregwetherall” quien deja saber que la última aventura fílmica de Danny Boyle, gracias a un resonante “soundtrack” que genera caos en los oídos y una edición de cortes rápidos que se fija en los ojos con la precisión de un rayo láser, es una prueba más de que su cine está impregnado de una estilística muy personal manifestada en estampillas que denotan autoría, sin dejar de lado que nunca decepciona en el área de constituirse en un asalto a los sentidos.
El crítico estadounidense Roger Ebert (+) señaló que el mayor problema de “Trance” es su punto de venta: Es una película de Danny Boyle. Filmada por Anthony Dod Mantle -quien ganó un Oscar por su trabajo en "Slumdog Millionaire" (2008) y ha fotografiado todas menos una de las películas del director desde "28 Días Después" (2002)- la película tiene todas las marcas de un audiovisual de Danny Boyle para la era digital: colores hipersaturados, ángulos de cámara deliberadamente disparejos y composiciones fotográficas excéntricas que desorientan al espectador sin llegar al estilo de abstracción practicado por el también director británico Tony Scott. “Trance” tiene ese tipo de energía maniática que hace tan interesantes los filmes de Boyle, desafortunadamente, también tiene muchas de las fallas que los hacen tan frustrantes. Ebert añade que no es coincidencia que los principales momentos, los más icónicos, en la obra de Boyle involucren a los personajes corriendo porque él mismo es un velocista: Sus películas empiezan rápidas y energéticas, pero no pueden mantener el paso por mucho tiempo, su carrera está llena de filmes que son grandiosos durante la primera hora, pero luego involucionan a la suavidad genérica (“La Playa” es uno de los más obvios ejemplos de esta situación).
Más de uno, luego de ver el filme, podría concordar con Bharat Samra, ciudadano del Reino Unido y usuario de la plataforma de información y crítica sobre cine imdb.com, “Trance” es una experiencia visual y usualmente terapéutica que puede verse sin mucho esfuerzo y que indudablemente merece que el espectador le dé una oportunidad. Algunos probablemente adoren sus intentos de complejidad narrativa y en su mayoría usual ejecución que cumple con los objetivos planteados por la misma película. Mientras tanto otros encontrarán los justamente innecesarios temas románticos y sexuales como la caída y no la sorpresa en la última empresa cinematográfica de Danny Boyle. Cualquiera que sea el consenso (o la falta de él), “Trance” en su mayoría indisputablemente permanece devota a encapsular todo aquello que su título sugiere, aunque la manera y extensión en la cual el filme convence a la audiencia, esa misma audiencia lo disfruta o incluso recuerda el filme, es cuestionable. A ello hay que agregarle, en concordancia con lo escrito por Ebert y Samra en textos publicados por la web, que todo el público espera que los filmes de Boyle sean muy superiores en calidad técnica y artística -y el más reciente incluso tiene el potencial de ser un magnífico thriller- ya que demuestran una enorme cantidad de ingenio, pero infortunadamente se quedan atrapados en la red del engaño romántico, es decir todos se convierten en historias de amor lo que genera no deseadas revelaciones y destinos eventuales aborrecibles en cada uno de sus filmes, incluso el aclamado por la juventud, “Trainspotting”.
La última crítica fuerte que se puede hacer de “Trance” proviene de otro usuario de imdb.com, el canadiense “thejoshl” quien, al igual que Ebert, hace que uno caiga en cuenta en que aunque los protagonistas James McAvoy y Rosario Dawson ofrecen excelentes actuaciones en las que manejan sus roles con tal control que cada pequeño y sutil movimiento facial revela más de lo que debería, todo el filme depende fuertemente en jugar constantes trucos a la audiencia por lo que es muy fácil perderse y desafortunadamente perder el interés en el audiovisual. En entrevistas con secciones de espectáculo de diarios del mundo, Boyle ha reconocido que “Trance” es la primera película que hace con una mujer en el centro absoluto de la trama, que es una serie de trances en la que el personaje de Dawson lleva al de McAvoy cada vez más profundamente hacia un trance, donde los paisajes se vuelven tan reales como la realidad y la percepción de la ilusión y de la realidad se mezclan, y que la sexualidad y belleza de Dawson hechizan a los hombres y de hecho ella los manipula de la forma que quiere para que entren en la trama, lo que convierte a su personaje en una femme fatale, elemento importante del cine noir, como un thriller policíaco.
Así, “Trance” se va convirtiendo en lo que Boyle ha llamado una película noir moderna. Tampoco queda de lado la poderosa actuación del francés Vincent Cassel en la piel de Franck, líder de la banda criminal, que en complicidad con el asistente de una casa de subastas interpretado por McAvoy, roba una obra de arte de Goya que vale millones y luego entra en un juego de poder, codicia, amor, sensualidad y sexualidad con el desmemoriado asistente de la casa de subastas, a quien él mismo golpeó durante el robo, y la hipnotista Elizabeth, a quien consigue para que haga recordar al “olvidadizo” en dónde y por qué escondió la pintura. Al parecer, aunque muchos concuerdan en que este último filme del director de “Trainspotting” es más bien un paralelismo con “Memento”, Danny Boyle ha vuelto con estruendosa fuerza al cine psicológico y estrambótico que en mayor o menor medida comparten con su compatriota Christopher Nolan a lo largo de la obra cinematográfica de cada uno: “Trance” es para Boyle lo que “Inception” fue para Nolan.
Lo segundo, no se puede olvidar, es que en 2016 se cumplirán los 20 años del filme más emblemático de Boyle, “Trainspotting”, y para celebrarlo ese año se planea estrenar una secuela. De acuerdo con el cineasta británico, la idea es tener los mismos personajes y actores, ahora 20 años mayores: “Se trata del paso del tiempo, lo que ha cambiado, cómo ha pasado la vida para ellos, si se casaron, si se enamoraron, si tuvieron hijos. En realidad es nuestra historia, lo que sucede en 20 años, lo que podemos o no hacer en dos décadas”.