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Ecuador, 21 de Diciembre de 2024
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Integró la artefactoría, en los 80

"La pintura me permite trabajar aunque esté aislado"

La producción de Velarde es menos abundante que en años anteriores, luego de sufrir un infarto y regresar a dar clases. Esta vez, en la UArtes.
La producción de Velarde es menos abundante que en años anteriores, luego de sufrir un infarto y regresar a dar clases. Esta vez, en la UArtes.
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Jorge Velarde (Guayaquil, 1960) se mira a sí mismo sin tener ningún espejo cerca. La sala de su casa está copada de cuadros suyos, con su rostro intervenido por objetos que lo redefinen, lo amoldan y encapsulan. Su ojo aparece atravesado por un armador, medido por un compás, y su cuerpo está encerrado en el traje rojo de un robot.

Lo acompaña siempre su esposa Anabela, retratada en escenas cinematográficas tiernas u oscuras, como cuando come un helado de niña y en el fondo surge un cielo turquesa con pequeños bombos rosas; o cuando con su cara enérgica se protege de la oscuridad tras la ventana con una sábana y un libro.

Sus cuadros pueden pensarse como escenas cinematográficas. Velarde estudió cine en Madrid, en los 80, pero nunca hizo una película. En Ecuador era demasiado caro y complicado hacer una: debía conseguir una cámara de 36 milímetros y, después, mandar el material al exterior para editar.

Siente, además, que el cine tiene otro modo de producción: es colectivo y demanda mucha eficiencia para cumplir los tiempos y manejar presupuestos.“Soy absolutamente ineficiente, lento, me demoro, divago, corrijo. Quise hacerlo, pero no lo intenté porque me di cuenta de que tengo dificultad para relacionarme con las personas”, dice Velarde durante una entrevista realizada en su casa.

Conversa sobre su obra a una hora en la que toda la ciudad está volcada frente a la pantalla de un televisor para ver un Clásico entre los equipos del Astillero. Velarde, quien tiene un muelle en ese barrio que da origen al fútbol de la ciudad y al que va con algunos colegas a pintar rostros, prefiere evitar el partido.

Antes de intentar hacer cine practicaba la fotografía. Tenía un cuarto oscuro en su casa y modificaba la imagen a su antojo, con la luz. Hacía artilugios manuales para moldear la imagen con perforaciones.

“Realmente era grabar con luz, porque de ella dependía lo que dibujabas sobre el papel”, dice Velarde, quien a la pregunta de si la fotografía está más muerta que la pintura, responde: “Aunque se graba con un sensor, la imagen ahora va a la computadora y la trabajas de otra manera, ya no interviene la luz, puedes modificarla hasta el infinito.

En esa época lo hacías literalmente con la luz. Desde ese punto de vista tal vez sí, la fotografía está muerta. Puede ser que sobreviva un descendiente de aquella fotografía, pero a veces ese tipo de ventajas pueden revertirse en contra de nosotros mismos”.

Velarde se graduó en el colegio Bellas Artes, porque antes de todo pintaba. Ahí conoció a quienes integraron La Artefactoría, una agrupación que planteó una nueva estética en una ciudad en la que los artistas habían acomodado su estilo. Él, junto con Flavio Álava, Marcos Restrepo y Xavier Patiño cuestionaron los procesos que se premiaban en los salones y empezaron a buscar un camino propio.

“Dijo algún santo que ya no recuerdo que para ir a donde no sabes, debes ir por donde no sabes. Lo que sí sabíamos nosotros era lo que no queríamos ser. Para mí, La Artefactoría significó mi escuela. Yo me formé ahí, no en Bellas Artes. En el colegio conocí a la gente que luego estuvo en La Artefactoría y a algunos profesores, como Luis Peñaherrera, quien acabó de fallecer, o César Andrade Faini”.

Velarde exploró su estilo desde los 17 años. A los 20, como sus compañeros de grupo, tenía mucha obra, pero –a diferencia de los otros integrantes posteriores de La Artefactoría– su terreno fuerte es la pintura. Si La Artefactoría intervino en la escena local con propuestas de arte contemporáneo que exploraban otros lenguajes, en un contexto en el que había muy poca información respecto a lo que se hacía afuera, Velarde escogió otro camino.

El artista Juan Caguana comenta que en La Artefactoría “todos querían ser más contemporáneos, pero él no se veía en ese plano. Tomó cosas características del arte moderno, empezó a trabajar y salió su serie de perspectivas estilizadas y exageradas, trabajadas en sus inicios. Luego se desmarcó del arte contemporáneo pero su obra está dentro de esta tendencia”.

Para el historiador de arte español Julio César Abad, “Velarde es un pintor figurativo que junto con su virtuosismo técnico destaca por su cultivo de una extraordinariamente heterogénea nómina de lenguajes. Velarde es irónico, sarcástico y, en ocasiones, satírico”.

Jorge Velarde, antes que considerarse un artista, se piensa como artesano porque, como con el cine, la fotografía o la pintura, siempre ha enfocado su obra en el desarrollo manual. “La pintura me ha dado la posibilidad de trabajar aunque esté aislado, con los problemas que tengo de relacionarme con las personas, aunque haya estado en conflicto con todo el mundo podía ir a mi taller y encontrarme con mi pintura”.

Su obra no tiene la intención de comunicar. Cuando trabaja se plantea encontrarse, definirse, conocerse y, a través de la figura humana, es capaz de conectar a otros con su trabajo, con el individuo que utiliza como materia.

Considera que si algo puede decir de sí mismo con seguridad es que no se rinde fácilmente. Es necio y para pintar rodea a sus taras, complejos y conflictos personales. A la final, es lo que define su estilo. (I)

Datos

El historiador de arte Julio César Abad considera a Velarde como el pintor figurativo más destacado de la escena artística ecuatoriana contemporánea.

Maneja un promedio de muestras de una y media por año. Fue profesor fundador del Instituto Superior Tecnológico de Artes de Ecuador (ITAE), el cual fue creado por otros integrantes de La Artefactoría.

Integró el grupo La Artefactoría, al que el historiador de arte Juan Castro y Velásquez consolidó como generación, influyendo su trabajo con tendencias de arte que se desarrollaban en el exterior.

Luego de estudiar cine en Madrid, no regresó a La Artefactoría porque el grupo se encaminó hacia otra tendencia de trabajo, que además, según reconocen otros integrantes, a Velarde le pareció muy política y era una estética con la que no se identificaba. (I)

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