Para los guionistas de este filme, el papel de la coproducción es clave en el cine latinoamericano
La película Reus es una descarnada reivindicación del realismo social (Video)
Reus es un barrio montevideano que fue asolado por el narcotráfico en uno de los escenarios más duros que vivió la República Oriental del Uruguay: la década pasada. Uno de esos días aciagos, el capo del lugar cae preso y la familia rival de su banda toma el control, todo en una espiral de violencia que incomodará a los grandes comerciantes del sitio. Uno de ellos, don Elías, el judío exempleador del ‘Tano’ (el capo), verá la reaparición de este último como un riesgo capital en la espiral interminable, como un peligro latente que hay que exterminar, aunque eso implique el derramamiento de más sangre en la localidad.
Ficción que parece realidad, la película Reus (Eduardo Piñero, Pablo Fernández y Alejandro Pi, 2011) retrata una situación que partió de un casting realizado en las calles de ese barrio, con los protagonistas cotidianos y que, a casi 4 años de su estreno, a 6 mil kilómetros de distancia, en Quito, provocó diversas reacciones la noche del último lunes, entre las que se contaron, precisamente, las de aquellos espectadores a quienes el filme les pareció una ‘película documental’ presentada con el lema ‘Un barrio, dos familias, tres códigos’.
El cineasta Pablo Fernández experimentó una sensación similar a la que genera su obra cuando vio, en Montevideo, la película Ratas, ratones y rateros (Sebastián Cordero, 1999). “Quizá fue en 2000 o 2001. Estábamos (los uruguayos) en plena crisis y nos mostraban el Ecuador que no conocíamos”, recuerda el director un día después de que Reus se proyectara en la sala de cine Alfredo Pareja Diezcanseco, durante el ciclo ‘La Casa Cinefest 2015’.
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El filme ecuatoriano, uno de los más taquilleros en la historia del cine local, fue una de las motivaciones para que Pablo enfocara el trabajo de la productora audiovisual que integra, Sueko films, en contar una historia que mostrara el Uruguay del que no se habla. En concreto, un barrio que, con el pasar de los años, tuvo un giro radical, un cambio en el que influyeron sus habitantes, algunas políticas públicas y, aunque es difícil de asimilar, la película que codirigió.
“La droga estaba ahí (en Reus), no hablar de eso es como querer tapar el sol con un dedo —Pablo pone la mano sobre su frente y mira al cielo quiteño—. La regularización de la marihuana, que estuvo legalizada desde el 74, pero se impedía su uso, ayudó mucho. Sirvió para que no esté en lugares en donde están las drogas duras, como la pasta base que genera muchos problemas. Es más, el Gobierno (del exguerrillero tupamaro José Mujica) está usando la marihuana para rehabilitar a chicos como los que aparecen en la película, en la que se muestra el poder del narcotráfico, un poder que ya no existe. Lo que había antes era una ley morbosa, que te permitía fumar pero vos no podías ni plantar, ni vender ni importar; entonces, si querías fumar un porro (cigarrillo liado de marihuana o de hachís mezclado con tabaco) terminabas en el narcotráfico, siendo el malo de la clase, del barrio, con los delincuentes de la cuadra. Nadie dice que fumar sea bueno o malo, estamos hablando de una realidad que afecta a la mitad de los adolescentes. Lo que logró el Pepe (el Presidente uruguayo) con la regularización y otras leyes, como la del aborto y el matrimonio igualitario, fue darle el poder a la gente y quitárselo al narcotraficante”, asegura el codirector de Reus.
Pese a que la historia de Sebastián Cordero difiere en muchos aspectos de la de Pablo Fernández, ambos filmes coinciden en el inicio. Mientras en Ratas, ratones y rateros la primera escena muestra el despertar de un protagonista que consume cocaína, Reus incluye en su primer diálogo la frase: “Pasame un porro” (sic). Son retratos descarnados de lo que ocurre en las calles de las grandes ciudades, retratos de las dos caras de una misma moneda: el uso y consumo de distintas drogas que, a su vez, dieron lugar a cada trama. Historias basadas en la realidad latinoamericana que cambia con el pasar de los años.
“En los clubes donde ahora los chicos van a fumar con carné de membresía veo a mucha gente —relata Pablo— y me digo: estos chicos iban con los drogadictos de la pasta base y la cocaína, ¡estos estudiantes!... qué dolor que hayan tenido que contactar con criminales, con gente de pocos códigos que, si pueden, te matan o te roban. En ese sentido, todo mejoró. Recuerdo a varias señoras que, luego de la ley de regularización, dijeron: ‘A mi hijo antes lo veía como un criminal, ahora lo veo como un jardinero’. Reus es muy distinto, mejoró, incluso hay quienes recuerdan la película cuando en la calle ven una injusticia y dicen: miren cómo era el barrio de antes”.
La importancia de un trabajo colectivo y multinacional
Durante el estreno de Reus en Quito estuvieron presentes representantes de las embajadas uruguaya, guatemalteca, paraguaya, cubana y argentina. El largometraje cuenta a 50 mil espectadores en su país, un récord en taquilla en una época en que se habla de la poca asistencia al cine latinoamericano. Pablo atribuye ese logro a la promoción que emprendió “desde el día en que inició el guión”, incluso a través de la entrega de volantes fuera del estadio Centenario, lugar del que se recogieron varios archivos de las jugadas de Alberto Spencer, protagonista del documental Ecuatoriano de Peñarol (Paúl Venegas y Nelson Scartaccini, 2014), un filme hecho gracias a un acuerdo entre estos 2 países, algo que él propondrá a varias autoridades para el rodaje de Reus II que planea.