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Ecuador, 02 de Febrero de 2025
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El Telégrafo
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El ensamble se tituló “historia de un encuentro”

La Orquesta Andina festejó 25 aniversario

El tema ‘Cholito pantalón blanco’, del grupo El Polen, cerró el repertorio que unió a los músicos que le han dedicado su vida a los instrumentos andinos. Foto: John Guevara / El Telégrafo
El tema ‘Cholito pantalón blanco’, del grupo El Polen, cerró el repertorio que unió a los músicos que le han dedicado su vida a los instrumentos andinos. Foto: John Guevara / El Telégrafo
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La única orquesta que emplea instrumentos andinos de forma exclusiva en el mundo brindó uno de los conciertos más emotivos durante la celebración del cuarto de siglo que tiene sobre escenarios locales e internacionales. El Teatro Sucre fue el escenario en que se colgó el cartel de entradas agotadas unos minutos antes de que el evento empezara.

El concierto estuvo dividido en 2 momentos. En el primero, el compositor argentino Gustavo Santaolalla mostró una parte de su repertorio entonando guitarra y roncoco (un instrumento de afinación más grave que la del charango). En la segunda parte, la Orquesta de Instrumentos Andinos (OIA) salió a escena con un despliegue instrumental que arrancó aplausos en ocasiones reiteradas para, finalmente, unirse a las notas de Santaolalla.

“Me interesa mucho, en lo que hago, que los artistas expresen su identidad, quiénes son y de dónde vienen”, dijo Santaolalla al saludar al auditorio, mientras introducía el tema ‘Samba’, de Arcoíris, el que fue su primer grupo.

“Princesa chiquita que vives sonriendo,/ regálame un cuento, una flor de algodón,/ me voy por un siglo y con eso vuelvo,/ crecen mis alas en el encuentro”, cantaba el multiinstrumentista cuyo ensamble se presentó, la noche del último sábado, con el nombre ‘Historia de un Encuentro (Santaolalla en los sonidos de la Orquesta de Instrumentos Andinos)’.

La conspiración musical tuvo como antecedente un tema que, según Santaolalla, le gustaba mucho a Mercedes Sosa, con quien llegó incluso a Israel. ‘Río de las penas’ dio cuenta del dinamismo de su repertorio y el intérprete presentó la canción como un “carnavalito rockero”.

Lo que Gustavo Santaolalla había preparado para esa noche hablaba, sin duda, de sus referentes y algunos excompañeros con quienes ha grabado, como León Gieco.

La melodía de las montañas

A Santaolalla —lo dijo un día antes de su show— le había llamado la atención que la OIA, dirigida por el maestro Wilson Haro López, tenga entre sus integrantes a lutiers que conocían la historia y los alcances sonoros —incluidos los espirituales— de sus instrumentos.

Uno de ellos es el músico y lutier Marcelo Rodríguez, quien, pese a saber tocar varios instrumentos, estuvo encargado de las cuerdas. Pero cuando se trata de “los vientos”, Rodríguez prefiere usar quenas elaboradas de zada —una de las variedades finas de la caña de bambú— o, lo que considera el mejor material para estos fines: la tunda, “noble y resistente que se extrae de la parte fría, montañosa y húmeda de las estribaciones de Costa y Sierra u Oriente y Sierra”.

La geografía tiene mucho que ver con la música que marcó a la audiencia, puesto que Santaolalla es un viajero e investigador de sonoridades que explora interpretándolas.

Las fronteras —climáticas, temporales y espaciales— tampoco son un problema para la Orquesta que, en agosto pasado, llevó sus conciertos a 3 ciudades brasileñas con una consigna que su director ha grabado en piedra: “hacer música popular conlleva un proceso tan estricto como el de la academia”. Y esa disciplina está latente en cada nota de las marimbas, zampoñas, flautas, bandolines, bandolas ecuatorianas, charangos, guitarras y contrabajos que brillaron el sábado.

El roncoco de Gustavo Santaolalla también tiene el tono de ese trabajo duro (“80% de sudor, 20% de inspiración”, según dijo el jueves) que permitió una conjunción impecable. Haro presentó todo con una constatación geográfica: “Hay algo común en Latinoamérica que nos une enormemente, la majestuosa Cordillera de Los Andes y el agua que nos da, identificándonos con unos instrumentos que vienen de maderas, cañas, troncos y pieles (cueros)... confrontados por el hombre y espíritu de la vida”. (I)

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