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El Telégrafo
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El artista utiliza como elemento dual la máscara

La obra Valero dialoga entre el teatro y las artes plásticas

Tras más de 30 años en la actuación la última etapa pictórica del artista cuestiona elementos de la identidad, de la representación ante el otro.
Tras más de 30 años en la actuación la última etapa pictórica del artista cuestiona elementos de la identidad, de la representación ante el otro.
Miguel Castro / El Telégrafo
20 de mayo de 2016 - 00:00 - Redacción Cultura

Virgilio Valero (Guayaquil, 1958) expone en la pintura su propio ‘Transito’. Lo hace en presente a través del uso de la máscara como elemento central. Sus cuadros están cargados de personajes que transmutan en la pintura. Enlaza elementos de la historia ancestral con rasgos de lo contemporáneo. La máscara es capaz de develar los cuestionamientos del autor, en relación a su identidad, en los más de 30 años que lleva sobre el escenario: en el rol de representar y ser mirado.

“Mi producción en esta última etapa es siempre una búsqueda de la identidad, de quiénes somos y de qué estamos hechos. Pienso que eso tiene algún tipo de relación con la mirada, en tanto observamos y somos observados. Eso también es escénico”, dice Valero.

En ‘El sueño de los héroes’, Bioy Casares utiliza como herramienta de lo fantástico la máscara. Emilio Gauna, el personaje central de la obra, intenta reconstruir en los carnavales de 1930 sucesos que supone maravillosos pero olvidados. La máscara de carnaval se convierte en una guía para su búsqueda, para entrar en el sueño que lo espera.

En la tradición ancestral la máscara es un elemento de los sacerdotes y chamanes para presidir ceremonias de iniciación, cultos de fertilidad, mitos de origen, sacrificios rituales, prácticas mortuorias. Así están representadas las figuras de las jerarquías precolombinas en las esculturas que quedan de ellas en los museos.

En su obra, Valero recurre a esa idea de los carnavales en los que la máscara es un elemento de la festividad, “enmarcada -dice- en un permiso religioso del cual luego te santificas con el miércoles de ceniza”. En la pieza que recibe el nombre de esta misma festividad, parte de la muestra que presentó ayer en la Casa de la Cultura, Núcleo del Guayas, utiliza distintas máscaras de la celebración en Ecuador.

En un políptico recrea una idea de muralismo que acompaña con coplas de carnaval. En ese mismo concepto juega con la máscara en obras como ‘Mutante’, ‘Sin razón’ y ‘Transe’. En todas repite como punto de partida del trazo al ojo, un ojo que pequeño se va agrandando y envuelve la obra, la representación.

La crítica de arte cubana Amalina Bomnin, curadora de la muestra, dice sobre la obra de Valero que “un lenguaje ecléctico respalda esta mirada que insiste en metaforizar a partir de la máscara como elemento principal desde las presunciones bien conocidas y valoradas por un hombre que ha llevado al teatro múltiples dramas y comedias”.

Para Valero, “todos vivimos con máscaras, nos condicionamos a las situaciones. La máscara nos distancia de lo que somos para producir otra persona, se construye de las partes que queremos que se construyan. La máscara habla de esa dualidad, del acercamiento y la distancia, de lo que somos y no somos, entre lo real y lo imaginario”.

Su obra pictórica y su desarrollo en el teatro están irremediablemente unidos, a pesar de que se producen por separado. “Se conectan con esa necesidad de decir, de dialogar. Creo que el teatro es un vehículo para decir, las artes visuales también. Esto es un intento de hablar desde dos podios y, ojalá, algún día los pueda unir. Están atados sutilmente, no evidentemente, pero están conectados”, dice Valero.

Bomnin resalta de la obra de Valero un juego de desdoblamiento del cual lo considera consciente y que, cree, se evidencia en las veladuras, transparencias y capas que introduce en la trama “como si un personaje fuera en busca de un autor que no termina de definirlo, parafraseando a Pirandello”, dice la crítica.

Para Virgilio, todos los personajes de su obra que se salen del status quo siguen siendo seres negados. “Estamos abocados en lo políticamente correcto, tal vez lo que queremos ocultar de nosotros es el lado que necesitamos reactivar para conocernos. Todos somos ángeles y demonios. Pero siempre queremos ser ángeles aunque escondemos con nuestros demonios el potencial para ser mejores y hasta más libres”, dice Valero. (I)

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