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¿La navidad es una oda a la divinidad o apología tenaz del consumismo?

¿La navidad es una oda a la divinidad o apología tenaz del consumismo?
25 de diciembre de 2012 - 00:00

Todos los años los ruidos normales de Guayaquil se acrecientan tan pronto el calendario marca diciembre, el mes de la navidad. Una celebración que millones de personas en el mundo festejan, desde el año 345 cuando la iglesia católica estableció que el 25 era el día en que Jesús había nacido.

Se dice que esta festividad es heredera de las Saturnales romanas que se realizaban por estas fechas, en homenaje al dios Saturno, durante las cuales se prodigaba la comida, bebida y espectáculos, actividades que ayudaban a mover la economía de esa época. Algo parecido a lo que sucede hoy.

Siendo el Ecuador un país con mayoría cristiana, la navidad se celebró desde siempre. Sin embargo, es necesario precisar que la parafernalia consumista que la rodea hoy, comenzó a mostrarse a partir de los años 70 con la entrada del país a la era petrolera. Porque se amplió la capacidad adquisitiva de mayor cantidad de personas. 

“Cuando era chiquita no se solía hacer ninguna fiesta por la navidad”, evoca doña Cela Bajaña, con sus ochenta años bien puestos, como ella dice. Ese era un día como cualquier otro, recuerda, aunque si era una obligación asistir la noche del 24 a la misa del gallo. “Caminábamos hasta el pueblo y yo rogaba porque salga la luna para que alumbre el camino, porque la misa era a las doce de la noche, para mi era mágico”, confiesa. “Después volvíamos y todo el mundo a dormir, a nadie se le ocurría comer. Los dueños de la hacienda sí lo hacían, digo esto porque una vez me tocó ir hasta la casa grande para ayudar en la cocina”, subraya.

Doña Cela ha vivido siempre en el recinto La Envidia, un caserío ubicado en el cantón Ventanas de la provincia de Los Ríos. Sus pobladores son antiguos peones de la hacienda que les fue repartida a raíz de las reformas agrarias promovidas por las dos últimas dictaduras militares (1972 a 1979).
En cambio Isabel Acosta, de 35 años, sí vive la navidad como una fiesta. “Para mí el ajetreo comienza apenas entra diciembre, porque hay que armar el árbol, poner el nacimiento, comprar los regalos, la ropa, pensar qué se preparará esa noche y tantas cosas más...”, dice.

Ella vivió en La Envidia hasta los 18 años cuando se casó y se mudó a a Babahoyo. “Desde que me casé todas las navidades han sido con baile porque a mi marido y a mí nos gusta y ahora que los chicos son grandes ellos organizan la fiesta, yo me encargo de la comida”, explica.

Por el contrario, a Juan Carlos de la Vega, otavaleño de 27 años residente en Guayaquil, la navidad no le representa absolutamente nada. “Mi mujer y yo le hacemos un regalo a nuestra hija en cualquier rato y organizamos una comida cuando queremos, no necesitamos que llegue esta fecha para hacerlo”, expresa desde su local de la plaza San Francisco .

“Pienso que todos los símbolos de esta celebración están hechos para inducir a la gente a un consumo exagerado”, agrega con énfasis, mientras se aleja para atender a dos clientes que se han acercado atraídas por las coloridos ropas que se exhiben en el quisco.

“Soy el único de mi familia que no celebra la navidad”, aclara al regresar. “Mi mamá, papá y mis hermanos lo hacen en grande. Generalmente, se reúnen en la casa de mis padres y hacen una gran comida que tiene como plato central el chancho acompañado de buena cerveza y bailan mucho”. Y ¿lo invitan? “Sí claro, pero no voy. Ya saben que no es por ellos sino porque no estoy de acuerdo”, responde este comerciante cuya vida transcurre entre Guayaquil y Londres.

¿Cómo celebras la navidad? le pregunto a Tatiana Remache, una muchacha otavaleña de 15 años. Me mira con asombro y responde: como todos los años pues, con toda mi familia. “En este año, todos (abuelita, tíos, tías, primos, primas) nos reuniremos en mi casa. Por eso le pedí a mi papá que compraramos un árbol más grande. Toda la familia coopera para la comida. Unos traen el pavo, otros las colas y las cervezas. No bailamos porque mi papá dice que es una fiesta religiosa, solo conversamos”.

¿Misa del gallo? “No, nunca he ido, porque nosotros el 24 trabajamos hasta la noche, por eso la reunión navideña la hacemos el 25”, señala Tatiana, evidenciando, de paso, la proverbial dedicación al trabajo por la que es famoso su pueblo.

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