La música es la expresión del paisaje y el exilio latinoamericano
En la 54 Edición del Festival de Cosquín, Pueblo Nuevo, legendario grupo del canto popular de Ecuador y Latinoamérica, subió al escenario Atahualpa Yupanqui por cuarto año consecutivo.
Compartimos asaditos, almuerzos, cenas, guitarreadas, peñas y escenario en la prueba de sonido al rayo de un sol muy caliente que dejó a los artistas serranos al borde de la deshidratación. Tuvimos largas conversaciones recordando los duros años de Argentina que me tocó vivir en Ecuador y lo que ello significó. Estrechamos con emoción nuestros vínculos de amistad y lazos solidarios.
De una extensa charla, a modo de entrevista, con Miguel Mora Witt, uno de los fundadores del grupo, rescatamos la esencia, el compromiso, la seriedad y la pasión con que Pueblo Nuevo interpreta su propio cancionero y el de otros autores.
¿Cuándo surge Pueblo Nuevo?
En 1975. La historia se remonta a ese año en la facultad de Medicina de la Universidad Central de Quito, cuando 6 estudiantes fundamos el grupo con un denominador común que era el gran amor por la canción latinoamericana. No obstante nos dimos cuenta de que no todos podíamos manejar el timón del barco y que había que dividir un poco las tareas. Y, en ese recorrido, empezamos a aprender instrumentación latinoamericana, desde los inicios mismos de sus raíces. Entonces comenzamos por aprender a afinar y tocar un charango, un cuatro o un tres cubano, junto con las quenas, las zampoñas. Todo eso unido a las guitarras fue haciendo lo que en un principio, y desde siempre, se constituyó en la voz de lo que queríamos decir a través de la canción. Nos tomamos prestada la expresión del poeta argentino Héctor Agosti: cantar opinando, y desde entonces manejamos ese criterio. Y de Horacio Guaraní: hacer amigos es nuestro oficio, el otro derrotero que seguimos. Andar interminable por Latinoamérica, acompañados y acompañando amistades, afectos, dolores, discrepancias, solidaridades...
¿De qué manera conjugaron la medicina con la música?
Contrariamente a lo que se piensa, hay disciplinas que de distintas maneras y motivaciones guardan relación con la música: la medicina, las matemáticas, incluso la arquitectura. Muchos médicos tienen gran afición por la música, porque desarrollan el oído. En ese entonces, para nosotros fue muy estimulante unir talentos en una vocación que nació en paralelo con la preocupación por la política latinoamericana a la que nunca fuimos ajenos, siempre vinculados a los procesos de izquierda que se iban diluyendo indeclinablemente bajo las dictaduras, especialmente en el cono sur. Muchos años pasaron hasta que llegó el momento actual, hace 7 años se inicia un período que es para nosotros fundamental, el de Rafael Correa -Presidente de Ecuador- con quien hemos empujado desde nuestro oficio a la Revolución Ciudadana, de Patria solidaria.
Correa, que a veces los acompaña en el canto…
Sí. Él dice que es una voz en Pueblo Nuevo. Es un amante de la canción latinoamericana, tiene un gran repertorio en su memoria. Es satisfactorio para compartir esa faceta musical con el Presidente, y somos conscientes de la dimensión de Rafael sobre los cambios que requiere Latinoamérica, iniciando con los económicos. Él cree que los países latinoamericanos deben cambiar la matriz productiva, que hay que hacerlos competitivos, y también fuertes individual y colectivamente para protegerse y crecer desde sus convicciones y autodeterminación propias.
La música es la expresión del paisaje y del exilio latinoamericano...
Sí. Desde procesos diferentes, el del cono sur ha sido sumamente doloroso. Creo que no se asemeja a lo que sucedió en otros lugares de América Latina, a excepción de algunos países de Centro América. El Ecuador no ha estado exento, pues hubo represión, exilio y una marginación que contribuyó a la no consolidación de partidos políticos de izquierda. Pero pese a todo, nuestro país fue generoso con el asilo, la integración de muchos amigos que tuvieron una suerte de balsa para asirse y quedarse.
Hubo un gran choque cultural en la integración...
Algunos hábitos ecuatorianos cambiaron con la llegada de latinos de diferentes países: desde el saludo con beso, que no era común, hasta costumbres gastronómicas que acogimos, prácticas de las que nos apropiamos. Fueron épocas muy interesantes, que se nutrieron además del pensamiento de personalidades políticas y culturales, que nos permitieron crecer a todos.
¿Cómo llegaron a Cosquín?
Cosquín tiene una trayectoria muy importante, de más de 50 años, y teníamos la referencia del Festival como uno de los más grandes, por el que habían pasado figuras universales. La amistad con algunos de los compañeros organizadores del Festival ha posibilitado un hermanamiento que permitió que muchos artistas argentinos vayan a Quito, y nosotros a Cosquín. Esta es la cuarta vez, todas las presentaciones han sido distintas e inigualables. Cosquín es un Festival entrañable.
¿Y la respuesta del público?
Ha sido muy generosa y emotiva; en esta, la más reciente, creo que se juntaron algunas cosas: cantar 2 ritmos populares del Ecuador, el homenaje que hizo Cosquín a Carlota Jaramillo, cantar Ojos de Cielo con Víctor Heredia (en el próximo disco, que es el de los 40 años del grupo, hemos conversado con Víctor para incluir otro de sus temas, Bailando con tu sombra, Alelí, que, además -me contó- es una experiencia nacida del Ecuador, de una cárcel ecuatoriana) y concluir con una chacarera de Raly Barrionuevo, Chacarera del exilio, que es una canción que tiene un marcado acento de cambio social y una mirada latinoamericana muy fresca.
¿Hubo cambios en 40 años?
Hemos sido fieles a la canción social, a no renunciar a ella. Se ha trabajado mucho la poética, primero latinoamericana y luego ecuatoriana; se ha musicalizado a muchos autores y cantado nuestras versiones de canciones de algunos autores que nos parecen fundamentales. Buena parte del camino nuestro ha sido la canción propia, la canción de autor.