“La muerte de Roldós” conmueve en los barrios
Minutos antes de que comenzara la proyección, la solemnidad de la pequeña sala se rompió con el bullicio de quienes habían esperado afuera por más de una hora para ver la película cuyo nombre se identifica con el nombre de su barrio.
“La muerte de Jaime Roldós”, su primera imagen en la pantalla, se reflejó en el vidrio que protegía una parte del palco situado apenas a dos metros del suelo. El rostro del ex presidente ampliado, su mirada algo cubierta con los grandes lentes que llevaba, cubrió la sala y captó la atención de todos.
Entre la oscuridad, y tratando de no hacer bulla, algunos intentaban acomodarse en las rodillas de padres, hermanos y novios, durante más de dos horas. La incomodidad no fue problema para nadie.
El sonido de la máquina que reproducía la cinta por momentos interrumpía los diálogos de los personajes. Una luz que salía de la misma máquina, envolvió de color rojo el respaldar de las butacas.
Por momentos, algunos niños aprovecharon la sombra que proporcionaba para hacer figuras con las manos, mientras sus padres los reprendían para que pusieran atención en la película.
Bruscamente, la imagen de Abdalá Bucaram Ortiz pronunciando uno de sus discursos, arrancó risas en la sala. Al mismo tiempo, el calor comenzaba a disiparse, y con riesgo de que quienes no lograron entrar lo hicieran se abrió la puerta para que el frío aire que cobija por las noches la Cooperativa “Roldós” contrarrestara el calor de la sala.
Pero ni la alta temperatura ni el frío inmutaron a quienes veían cómo murió el hombre cuyo nombre lleva el barrio popular en el que viven, ubicado al norte de Quito. “La historia envuelta en una caja, como si se tratara de una tragedia privada”, susurra Georgina Melo, de 56 años, mientras ayuda a su hermana a acomodarse en una silla improvisada que le dieron.
Fuera de la sala, en las calles, el bullicio no se detiene, los locales comerciales siguen abiertos, a pesar de que ya ha pasado una hora desde que la noche cayó. Rezagos de los festejos del Día de la Madre quedaban desperdigados por las calle, flores, papel de regalo y una que otra botella de licor. Pero en el interior del cine, cada imagen captaba más la atención de los presentes.
Mientras los informes y las conspiraciones que se dieron en el gobierno de Roldós pasaban una y otra vez por la pantalla, los gestos de admiración se reflejaban en los rostros de los espectadores. Algunos se llevaban la mano a la mejilla y luego la deslizaban por la boca; otros movían la cabeza en gesto de negación y por momentos cerraban los ojos.
Las imágenes fueron variando entre blanco, negro y a color; multitudes llenando plazas y estadios de Quito y Guayaquil gritando el nombre de Roldós hicieron emocionar a algunas personas de la tercera edad. Más de una lágrima se derramó en el momento en que se vio cómo los féretros del ex presidente y su esposa fueron velados en el Salón Amarillo del palacio de Carondelet, luego de su última aparición en el Estado Olímpico Atahualpa, aquella mañana del 24 de Mayo de 1981.
Dos horas y media después fueron los aplausos los que por segunda ocasión rompieron el silencio de la sala, mientras el director de la película Manolo Sarmiento escuchó por 40 minutos cómo jóvenes y adultos se empoderaron de una etapa de la historia que siempre fue silenciada. “No es posible que durante tantos años no haya existido algo que nos recuerde lo que pasó con este legado. Fue una tragedia para el Ecuador, para los cambios, para los avances, un dolor compartido”, dijo César quien estuvo acompañado de su esposa y sus hijas.
Quienes vieron la noche del domingo la película “La Muerte de Roldós”, en el Centro de Desarrollo Comunitario, se preguntaban cuántas vidas ha perdido Ecuador tratando de buscar la defensa de los Derechos Humanos. ¿Cuántas víctimas silenciosas han quedado olvidadas? Sebastián, de 22 años, señaló que aunque no vivió la época, aun escucha a su familia comentar sobre la muerte de Jaime Roldós. La pregunta que queda pendiente es ¿por qué?