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Entrevista / Rubén Mendoza / Cineasta Colombiano

"La misión del cineasta es articular la poesía"

Rubén Mendoza, cineasta colombiano
Rubén Mendoza, cineasta colombiano
Foto: Gabriel Vásquez / La Casa Cinefest
25 de julio de 2017 - 00:00 - Redacción Cultura

Rubén Mendoza (Boyacá, 1980) es el tipo de artista a quien no le esperanzan los discursos políticos positivos. Durante su última visita al país conversó con este diario sobre lo que mejor sabe hacer: incordiar a través del séptimo arte.

¿Se ha repuesto Colombia de la guerra y de la violencia?

Mi país sale siempre arriba en la lista de las naciones más felices de la Tierra. Y para llegar al primer lugar en eso se necesita ser muy indolente. Colombia seguramente es más delirante y angustiado que otros lugares porque ha permitido que ciertos extremos se junten con más facilidad y de manera más aberrante, pero ahí es donde estará mi cámara, por casualidad, por decisión y por vocación.

¿No es la felicidad, o la parranda como llaman en El Caribe a la fiesta, una forma de sobrevivir?

Pero eso acarrea mucha indignidad, entonces no se trata de una felicidad tan pura porque termina basándose en la amargura de muchos otros. La gran peste de la Tierra es la superpoblación: mientras más gente haya, más se van a agravar las cosas. Uno tiende a decrecer y es algo natural en cualquier especie, incluso en los microbios que acaban con la manzanita y llegará un momento en que ya no haya de dónde morder.

Siento que todo se agrava pero, al mismo tiempo, las islas crecen también, el pensamiento surge, la celebración de la anarquía, el júbilo y el gozo de la creación. Mientras más chiquero se vuelve esto, pues también aparecen más perlas.

Se ha dicho que el cine es un arte menor, ¿qué piensa sobre eso?

No me importa que lo sea o no,  tengo esperanza en seguir ejerciéndolo. Aunque cada proyecto implique unos años, de creatividad y de gozo, me considero el primer espectador de mis películas, al igual que el equipo. Somos espectadores de un momento, de una sensación y de un espíritu. Ni siquiera tengo esperanza en cuanto al cine; tengo ganas y lo que vale es la supervivencia. Hay muchos consuelos en el mundo, pero el cine es una manera de atravesar el tedio de la existencia de una manera muy digna, con encuentros maravillosos delante y detrás de cámara.

¿Siempre es inconveniente hablar de cine nacional o regional?

Es que soy una persona que no cree en las fronteras, las considero arbitrarias, caprichos de gente poderosa que necesitaba que un lugar llegue hasta un sitio y después empiece otro. Digamos que las fronteras en las que creo son las naturales, como ríos, cordilleras y el mar. Pero me parece muy difícil decir: ‘Hasta aquí que es Leticia, se hace cine colombiano y a partir del río, es brasileño porque eso es Manaus’, por ejemplo.

Tal vez haya un conjunto latinoamericano, pero únicamente hay cine del mundo y el mundo es uno solo. Lo que pasa es que como en las regiones hay problemas comunes, pues se hacen coro y sus temas se pueden relacionar, pero no creo que haya una estética que pueda definir a un cine como colombiano o mexicano por encima de lo verbal, del acento.

De forma similar a Ecuador, hay quienes generalizan y dicen que el cine colombiano es malo...

Me parece que eso es natural en un pueblo ignorante, que no quiere ver su historia y que está soñando con las historias de otras partes. Es natural también en una sociedad en la que hay una especie de esclavitud legal. Los esclavistas, feudos o amos de antes por lo menos tenían que responder por la vivienda de sus esclavos y su alimentación. Ahora, con el premio de consolación que es el salario, se lavan las manos y la gente, con sus jornadas de trabajo no va a querer meterse a un cine a reflexionar sobre su vida cuando lo que tiene que solucionar es su hambre y la de los suyos a través del trabajo. Es natural que desprecien su historia.

Pero también hay excepciones...

La unanimidad es muy sospechosa, sí. Prefiero el arte que divide. La misión del cineasta es liberar a las cosas de explicaciones y articularlas en poesía. Y en países donde, por momentos, la educación ha sido fundamental, el cine se vuelve importante, trascendental como la pintura o la poesía. (I)

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