Entrevista / Gabriel Salazar / Sociólogo Chileno. Premio Nacional de Historia
"La gente tiene miedo de que su verdad se conozca"
“La memoria nos obliga a trabajar con sujetos vivos, entrevistarlos, estar y jugárnosla con ellos para escribir la historia que ya no solo es documentarse sino hacer un proceso histórico”, dice el historiador Gabriel Salazar.
La experiencia propia y su expresividad cultural (el arte y la música) circulan por el oficio que lo trajo a la Feria del Libro de Quito, en la que presentó su más reciente ensayo y durante la cual habló sobre un estudio inédito. Esta conversación la publicará completa la revista CartóNPiedra el próximo domingo.
¿En Chile sigue siendo complicado hablar de lo que pasó el 11 de septiembre de 1973?
Hay mucho respeto por los muertos y eso implica que la figura de (Salvador) Allende sea intocable. Muchos no aceptan que él se suicidó en honor de una Constitución ilegítima, sin dejar al pueblo con una construcción necesaria en un momento que se estaba dando un golpe de Estado. Eso habla mal de la figura del expresidente como líder popular y eso no le gusta a mucha gente que lo respeta por ser un hombre que, mal que mal, sacrificó su vida en función de lo que él creía. Criticar a Allende hoy es mal visto en general por la vieja gente de izquierda, no por los jóvenes.
¿Los agentes de la dictadura tuvieron una clase intelectual a su servicio antes de ese golpe de Estado?
La derecha chilena nunca ha tenido una intelligentia que la nutra de conocimiento, teoría y cultura; siempre ha sido muy pobre intelectualmente. Muy indefinida teóricamente, ha fluctuado en un nacionalismo patriotero añejo, del siglo XIX... defiende las fronteras y no quiere entregar un centímetro de mar a Bolivia, por ejemplo.
La derecha chilena es semicorporativista, un poco fascista. Y siempre recurre a los militares para que le aseguren un sistema de dominación. No sabe muy bien lo que es el liberalismo puro, es librecambista en lo económico, pero no liberalista en lo cultural. Durante mucho tiempo se sintió aristocrática, nunca burguesa. Eso hace que no tenga una claridad intelectual y conceptual para proponer el país desde un plan de desarrollo, para identificar su posición como tal frente al mundo o la sociedad chilena. A lo largo de la historia ha tenido que traer de fuera misiones y comisiones, importar economistas que expliquen lo que está pasando y le enseñen lo que hay que hacer. Los Chicago boys —con Milton Friedman y compañía— fueron los últimos invitados.
¿Alguna vez la derecha chilena ha tenido artistas a su favor?
Los únicos que han tenido son Los Quincheros, que son viejísimos. Pero que son una figura absolutamente falseta, la de tener canciones populares cuando deberían ser canciones aristocráticas, no las del pueblo dominado. Pero nadie cree en ellos. Todos los artistas son de centro izquierda. Y las élites dominantes, que se rigen más bien por el mercado internacional, siempre tratan de justificarse nacionalmente, apoderándose de la cultura popular. En el caso de Chile, el principal representante de la cultura europea, de los consorcios extranjeros, es Agustín Edwards (Eastman) y todas las semanas aparece vestido de huaso en fotografías de su periódico —El Mercurio—. Pero el huaso chileno es el mestizo, que andaba a caballo.
La clase patronal estilizó la vestimenta del huaso, la dibujó de otra manera y la clase alta chilena se viste así para legitimarse nacionalmente, adoptando la cultura popular para ciertas fechas. Así la música y todo. Ellos se lo creen, pero el pueblo siempre ha tenido su propia cueca, no la de salón que bailan los ricos sino la ‘cueca brava’, que es la que se baila en los bares de las poblaciones y nada tiene que ver con la otra.
¿De qué forma asimila ‘el país de la estrella solitaria’ una integración latinoamericana?
La élite chilena siempre ha sido adicta a integrarse a Europa, es dependiente desde Bernardo O’Higgins (1778-1842), que, por su origen irlandés, siempre buscó la alianza con Inglaterra y desestimó la alianza, a través de José de San Martín y (Simón) Bolívar, hacia el mundo americano. Igual que Diego Portales (1793-1837), comerciante.
Con (Augusto) Pinochet (1915 -2006) eso se remarcó. Hoy la élite chilena no es, en absoluto, latinoamericanista. Se está jugando por el Pacto del Pacífico (Estados Unidos, China, Japón, Nueva Zelanda, México, Colombia, Perú) y le vuelve la espalda a Unasur o Mercosur. Por eso las canciones de Inti-Illimani, por ejemplo, le suenan añejas. En la práctica, la élite chilena está forzando a los gobiernos de la Concertación a jugarse por ese pacto (...) y no hay en el Chile de hoy un proyecto latinoamericanista sólido en lo cultural, mucho menos económico.
¿De qué forma valora su país al intelectual que, como usted, estuvo en el exilio?
No se ha hecho un estudio profundo sobre eso. Sería muy difícil hacerlo porque el exilio fue muy disperso, en el mundo entero. Hay colonias por todas partes y la mayoría de esa gente se quedó fuera de Chile. Hubo un retorno de un 20 o 25%, digo yo, y no fue bueno para la mayoría.
En este momento hay 37 mil expresos políticos que fueron exiliados. De ellos, más de la mitad están viviendo en condiciones extraordinariamente deplorables porque cuando los tomaron presos y fueron torturados tenían 21 o 22 años. No alcanzaron a terminar sus estudios, definir su profesión ni establecer redes sociales de apoyo y están mal, en huelgas de hambre.
No se ha investigado la historia del pueblo exiliado en su conjunto, que en total son más de un millón de personas, una generación joven que Pinochet aprisionó, torturó, exilió y le prohibió volver sacándola del escenario histórico-político. Por eso la transición de la dictadura a la democracia la hizo la generación vieja, como (Patricio) Aylwin o (Ricardo) Lagos. No los jóvenes cuya generación fue destruida.
El Premio Nacional de Historia de Chile (2006) escribió un libro sobre los torturados (Historia de la Villa Grimaldi, 2014-2015). El primer volumen está publicado pero otro —basado en los testimonios de quienes, como él, pasaron por esa villa— aún no se imprime.
“Cometimos errores —dice el autor—, los milicos torturaron, la izquierda se torturó a sí misma... La gente tiene miedo de que su propia verdad se conozca”. (F)
Presentación de libro
Benedetti musicalizado se presenta en la FIL
Jorge Basilago (Buenos Aires, 1974) y Guillermo Pellegrino (Montevideo, 1968) presentan hoy en la Feria Internacional del Libro, a las 19:00, el libro ‘Benedetti musicalizado’ (Casa de la Cultura Ecuatoriana). El trabajo hace un repaso histórico de la interacción música-literatura; el análisis contextualizado de la obra ‘musical’ de Benedetti. Los primeros poemas musicalizados de Mario Benedetti se conocieron a inicios de los años ’70 del siglo pasado, coincidiendo con la aparición de la llamada Nueva Canción Latinoamericana. Pero, más allá de que el autor y muchas de sus composiciones iniciales mantuvieron claros puntos de contacto éticos y estéticos con aquel movimiento y sus cultores, Benedetti nunca se integró formalmente a esa corriente.
El poeta uruguayo supo trascender los límites del compromiso más inmediato para construir un cancionero donde lo humano es el punto intemporal de partida y llegada. (I)