La FIL habla de la palabra en las tablas
Este año, la Feria Internacional del Libro (FIL) de Guayaquil acoge gustosa también el teatro, género dramático en torno al cual se han armado presentaciones, mesas de debate y conversatorios.
La noche del viernes, el actor chileno Carlos Genovesse montaba el monólogo “Textículos ejemplares”, adaptación de la obra del mismo nombre de su amigo y paisano, el dramaturgo Jorge Díaz.
Una de las primeras historias de este monólogo abordaba la duración del amor. “¿Es eterno?” preguntaba Genovesse por un teléfono imaginario a Pablo Neruda. “Y respondió ‘sí. Dura cinco años’”.
Contada en el Auditorio Simón Bolívar, del antiguo MAAC, la obra narra una serie de historias de amor en primera persona.
Durante la presentación, Genovesse intercalaba una reflexión acerca de la necesidad de las personas de escuchar palabras de amor, una dependencia análoga a la que se genera entre la palabra y el monólogo. “Si la obra no es puesta en escena, no pasa de ser literatura”, decía Carolina Vivas, dramaturga de Colombia, al día siguiente de la presentación de Genovesse, en la sala Nela Martínez, donde se abría una mesa de debate que tenía como invitada especial a la colombiana, directora de Umbrales Teatro.
Era el primero de los conversatorios en el que participó Vivas, dentro de la actual FIL de Guayaquil, y en esa ocasión contaba con la participación de Bertha Díaz, del Laboratorio de Teatro del ITAE.
La discusión era, precisamente, la fuerte relación entre la literatura y el teatro. En algún punto, la discusión se había desviado hacia la amplia libertad que ofrece el género de las tablas a la hora de convertirse en manifestación artística. “Actualmente, la ausencia de un sistema representacional al cual acogerse obliga y permite a los dramaturgos y lectores crear sus propios trámites”, decía Vivas, refiriéndose a las distintas formas de narrativa existentes en la producción teatral contemporánea.
Sin dejar de lado el hecho de que el evento se desarrollaba en el marco de una feria del libro, el conversatorio recibió el nombre de “Dramaturgia textual vs. dramaturgia espectacular”.
Por su parte, Díaz había expresado al inicio su descontento por no contar en la misma mesa también con un dramaturgo nacional. Ya dicho lo dicho, prosiguió con el diálogo entre las tablas y la palabra.
Para fundamentar al teatro latinoamericano, “pienso mucho en Bertolt Brecht, que hacía una figura paradigmática en que decía que el modelo de escritura debía ser una mezcla de texto, fotografía, documentación, que el lenguaje y la escena no eran la palabra y la acción, sino el gesto, que tiene todo eso”, dijo Díaz, y agregó que “América Latina ha acogido muy bien ese cambio de perspectiva. La palabra no nos basta”.
Siguiendo la línea de la multiplicidad de los elementos narrativos, Vivas dijo que “la dramaturgia textual responde a las necesidades de la dramaturgia espectacular”, y contó el proceso de creación de “Gallina y el otro” (obra sobre las víctimas de la guerrilla), producida por Umbrales y exhibida en el país hace 10 años.
Según Vivas, “allí se buscaba un teatro pertinente. No se trataba de graficar la masacre, sino de cómo abordar el presente y cómo alejarse del amarillismo y el patriotismo”, difícil labor, dentro de este “complejo entramado escénico en el que confluyen diversas dramaturgias”.