El Quinteto debutó ante 400 espectadores, el 3 de mayo, En ibarra
La Estudiantina expone la identidad del bandolín
Las estudiantinas estaban conformadas por músicos vestidos según la tradición universitaria que iban tocando y cantando por calles españolas y latinoamericanas. En la música, el aprendizaje nunca termina y un quinteto de instrumentistas -cuyo trabajo se acerca a las 4 décadas de cultivar melodías nacionales- se formó en Quito con Antonio Cilio (bandolín y percusión); Esteban Rivera; Julio Andrade y William Guncay (guitarras y bandolines); y, Wilson Haro (bajo), quien también es el director. La cantante Andrea Cóndor se ha sumado al proyecto que tiene un punto en común: varios de sus integrantes pertenecen a la Orquesta de Instrumentos Andinos del Ecuador (OIA).
En el Centro Cultural Mama Cuchara -donde cada tarde ensaya la OIA, también bajo la dirección de Haro-, el bajista caracteriza a su grupo de más reciente conformación: “No podríamos hacer una estudiantina como las de los años 40 o 50 del siglo XX, teníamos que hacer una con nuestras experiencias y que sea una propuesta más vigente sobre lo que es el mundo hoy”.
La identidad, instrumental y de género, es algo que sí se conserva en la Estudiantina Nacional. Los acordes que entona van de lo barroco-latinoamericano a lo universal y el bandolín -ese instrumento de cuerda, en forma de pera y fondo chato, con cinco conjuntos de cuerdas- es elemental. Mientras Cilio pone sus manos sobre las cuerdas, dice que quisiera internacionalizar el instrumento y es lo que hicieron, a través de un variado repertorio, en un recital-debut que dieron en la Casa de la Cultura Núcleo de Ibarra (provincia de Imbabura), el 3 de mayo, frente a 400 personas.
En su primer concierto, los arreglos -de temas como el pasillo fúnebre ‘Encargo que no se cumple’, de Marco Tulio Hidrobo; el vals ‘Charito’, de Carlos Armando Hidrobo; o la entrañable ‘Si no puedo olvidarte’- estuvieron a cargo de Wilson Haro López y los ensayos individuales son permanentes aunque el grupo suele reunirse los sábados en el tradicional barrio La Vicentina, en el oriente de la ciudad.
Si el tiple y la bandola son instrumentos identitarios de Colombia; el cuatro y otra bandola son reconocibles en Venezuela; y el bandoneón es inseparable de los argentinos, la Estudiantina tiene como objetivo hacer conocer “los bandolines y la manera ecuatoriana de tocar la guitarra”, según Cilio. La interpretación será tradicional pero el repertorio, universal, como toda música.
Un grupo de estudio en que destacan las cuerdas ecuatorianas
“Buscamos ser muy afectuosos, directos y cercanos en el arte, en la comunicación de identidades con el público, a veces sin usar palabras sino en la forma como se ejecutan las músicas”, dice Wilson Haro antes de informarle a este diario que la Estudiantina Nacional, que se ha planteado como una agrupación de estudio, tiene planificado grabar discos y videos, que se difundirán en la plataforma digital YouTube.
A fines de junio se podrán ver los productos de la Estudiantina, además de varios conciertos para los que ensayan semanalmente pese a que no se han definido los lugares en que se presentarán.
Fandangos ecuatorianos, tangos, milongas, joropos venezolanos y shoros brasileños están componiendo el repertorio de la Estudiantina Nacional. “Queremos demostrar que podemos interpretar esa música con nuestros instrumentos”, dice Antonio Cilio, quien adquirió el bandolín con que ensaya en la OIA en la casa de un lutier en Turubamba, en el sur de Quito. Los lugares en que se comercializa este instrumento no escasean pese a que, al igual que el requinto, no se enseña su interpretación de manera estandarizada. El maestro Gorky Campuzano da clases de bandolín en el Conservatorio Superior Nacional de Música.
Haro le echa una mirada al pasado para dar cuenta de la importancia del instrumento cuyas órdenes (conjuntos de cuerdas, triples y dobles) suelen entonarse con plectro (púa) o a mano. “El bandolín tuvo un proceso y auge a finales del siglo XIX y principios del XX, hubo sitios de desarrollo del virtuosismo en la música porque no había orquestas sinfónicas ni bandas (que integraran a este instrumento)”.
Compositores como Carlos Amable Ortiz (1859-1937) habían conformado estudiantinas que, con la Revolución Liberal, se “polarizaron”, en palabras de Haro: en gremiales (de zapateros, artesanos de cuero o sastres) y de cofradías (de Santa Marianita, Santa Cecilia o la Estudiantina Quito). “La falta de una política pública llevó a que estos lugares de lo virtuoso cayeran en desuso y que solo se impulsara en otras bandas posteriores”.
El bandolín nacional ha acompañado melodías folclóricas de músicos otavaleños que han recorrido Europa, por poner un ejemplo de su recorrido por el mundo. Imantag (Cotacachi), también en la provincia de Imbabura, es otro de sus nichos al igual que las fiestas de San Juan, el Inty Raymi, las Octavas de Cayambe (Zuleta) o la ciudad de Cuenca. (I)