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La educación debe ser la utopía de nuestro tiempo

La educación debe ser la utopía de nuestro tiempo
15 de agosto de 2013 - 00:00

¿Quién es? Nombre completo: Marc Augé. Profesión: Antropólogo. Nacimiento: 2 de septiembre de 1935 (Poitiers, Francia). Experiencia: Profesor de Antropología y Etnología, Director de la Oficina de Investigación Científica y Técnica de Ultramar, ambos en la Escuela de Altos Estudios de Ciencias Sociales de París. Fue director del Centro Nacional de Investigación Científica de Francia.

Marc Augé (Francia 1935) es uno de los antropólogos más importantes de su generación, en la que se inscriben Fernand Braudel y Francois Furet, viajero incansable. Sus críticas a la modernidad han permitido analizar algunos problemas fundamentales en nuestras sociedades contemporáneas: el individualismo, la dominación de las redes sociales, dando lugar a una nueva forma de vivir juntos: ¿entramos al final de una etapa en la historia?

Augé da una mirada escéptica y al mismo tiempo optimista a este momento de nuestra historia.

¿Cuáles son los "no lugares" que usted define como espacios donde la identidad queda suspendida? ¿En este tiempo, el "no lugar" podría ser el espacio cibernético?
Bueno, teóricamente un no lugar es ese espacio en el cual no se pueden leer las relaciones sociales, a diferencia de lo que podríamos llamar el lugar antropológico, donde hay un acomodo inmediato entre la organización social y el espacio. Cité en un inicio ejemplos de no lugares empíricos: las autopistas, los espacios de consumo y los de comunicación como la televisión e  Internet. La paradoja aparente es que se supone que la comunicación pone en relación a los individuos, pero habría que saber qué entendemos por “relación”. Esta comunicación trasciende el espacio. De ahí las metáforas de los internautas que navegan y surfean sin moverse de su sitio. La relación entre uno y otro pasa por el lenguaje, por el espacio y el tiempo: se construye. En el ciber-espacio el contacto es instantáneo y la identidad está enmascarada; puede procurar materia para juegos que acentúan la impresión de estar “con alguien”, pero no las relaciones. Es solo un medio, y nos servimos de él para engañar a nuestra soledad, en realidad, se trata de una ficción. El mundo cibernético no es en sí un “mundo social” sino un apéndice que debe ser cuestionado en su influencia sobre las relaciones sociales, sobre todo, su relación con el poder.

Como antropólogo, ha visitado ciudades como Caracas o México. ¿Qué le sugieren los nuevos espacios inmensos donde la persona debería ser elemento clave? ¿Se crean ciudades donde realmente se puede vivir, o solo se fabrica encierro y aislamiento?
De manera general hay mucho que decir sobre el mundo urbano. El mundo entero se urbaniza y he hablado de un “mundo-ciudad”. Los grandes arquitectos construyen monumentos que imponen el “color global” al “color local”·, las grandes empresas internacionales son sus sucursales, imponen las mismas cadenas hoteleras en todas partes que invitan al consumo.
Por regla general, las grandes metrópolis se convierten en “ciudades mundo”, los centros históricos atraen a los turistas y una inmensa mayoría se desplaza en las periferias. No solo la ciudad produce soledad, habría que hablar del desempleo, de las condiciones de trabajo, de la política. Pero, sí, la ciudad es el lugar donde la soledad es más evidente.

Justamente, este tema del "vínculo social" que se ve tan afectado en ciudades como París o Nueva York, y que empieza a manifestarse también en ciudades como Sao Paulo o México DF: La soledad. ¿Qué nos está llevando  a olvidarnos de este tema, el problema del vínculo humano, de crear lugares donde la gente se mezcle, se hable, se mire?
El hombre es un ser social que necesita de relaciones simbólicas, es decir, que estén inscritas en el espacio y en el tiempo. Frente a los problemas actuales, podemos imaginar “políticas de la ciudad” más o menos innovadoras y eficaces, también podemos interesarnos en ciertas maneras de solidaridad o de simple contacto que se ubican en los espacios urbanos: las iglesias, los restaurantes, los comercios, la imaginación popular tiene recursos inmensos.

Las “redes sociales” no son más que una metáfora y no crean relaciones. Solo pueden existir si esta relación existe de antemano. Las redes sociales son, por otro lado, el fruto de la sociedad de consumo; además, la expresión solo esconde soledad. Barack Obama se enorgullecía de tener miles de amigos en Facebook, es demasiado para una sola persona. Las redes sociales son una forma de confesar una soledad, un síntoma.

Hace unos días comentábamos la película de Godard, “El final del lenguaje”, sobre todo el hecho de que la comunicación monopolizaba el lenguaje en general a través de los llamados "medios de comunicación". El lenguaje se está volviendo liso, uniforme, pobre en símbolos, y está siempre en metástasis con la realidad, es casi imposible arrancarlo a ese medio tan inhospitalario que es la realidad vista como una línea recta, monótona... ¿qué va a pasar con el lenguaje?
Cuando hablo de relación hablo también de lenguaje. La convivencia entre la aparición del lenguaje y el sentido social que evoca Lévi-Strauss en sus libros está vigente y se puede seguir leyendo en dos sentidos: lo que amenaza a una sociedad, amenaza también a todo el conjunto. Si el lenguaje se pierde, la relación también desaparecerá. En un sentido, lengua y sociedad tienen destinos iguales.Una sociedad sin lenguaje regresaría a la barbarie.

La educación es un tema fundamental en varios países. En Chile se reclama una educación gratis, en el Perú, es un tema sensible, y es importante que se piense en una educación gratuita que forme personas autónomas, que no promueva solo los diplomas si no un verdadero aprendizaje, creo que una vez usted dijo algo como que ir a la universidad "no es para tener después un trabajo", sino para aprender, solo por el placer de aprender y de saber enfrentar la vida... Me sorprende que en Francia la educación sea también un problema grave, problemas con el analfabetismo y la lectura, ¿será eso lo que explica el éxito del Frente Nacional, nos estaremos volviendo analfabetos?
La educación es o debería ser la gran utopía de nuestro tiempo, una utopía realista, una utopía en la cual los lugares sean múltiples (por todas partes, el planeta entero). La utopía de la educación reposa sobre dos principios: el único fin de la existencia humana es el conocimiento; y este fin debería poder ser compartido por todos. Sin embargo, sucede lo contrario, la desigualdad del acceso al conocimiento crece por todas partes a pesar de algunas voluntades políticas. Crece tanto en Estados Unidos, Europa, como en los países emergentes. Y sí, creo que esta adhesión a las doctrinas de extrema derecha está ligada a la pérdida de educación (no solo a la falta de conocimiento, sino al rechazo del pensamiento libre y racional). El mundo se abandona a las formas diversas del totalitarismo político y político religioso.

Leía El maestro ignorante, de Jacques Rancière, donde habla de Jacotot. En realidad hay muchas personas que se inspiran en América Latina en su idea de la educación, esa apuesta por la capacidad de cada persona para comprender. ¿Es también un problema de confianza? Es decir, confiar en nuestras posibilidades de comprender y pensar, ¿no?
Las innovaciones fecundas en materia de pedagogía pasan en efecto por una confianza absoluta en la capacidad de cada uno. La fórmula de Sartre “Todo hombre, es todo el hombre”, encuentra también su consecuencia práctica. ¿Cuáles son hoy en día las perspectivas de acceso del hijo de un profesor a Harvard y la hija de un campesino afgano?
La utopía de la educación parte de la constatación de que no hay nada en los genes de ambos muchachos que explique una desigualdad semejante. Toda política digna de ese nombre debe ser voluntarista y el individuo debe ser su preocupación suprema. Una persona libre da todo el sentido a la relación con la política.

Su más reciente libro, “Futuro”, ¿cómo ve el futuro?
Nuestro problema de futuro es el cambio de escala, la tecnología es global, el mercado económico quiere lo mismo, pero, las sociedades no lo son. Priman las desigualdades y, sin embargo, nunca hemos estado  tan conscientes de pertenecer al mismo planeta. El futuro representa dos cosas contradictorias: de un lado la ciencia hace progresos enormes y no sabemos lo que será nuestro conocimiento en cincuenta años, del otro lado, nos encaminamos a una sociedad planetaria en tres niveles: los que poseen, los consumidores, y los excluidos, entre los cuales las distancias son cada vez más grandes.

Después de Lévi-Strauss la antropología no ha encontrado la acogida que pudo tener con libros como Tristes Trópicos, ¿tiene que ver con la crisis de la lectura, o es que vivimos una verdadera revolución en la forma de conocer, una manera más sintética e inmediata?
De manera general, creo que ni la lectura ni el libro están muertos. ¿Están en peligro? Sí, de una parte, la incomprensión de la lectura y el analfabetismo crecen objetivamente en el mundo, y de otra parte, la imagen, los medios y la pantalla ocupan todo el terreno. Pero el hombre es un animal simbólico y podemos notar que persisten algunas formas remarcables de resistencia de la escritura tradicional. De otro lado, la transición actual es tan grande que es difícil seguirla y comprenderla en todos sus detalles y simultáneamente.

La crisis no es solo económica, es también social y cultural, cierto. Es cultural en el sentido de que una gran mayoría vive la globalización como desarraigo, emigración obligada, sin que existan acuerdos simbólicos que definan esta cultura globalizada. Desde ese punto de vista, podríamos decir que no hay coincidencia entre la mundialización política parcial (ONU), la globalización tecnológica y económica que terminará por ser hegemónica, y la planetarización cultural que crea intercambios inmediatos entre diferentes expresiones artísticas y literarias.

COLONIZACIÓN Y MODERNIDAD: QUIÉN ES AUGÉ

Antropólogo especializado en etnología, Augé ha sido profesor  en el École des Hautes Études en Sciences Sociales. Ha liderado varios planteles de investigación, entre ellos el Centre National de la Recherche Scientifique.

Hizo sus primeras investigaciones en África (Togo y Costa de Marfil), donde estudió el fenómeno antropológico de la decolonización.

En 1980 viajó a América Latina, en concreto a Argentina, Venezuela, Bolivia y Chile, donde realizó estudios centrados en  las relaciones del entorno y las personas. En su investigación siempre se interesó por las transformaciones y concepciones contemporáneas del espacio y el tiempo.

Además de su teoría del no lugar, creó el término hipermodernidad (o sobremodernidad), con el que se refiere a la situación actual de la sociedad, que considera marcada por la rapidez, el consumo y el movimiento, a partir de la que se generan nuevas individualidades.

En un ensayo para La Nación de Argentina, la periodista Luisa Corradini lo llama “uno de los últimos monstruos sagrados que quedan en Francia”.

DATOS

Marc Augé acuñó el concepto no lugar, que se refiere a los lugares de transitoriedad que no tienen suficiente importancia para ser considerados como "lugares".

La contraparte de los no lugares son los lugares antropológicos, que sirven para describir a los espacios vitales o donde se dan las relaciones interpersonales.

Algunos intelectuales han cuestionado en los últimos tiempos la tesis de los no lugares, al considerar que si un lugar es un generador de derechos, el no lugar sería un espacio de no derechos.

Últimos libros. Futuro (2012), La comunidad ilusoria (2010), Por una antropología de la movilidad (2007) y Diario de guerra: El mundo después del 11 de septiembre (2002).

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