La doctrina marina de Mahan
Durante la última década del siglo XIX tuvo lugar un notable fortalecimiento de la ideología y la doctrina imperialista estadounidense. La creencia en el Destino Manifiesto de la nación norteamericana cobró renovados bríos al converger en ella las ideas de superioridad racial, el darwinismo y el milenarismo puritano. Como sustento ideológico del imperialismo se fue generando toda una corriente intelectual y propagandista de las virtudes del pueblo estadounidense y de su capacidad redentora de los males que aquejaban a la región latinoamericana. Este nuevo frente tuvo a su máximo representante en el oficial de la marina Alfred Thayer Mahan, por otra parte iniciador, según el historiador J. B. Duroselle, de una “nueva era” caracterizada por el ascenso de los estrategas militares y de los intelectuales orgánicos del imperialismo.
Nacido en 1840 en la academia militar de West Point, donde su padre era un afamado catedrático y entusiasta admirador de Napoleón Bonaparte, Mahan ingresó a la Marina, donde hizo una carrera sin sobresaltos ni resplandores. Fue guardiamarina en 1856 y se retiró como capitán de navío en 1896. Diez años más tarde fue designado almirante de la reserva, falleciendo a fines de 1914. Su obra más importante fue su primer libro, The influence of sea power upon history, publicado en 1890. Además de éste, escribió otros trabajos, dedicados a la importancia del control marítimo durante la revolución francesa y el imperio napoleónico, una biografía del almirante Nelson, y más de 150 artículos.
Como uno de los más relevantes intelectuales orgánicos del “jingoísmo” ultranacionalista y patriótico del Partido Republicano, Mahan predicaba la necesidad vital del expansionismo estadounidense como única vía para la conversión de esta nación en una auténtica potencia. En este sentido, el objetivo de Mahan no era otro que el de convertir a los Estados Unidos en una potencia regional, de clara influencia a nivel mundial. Teniendo en cuenta que para lograr esa finalidad era necesario desplazar a Gran Bretaña, recomendaba una acelerada política de desarrollo comercial, sustentada en la conquista de nuevas plazas coloniales a partir de la utilización de una importante flota naval y de una lógica militar expansionista, de modo que la construcción de una moderna armada se convertía así en un elemento de primerísima necesidad.
En la visión de Mahan (que a estas alturas también podemos definir como la visión del propio Estado norteamericano) el área de El Caribe recibía un tratamiento de suma importancia por su ubicación estratégica como fuente de recursos y muro de contención para la todavía débil potencia americana. La barrera natural defensiva incluía, en primer lugar a Cuba, seguida de Puerto Rico, de Haití y de algunas islas de las Antillas menores. Mahan planteaba también la necesidad del control sobre América Central, ya que su dominio aseguraba, al mismo tiempo, la posibilidad de profundizar su influencia en el Pacífico norte, influencia que era cada vez más profunda a partir de sus posesiones en las Filipinas, Hawái y Samoa. Ambos océanos podían ser así vinculados dentro de un mismo espacio comercial y militar, aunque para ello, resultaba necesaria la construcción de un canal que atravesara al continente de este a oeste.
Por último, Alfred T. Mahan también se convirtió en uno de los principales defensores de la soberanía estadounidense en Centroamérica y también en América del Sur, donde se buscaba desbancar al imperio británico porque era una región en la que todavía éste gozaba de fuerte influencia. Los objetivos resultaban muy claros: construir y controlar un canal ístmico y convertir al Caribe en un Mare Nostrum, restringiendo la presencia europea en el área. En este sentido, y después de la Guerra de 1898, el capitán Mahan y otros oficiales propusieron el control militar de Guantánamo (Cuba), una base en la Isla Culebra (Puerto Rico), la bahía del Almirante y el lago Chiriquí (Centroamérica), la cesión de las Islas Galápagos, y la creación de bases navales en ambas costas oceánicas: en parte de Ecuador, en Chimbote (Perú) y en la bahía de Brasil.
Ya sea por factores económicos, por elementos de orden estratégico o simplemente por una cuestión ideológico-política, lo cierto es que América Central cobró un valor significativo para Mahan y, junto con él, para los presidentes estadounidenses, sobre todo después de la guerra de 1898, en la que incluso se llegó a pensar que la seguridad de la potencia del norte dependía de su dominio sobre esta región.
La construcción de un canal en el área no solo aseguraría el poder norteamericano en esta porción del continente, sino que también posibilitaría un mayor acercamiento con el sur americano y, desde un punto de vista económico, un notorio incremento del tráfico mercantil entre ambos océanos y principalmente con China.
Por otra parte, un control cada vez más efectivo sobre Centroamérica y el Mar Caribe posibilitaría, al mismo tiempo, una importante presión contra el libre desenvolvimiento de México, rico en recursos naturales como el petróleo. Así, la construcción de un canal en Panamá se revelaba entonces no tan solo como una cuestión de relevancia comercial sino también, y vinculado con esto, como un factor de suma importancia para la preservación de la seguridad en los Estados Unidos. La búsqueda de un incremento de la actividad comercial por medio de una presencia militar cada vez mayor serían entonces los ejes a través de los cuales Washington se internaría en la región ¹.
Pero la ideología ultranacionalista e imperialista predicada por Mahan no descollaría como un pensamiento ajeno a la realidad intelectual de la época. Muy por el contrario, este credo engarzaría dentro de aquellas corrientes doctrinarias que colocaban a los Estados Unidos ante la disyuntiva de expandirse o de caer en una inevitable crisis. Afincado en el darwinismo social y en un pensamiento determinista y, por momentos, también fatalista, Mahan se convirtió en el eje en derredor del cual giraban otros ideólogos y “profetas” que, como él, también pertenecían a la “aristocracia de la marina”.
¹ El dominio norteamericano en la región también se justificaba para Mahan en términos de su visión darwinista ya que los pobladores de Centroamérica no habían evolucionado a estadios superiores de desarrollo: “éstos se encuentran en posesión de estados y habitados por razas que todavía no son capaces de obtener ventajas de sus recursos naturales y lograr un autodesarrollo” (citado en Rodríguez Díaz, 2003: 141).