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El Telégrafo
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“La cultura debe promover la innovación libre”

 “La cultura debe promover la  innovación libre”
28 de diciembre de 2013 - 00:00

A Mónica Vorbeck le gustan las verdades incómodas. Fiel a su visión de lo que debería hacer una crítica de arte en un país como Ecuador, intenta ayudar a cultivar un genuino interés por la cultura, que no solo sirva para el disfrute del público, sino para mantener una vida artística robusta.

Considera que los artistas, con el suficiente espacio para crear en libertad, ayudan a reconocernos como sociedad, algo que -estima- no sucede en el país. Para lograr esto hace falta cuestionar las estructuras dominantes que sirven para encasillar y ahogar la expresión independiente. Por eso, no solapa nada y diagnostica las taras del panorama contemporáneo; señala responsables y ofrece posibles soluciones.

Recientemente afirmó que el realismo social seguía vigente en Ecuador gracias a la influencia de instituciones como el Ministerio de Cultura, ¿podría profundizar en estas afirmaciones?
Creo que el realismo social ha sido una tendencia que por mucho tiempo ha estado vigente como bandera del arte de gobiernos de izquierda y derecha. De la izquierda porque enunciaba una idea política a la par con sus ideales, mientras que para la derecha era un símbolo de lo que pretendían visibilizar a pesar de que llevaban otra política. En Ecuador, la Casa de la Cultura Ecuatoriana creó una política cultural para darle voz a sectores marginados, no propia sino de los artistas, y no solo indígenas sino del proletariado, afroecuatorianos, etcétera. El realismo social se convocó también a través del Ministerio de Cultura. Ahí está, por ejemplo, la exhibición oficial de Guayasamín en España. Como se sigue promulgando, es una presencia tan fuerte que nunca se ha desligado del panorama cultural e institucional. Esto hace que no se dé visibilidad y voz propia a los artistas contemporáneos. Por otra parte, creo que también va a la par no solo de un manejo institucional, sino también a través de las dinámicas del mercado. El mercado fue una parte muy importante del potenciamiento del realismo social.

Si el realismo social cumplió su función, ¿qué razones ve para que, así como dice, siga vigente?
En su momento se lo implementó como algo que ya estaba muerto, mientras que hoy en día se trata de promulgarlo como una cierta visión estática de las culturas. Se habla de la diversidad sin tomar en cuenta que la cultura es algo que está en constante movimiento; no puede haber una diversidad congelada. Ese mirar hacia el pasado, hacia esencias fijas en esa diversidad, lleva a un folclorismo plano. Eso sucedió con el realismo social en el momento en que se institucionalizó y se hizo dogma, hasta tal punto que el arte institucional era el indigenismo, se convirtió en el anillo que se calzaban en el dedo todos los gobiernos. Por esta razón, lamentablemente. no ha habido una visibilización de otros movimientos artísticos. Cuando uno estudia la historia del arte ecuatoriano se da cuenta de que el aporte más importante del siglo pasado al arte moderno no es el indigenismo, porque no tiene una propuesta inicial, sino más bien el ‘precolombinismo’, también llamado ‘ancestralismo’, que pasó sin pena ni gloria por el panorama artístico.

Entonces, según usted, ¿qué funciones debería adoptar un Ministerio de Cultura para fomentar el arte de un país?

Es fundamental en un Ministerio de Cultura promover la innovación. Porque como ya dije antes, la cultura no es algo estático, está constantemente cambiando y en movimiento. Ahora mismo podríamos perder esa posibilidad de encontrarnos a nosotros mismos dentro de la producción cultural. ¿Por qué? Hay pocos registros, poca documentación, hay pocas exposiciones, y la formación de públicos es aún incipiente; falta promover aún más el acercamiento de las instituciones artísticas al público en general. Este es un trabajo arduo y vital que se debe dar paso a paso.

Promover la innovación es igual de importante que promover la investigación y la ciencia. Además, es esencial para la cultura de un país fomentar la innovación, pero sin dar directrices, de forma abierta. Este Gobierno no lo va a tener fácil porque el arte tiene una visión muy crítica de la sociedad, algo que no conviene a ninguna instancia política, o sea, no solamente a este Gobierno. Ahí está el ejemplo de lo que pasó en el Salón de Julio en Guayaquil, en el que trataron de sacudirse el arte contemporáneo porque es incómodo, porque no admite una visión institucionalizada de la cultura.

¿Qué implica para la creación artística la falta de mercado? ¿Es más libre o no tiene una conexión con el público? ¿Dónde debe estar el equilibrio?

Eso es bien importante, el artista debe sentirse libre de todo. No debe crear para una determinada demanda. Pero claro, tiene que haber un equilibrio. El mercado es un motor importante, y su ausencia es algo perjudicial. Eso sí, también es perjudicial la presencia avasalladora del mercado en un momento dado, algo que pasó con muchos buenos artistas como Enrique Tábara o (Aníbal) Villacís, que se olvidaron de su propia creación e innovación artística: sucumbieron al poder del mercado. Eso fue muy negativo. Hasta cierto punto ha sido el mercado el que ha formado la historia del arte en el país. Sin embargo, la ausencia actual de mercado hace que los artistas casi no puedan sobrevivir, porque no tienen una fuente de recursos para financiar su creación. En este sentido, sería muy sano un mercado conocedor, que sabe que no está dirigido por una cuestión de gustos.

¿Entonces, cómo definiría la situación del arte ecuatoriano actual?

Es tremendamente rico, de mucha diversidad de inquietudes y manifestaciones. Lo triste de todo es que mucho se pierde. Hay una falta de registro, un gran desconocimiento, una ausencia de crítica y de los medios de comunicación, que deberían dar una mayor resonancia al arte actual. Esto sucede también a nivel del público, que no va a las exposiciones. El público es tremendamente limitado, falta trabajar en su formación. Antes había un determinado público para las obras de mercado y otro que llenaba las galerías. Hasta hace 20 años había exposiciones de domingo a lunes, y casi siempre estaban llenas.


¿Cómo ve el futuro, en relación con internet y las nuevas tecnologías de la comunicación?

El internet ayuda a la lucha continua de los artistas por sobrevivir, por darse a conocer y por romper esa invisibilidad en la que están metidos, ya que por una falta de interés o desconocimiento del arte contemporáneo son olvidados. Por eso, aunque producen obras muy interesantes, yo pregunto, ¿conoce a María José Asensio, a Paul Rosero, a Paulina León, a Óscar Santillán? Nadie los conoce. Estamos perdiendo la grandísima oportunidad de conocer a nuestros artistas contemporáneos.

Más que nunca necesitan el apoyo del Gobierno, porque no hay mercado, no hay esa venta de arte porque desapareció la idea de que el objeto artístico debe ser un objeto suntuario. Pero el Estado se olvida de los artistas más innovadores, de aquellos que expresan a través de su arte un determinado momento cultural y que son fundamentales para la construcción de la visión de nosotros mismos, son un espejo de nuestra sociedad.

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