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El Telégrafo
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El actor Carlos Valencia ha caracterizado a diversos personajes incluidos villanos memorables

La Casa de la Cultura homenajeó al Maluco del cine local (Galería)

El actor de teatro, cine y televisión nació en Manta, tiene 49 años y actúa desde los 18, cuando fue invitado a un concurso colegial. Foto: Foto: Santiago Aguirre.
El actor de teatro, cine y televisión nació en Manta, tiene 49 años y actúa desde los 18, cuando fue invitado a un concurso colegial. Foto: Foto: Santiago Aguirre.
16 de octubre de 2014 - 00:00 - Luis Fonseca Leon

La noche en que la Cinemateca Nacional de la Casa de la Cultura homenajeó al actor Carlos Valencia también fue la segunda vez en que él vio la película Vale todo en la gran pantalla. "Antes solo la había visto en pantalla chica, en computadora, y una vez en Flacso cine" dijo esbozando la amplia sonrisa que lo caracteriza y que quizás es la más célebre del cine ecuatoriano.

Valencia estuvo meses tratando de ponerse los zapatos del personaje que tuvo que encarnar bajo la dirección de Estrella. Quiso pensar y sentir como un luchador sobre una lona cercada por mallas.  Dijo que esa fue la parte más difícil de la interpretación; en Manabí —provincia de la que es oriundo— no existía una academia de jiu-jitsu (arte marcial que consiste en la lucha cuerpo a cuerpo, sin armas). “Tuvimos que trasladarnos, con mi familia, a Guayaquil donde ya se practicaba. Estuve allá durante siete u ocho meses cumpliendo doble jornada en el gimnasio de la (Universidad) Católica que sale en la película. Los extras eran luchadores reales, compañeros de entrenamiento. Y el brasileño Soluço —un personaje secundario— fue mi profesor de verdad."

Durante la construcción del personaje Travis Bickle, en el filme Taxi Driver (Martin Scorsese, 1976), un joven Robert DeNiro permaneció durante largas jornadas tras el volante de un taxi en Manhattan, allí absorbió como una esponja las costumbres de conductores cotidianos para encarnarlos frente a las cámaras. Valencia, por su parte, siguió una dieta rigurosa, entrenó tardes enteras y, a veces, durante las noches. "Llegaba molido a casa, apenas topaba la cama me quedaba dormido hasta el otro día", recordó frente a la treintena de asistentes que fueron a homenajearlo en Quito pese a la torrencial lluvia del pasado miércoles 8 de octubre.

El temple de Vicente Rodríguez —albañil que se entera de la muerte de su padre al inicio de ‘Vale Todo’ de una forma infame (un distraído maestro de obra se lo dice mientras recrimina a otros obreros por su falta de cuidado) y quien no encuentra regocijo en su hogar porque ese mismo día descubre el engaño funesto de su pareja— es un valor que Carlos Valencia extrajo de sus experiencias en su natal Manta: "El personaje vive en El Fortín, donde grabamos, en un ambiente suburbano, cercano a lo que fue mi vida, a mi ciudad que quizá solo se distingue de Guayaquil en tamaño. Por eso traté de ver al personaje con ojos inocentes, como en una novela. Vicente no ve la vida con ojos de maldad sino con mucha afectación por las cosas que pasan" añadió.

La sombra de Ángel, un capo inolvidable

En el homenaje, que incluyó la entrega de un diploma al actor mantense por parte de Wilma Granda, directora de la Cinemateca, el guionista Javier Chávez recordó que alguna vez un psicólogo lo juzgó luego de leer el guión que escribió sobre un personaje psicótico.

Se lo había mostrado para comprobar la verosimilitud del loco ficticio, pero al especialista le pareció que el autor de la historia era el verdadero demente. Chávez no le dio mayor importancia a la tentativa de diagnóstico, pero tampoco pudo evitar contársela a Valencia, puesto que luego del debut del actor mantense en televisión —al interpretar una adaptación de Los Sangurimas (José de la Cuadra, 1934)— varias personas preferían cambiarse de acera cuando se cruzaban con él en la calle.

"En ese entonces, hace unas dos décadas, yo hacía de Facundo Rugel Sangurima, uno de los hermanos de la novela, un tipo malísimo. La mayoría de personajes que hago son medio malucos", bromeó Valencia al definir la calidad moral de los seres que lo han hecho conocido. Pero la perspectiva de quienes lo reconocen en la calle sobrepasa la anécdota: "Si tu trabajo provoca algo en el público, quiere decir que está bien hecho. Ellos te dan la pauta para ver si lo que haces llega o no llega."

Después de que a finales del siglo XX la película Ratas, ratones y rateros le diera un giro al cine nacional con su narrativa y éxito de taquilla, una desconocida se acercó a Carlos Valencia para decirle que lo odiaba desde que había visto a Ángel, el ladrón que él caracterizó junto a Marco Bustos (Salvador) en el filme de Sebastián Cordero. Sin embargo, luego de charlar, se hicieron amigos y la animadversión de la mujer terminó apuntando adonde tenía que apuntar, hacia el personaje y ya no a su intérprete en la vida real.

Durante los años en que el país empezaba a asimilar la impronta del realismo sucio, una señora que lavaba la ropa en la terraza de la casa de Valencia, en Manta, se sorprendió al verlo por primera vez: no respondió a su saludo y puso como condición para volver a trabajar el que su hijo adolescente la acompañara porque el tipo tras el rostro magullado y pícaro de Ángel era "un hombre malísimo".

Valencia también tuvo que conversar con la lavandera de su casa para convencerla de que no era un villano consuetudinario pese a los papeles que interpretaba. "Esas cosas pasan. Es un termómetro bastante particular para nosotros los actores que a veces vivimos de la aprobación del público" reflexionó sobre la extraña forma en que algunos espectadores han llegado a reconocerlo en la calle.

Quince años después de que el hito fílmico de Cordero se paseara por las salas de cine batiendo récords en taquilla, un diario capitalino volvió tras el eslabón que el actor quería dejar de lado al preguntarle si el personaje con la camiseta del Barcelona Sporting Club todavía vivía en él. Valencia respondió que "Ángel está vivo en la memoria de la gente, pervive en el recuerdo pero ya pasó, llegó hasta ahí, hasta donde el director quiso que llegara".

No obstante, también suele definir al rapaz de cabello teñido de amarillo como su personaje más querido precisamente por la acogida inusitada que tuvo en su momento. Dice que se divirtió mucho al encarnarlo y que su cuerpo maltrecho en la escena de una pelea en el Cementerio Patrimonial de Guayaquil le recuerda al Vicente de Vale Todo: "aparecía molido, arañado, golpeado, patuleco, con los dedos quebrados... así es la vida, es la imagen realista que uno aporta como actor para que el personaje viva."

El Imperio y El Camal

Una de las vicisitudes de los protagonistas de Pescador (Sebastián Cordero, 2011) y Vale Todo (Roberto Estrella, 2012) se sitúa en un tugurio de comercio sexual llamado El Imperio, en las afueras de Guayaquil. En ambos filmes actúa Valencia, para quien ese cabaret "es parte de una cadena que, como el Supermaxi, está por todos lados y el producto circula también por todos lados —confiesa sonriente—.

Los directores escogieron esa locación para una de sus escenas porque en el submundo suceden muchas cosas, en ese ambiente se dan este tipo de concertaciones." La pista de El Imperio vió pasar a un ebrio perdido en la ciudad (Blanquito, interpretado por Andrés Crespo en ‘Pescador’) que amanecerá solo y con resaca en uno de sus cuartuchos; y a un sobrio luchador del suburbio (Vicente, en Vale Todo) que encontrará en el mismo cuartucho al hombre (Héctor Garzón) que coordina las luchas clandestinas de El Camal.

Ubicado en los escampados del Suburbio de Guayaquil, entre bodegas de fábricas abandonadas, El Camal es una suerte de circo romano clandestino en el que por décadas varios espectadores han presenciado peleas a espaldas de la policía. “Roberto —el director que un día llamó a Valencia con la idea de que personificara al héroe de ‘Vale Todo’ y que ahora diseña videojuegos en Estados Unidos— me contó que cuando era adolescente lo llevaron una vez a ese lugar y de ahí sacó la idea para su guión. El hecho anecdótico presentado en la película, sobre el niño que aprende a pelear allí también ocurrió. El director se basó en la historia de un pelado al que su padre lo llevaba a pelear hasta que se hizo luchador. Luego, ya grande, le partieron la pierna durante una riña, quedó medio falluco, pero peleaba así. Ahora ya no lo hace porque está veterano.”

Carlos Valencia prefiere el “hilo energético” que se da sobre las tablas del teatro a la cómoda distancia que impone una cámara en el séptimo arte o en la televisión. Actualmente da clases de teatro en el taller Palosanto, junto al actor Raymundo Zambrano, y espera el estreno nacional del thriller bilingüe ‘Hacia la oscuridad’ (Towards Darkness, de Antonio Negret, 2007), la película que grabó junto a América Ferrera, la actriz que interpreta a ‘Betty la fea’ en su versión estadounidense. Valencia lamentó que esta obra no se haya podico proyectar durante el ciclo con el que la Cinemateca lo homenajeó.

Datos

Carlos Valencia Acosta integró el grupo de teatro La Trinchera de Manta y participó en los talleres del grupo La Matraca, y Malayerba con Cristopher Baumann, Arístides Vargas y María Escudero. Es creador y director del grupo de teatro Carlos Valencia y los HT.

Nacido en Manta, tiene 49 años y actúa desde los 18, cuando fue invitado a un concurso colegial. Ha tenido papeles en las películas: ‘Entre Marx y una mujer desnuda’, ‘A la costa’, ‘Ratas, ratones y rateros’, ‘Pescador’, ‘Vale todo’ y ‘Hacia la oscuridad’. En televisión actuó en las series ´Los Sangurimas´, ‘Los HP’; y las telenovelas ‘Amores que matan’ y ‘Mostro de amor’. También participó en el cortometraje ‘Nadie lo notaría’.

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