La censura en el arte busca el debate público
El jueves 7 de diciembre, Hugo Idrovo tocó su guitarra en uno de los auditorios de la Universidad de las Artes, al cual se entra por el frente de luces navideñas que ha colocado el Municipio de Guayaquil, en la Plaza de la Administración.
La trova política de Idrovo, en la que rememora a insurgentes como Pancho Jaime, evoca también el antisistema, la necesidad de la creación libre. “Creen, no se censuren, sean libres, inunden los muros de esta ciudad. Esta canción va por Adum, por Allan Jeff, por Gallegos Lara”, dijo el cantautor antes de iniciar uno de sus temas.
En el piso de arriba de la institución, el artista Marco Alvarado junto con Mónica Muñoz, directora del Museo de las Conceptas; Olga López, docente de la UArtes; y Fernanda Carrera, periodista y activista en temas de derechos humanos; discutieron sobre la creación libre y la censura en el arte desde las instituciones públicas, con el comentario de varios de los estudiantes.
El diálogo intentó abrir la discusión a propósito del caso de Alvarado. Su muestra Difícil de leer, entre mi luto y mi fantasma fue cerrada en el Museo de las Conceptas, en Cuenca, tras quince días de su apertura. El hecho ocurrió luego de que Alvarado hiciera una visita guiada de la muestra con unos estudiantes universitarios, en la cual uno de ellos protestó.
El estudiante en cuestión golpeó el vidrio de una de las vitrinas y le gritó al artista que su obra era pornográfica, anticatólica y que ofendía a Ecuador, que es un país “mayoritariamente católico”.
Tras el incidente, el artista salió de la galería y a su retorno, junto con Cristóbal Zapata y Jesús Fuenmayor, director y curador de la Bienal de Cuenca, encontró la muestra cerrada.
La directora del Museo de las Conceptas, Mónica Muñoz, le notificó a Alvarado que había recibido llamadas de la Alcaldía en las que, entre otras cosas, amenazaban con retirar su aporte ($ 20.000 anuales) al sostenimiento del espacio que, además, es una de las sedes de la Bienal.
Si bien existieron comunicaciones verbales de parte de la curia cuencana y la Alcaldía, nunca hubo ningún documento formal en el que justificaran su incomodidad o su petición de cerrar la muestra.
Después de dos semanas, el Cabildo emitió un comunicado en el cual negó la censura. La hermandad del claustro fue la única entidad que manifestó por escrito su desacuerdo con que la muestra de Alvarado se exhiba en su espacio.
Tras el cierre de la muestra, los colegas de Alvarado lo felicitaron. Durante el diálogo, el artista recordó los comentarios que recibió: “Te censuraron, te vas a hacer famoso”.
Carrera considera que este caso podría exponerse en tribunales internacionales apelando a la Convención Americana de Derechos Humanos (Pacto San José), del cual el país es firmante y que es uno de los elementos más potentes en materia de defensa de la libre expresión.
A Alvarado le interesa que se discuta lo ocurrido con la idea de que corren unos vientos de extrema derecha que apelan a “la vuelta al orden ”.
Mónica Muñoz planteó la discusión alrededor de la idea que mantiene la curia: que este (Las Conceptas) debe ser un museo solo de carácter religioso. Para Muñoz, aquello estaría por encima de la posibilidad de que este sea un espacio para la cultura de la ciudad. “En ese sentido habíamos pensado que el museo es un espacio para la reflexión de quiénes somos, qué hemos sido, qué significamos y a dónde queremos ir”, dijo Muñoz, alegando el interés que despertó la muestra, sobre todo en la población joven.
Alvarado relata en su obra su experiencia a través de imágenes religiosas que utiliza como un referente para burlarse de sí mismo. Además, toma su activismo en la defensa de territorios de campesinos de la costa ecuatoriana para cuestionar la política y sus discursos.
“¿Qué haríamos sin la censura?”, preguntó uno de los estudiantes. “Eso sería la utopía, el no lugar”, contestó López. Otro de los docentes en el público dijo que estos atascos que interpelan la obra del artista son los que convierten al arte en arte y no en ciencia ni métodología.
Carrera citó el caso de Chile, cuando en 1999 se prohibió la proyección de La Última tentación de Cristo, en la cual su director, Martin Scorsese, contradice el discurso normado de la Iglesia respecto a la vida de una de sus máximas figuras. Los grupos que protestaron contra la censura llevaron el caso a la Corte Interamericana de Derechos Humanos.
La respuesta fue que el derecho de conciencia no puede hacer que un grupo de personas imponga una visión sobre lo que puede o no ver la gente y que este tipo de obras no impide que profesen su religión y de ninguna manera los está persiguiendo. La película tuvo que exhibirse.
En el caso de Alvarado, la muestra abrirá la próxima semana en la galería de la Casa de la Cultura, en Cuenca. El debate aún está abierto. (I)
Marco Alvarado considera a Domingo Savio su alter ego de la infancia, en su obra coloca una imagen fálica, le dibujó, lentes, sombrero y zapatos. Foto: Cortesía Marco Alvarado