Diez personas ocupaban la sala de la última función de ‘Silencio en la Tierra de los sueños’ en Cinemark de Mall del Sol, en Guayaquil. La última proyección de la película ecuatoriana dirigida por el manabita Tito Molina, candidata de Ecuador a los Oscar como ‘mejor película extranjera’, era a las 14:00 de un jueves. Sí, en un horario en el que pocos se aventuran a ir al cine. Para verla no había más que pedir permiso laboral o tener que ‘hacer tiempo’.  

Esta vez, tres de los asistentes eran niños, una pareja, una madre de familia, tres posibles abogados y un periodista. En el transcurso de la película los tres mosqueteros de las leyes no pararon de reír. A voz en  cuello comentaban “Ya tendió la cama, ahora plancha y tiene que barrer”. La secuencia de la vida cotidiana les resultaba graciosa cuando el personaje era una mujer que no emitía palabras más que para su oración diaria.  

“Otra vez lo mismo”, dijo la madre de familia en el segundo día de la vida de una anciana que se enfrenta a la más conmovedoras de las soledades. Otra vez las risas de los abogados. No paraban de reír mientras la anciana veía por la ventana la peregrinación que pasaba por su casa cargando un ataúd o a los lagarteros interpretando la música que promovía el sueño de una mujer que todos los días deseaba que ‘el mar y el cielo fueran uno solo’.

La madre de familia peleaba con sus hijos “¿Quién escogió esta película? Hubiera sido mejor estar en un velorio”. Y entonces la anciana de la película dejó de almorzar en la cocina para darle de comer a un perro callejero desde su ventana. Marcó un número telefónico sin que nadie contestara del otro lado de la línea. La rutina se repetía en la soledad hasta que el perro entró a casa y ella empezó a sonreír con un ser vivo que se integraba a la secuencia que soñaba frente al mar.

Se prendieron las luces de la sala y una de las tres mosqueteras terminó su llamada de quince minutos, cuyo diálogo pretendió ajustar cuentas de un litigio. “Llámeme cuando quiera”, le dijo a su cliente. Cerró y le comentó el caso a sus amigos, alzó su rostro hacia la pantalla grande y se cuestionó “¿Qué querrá decir esta película? Quiero matar al chico de la entrada que nos la promocionó”.  

La madre, los niños, la pareja y el periodista salieron de la sala en silencio. Los abogados se reían y uno de ellos comentó: “debimos ver una película de terror”.

Una semana después de salir de la cartelera de las salas comerciales del país Tito Molina recibió la noticia de que a pesar de los buenos comentarios y la expectativa que generó ‘Silencio en la tierra de los sueños’ en sus proyecciones en la Academia de Artes y Ciencias Cinematográficas de Hollywood, no quedó entre las preseleccionadas para optar al Oscar al mejor filme de habla no inglesa. Este año, la lista de candidatas por la categoría marcó un récord con un total de 83 películas. Sin embargo, entre las producciones hispanoamericanas quedaron solo ‘Relatos Salvajes’, del argentino Damián Szifrón, y la venezolana ‘The Liberator’, de Alberto Arvelo, propuestas que han generado buenos comentarios, pero también críticas porque abordan tramas distantes a ese “cine de terror” al que el público está (mal)acostumbrado.