Entrevista / Jesús Fuenmayor / comisario venezolano basado en Estados Unidos
La Bienal de Cuenca se guiará bajo un concepto de Lygia Clark
Jesús Fuenmayor (Caracas, 1963) fue escogido por un comité de expertos para curar la XIV Bienal de Cuenca. Por primera vez este encuentro convocó a tres curadores latinoamericanos para seleccionar una de sus propuestas pensadas desde la ciudad. La del caraqueño gira en torno a la idea ‘Estructuras vivientes. Rituales sin mitos en el arte contemporáneo’.
En agosto, Fuenmayor recorrió por primera vez Cuenca y los 25 espacios tentativos que se intervendrían durante la Bienal. En cada uno de ellos, alguien le contó la historia del sitio y casi que se sintió como “un rockstar” al ser identificado como el responsable del encuentro que considera “muy próximo a la gente, más allá del entorno cerrado del arte”.
¿Qué implica el concepto de estructuras vivientes?
Desde un principio tenía una imagen que fue muy importante a la hora de elaborar mi propuesta, que es cómo la catedral vieja de Cuenca se convirtió en un lugar de conciertos. Esta imagen de la orquesta sinfónica con el altar detrás me hablaba de la capacidad que ha tenido esta ciudad para resignificar sus espacios y darle otros usos. Desde un principio me planteé el tema de cómo conectar al arte con la gente.
¿Cómo funciona esa conexión?
Debería conectarse a través de la capacidad que tiene el arte para pensar y sentir los problemas fundamentales del ser humano. Eso me llevó a Lygia Clark, que es una de los heroínas del panteón del arte contemporáneo latinoamericano, y a quien tardíamente se le está haciendo un reconocimeinto respecto a la importancia de su obra.
Clark, a mediados de los años 60, planteó una serie de objetos a los que llamó ‘objetos sensoriales’, que vienen después de que ella abandonara la escultura y antes de hacer sus propuestas terapeúticas. Son objetos muy particulares, como una bolsa de agua con una piedra encima o un hilo que la gente se mete a la boca y que luego cubre el cuerpo de otro de los participantes. Pero hay una obra particular que habla de la importancia del arte como experiencia, a la que llama ‘estructura viva’.
¿La propuesta de la Bienal sería una variable de esa obra?
La obra es sencilla. Es una serie de elásticos –como los que usan los niños para amarrar cosas– que se van uniendo el uno con el otro y crean diferentes vectores. En cada uno de los extremos las personas toman esas líneas de ligas elásticas y las estiran, con lo que se crean unas mallas increíbles. Además de la belleza propia, cada vez que alguien la estira la forma cambia.
Lo importante es cómo la artista conecta a la gente para hacer que la forma tenga un sentido distinto; no es algo solo geométrico, es una malla variable que conecta a la gente y hace enfásis en la experiencia. Hay un curador de arte brasileño que dice que uno de los aportes del arte latinoamericano es la manera en que desplazamos el interés, el valor del arte. Cuestionamos si el arte tiene legitimidad, si es aprobado o no por lo que dicten los canones, que es la manera europea y norteamericana de entenderlo. Nosotros le damos importancia al vivir la obra, lo que sentimos cuando la enfrentamos.
¿Esa forma de relación definiría al arte latinoamericano?
Son grados de sensibilidad. A la hora de darle el valor que tiene el arte en Europa y Estados Unidos se insiste en que debe poseer un reconocimiento institucional. Si el Museo de Arte de Nueva York dice que una obra tiene valor, pues lo tiene. De hecho, las estructuras institucionales en Latinoamérica están en formación, tienen mucho que hacer para alcanzar la solidez de las instituciones europeas y norteamericanas, y los artistas han aprendido a vivir en ese contexto. Para un artista latinoamericano, que su trabajo esté en el museo junto con artistas muertos, no es el fin último de su obra.
¿Hay algunos nombres de los artistas internacionales que podrían participar en la Bienal?
Hemos estado en contacto con al menos la mitad de los artistas internacionales que queremos invitar. Se hará un anuncio una vez que sepamos cuáles son los ecuatorianos, no queremos que se anuncien a unos y luego a otros. Las bienales, por su formato, son muy proclives a enfatizar en lo nuevo. Queremos hacer una mezcla en la que tengamos referencias de artistas históricos que apuntalan el concepto de la propuesta curatorial. Una Lygia Clark, un Flávio de Carvalho, un Diego Barboza o una Anne Imhof son parte de los artistas de quienes estamos trayendo piezas clave e históricas para orientar al público sobre el lugar de donde vienen las ideas con las trabajamos.
El año pasado se eliminaron los premios económicos en la Bienal con la idea de que no se podría pagar con ello el costo de la obra. ¿La curaduría tiene alguna sugerencia sobre los premios?
Ese es un tema que le corresponde a la dirección de la Bienal y sobre el cual el curador no tiene incidencia. Son políticas de manejo presupuestario, que son potestad de la dirección. Tengo una relación muy franca con Cristóbal Zapata, director de la Bienal, y creo que la importancia no está en el premio, sino en que los artistas puedan producir sus obras, y eso está garantizado. La Bienal, pase lo que pase, garantiza a los artistas que podrán producir sus obras. Es lo más importante. Soy asesor del Premio Faena, que tiene muchos fondos y entrega $ 75.000 al ganador.
De eso, el 85% se va en la producción de la obra y, como los artistas quieren más, terminan gastando la plata y ponen de su bolsillo. El mejor premio es que se garantice que las obras se van a producir en las condiciones más idóneas que se pueda. El ganar dinero para un artista tiene que ver con el mercado. Entiendo la posición de la Bienal de Cuenca en el sentido de que la mayoría de los artistas internacionales tiene premios de mercado que están muy por encima de la cantidad metálica del premio.
Creo que es una manera sana de separar mercado e institución-bienal. Si el artista piensa ganar dinero, hay que fortalecer el mercado.
¿Cuántos artistas ecuatorianos participarán?
Son 45 artistas en total. El presupuesto tiene sus limitaciones y aprovecharemos que podemos trabajar como si fueramos amigos íntimos. Vamos a hacer algo pequeño, pero bien hecho.
Durante la convocatoria nacional se recibieron 100 portafolios que estamos revisando. Estos, por primera vez, se encontrarán con un comité de expertos nacionales, con cuyos integrantes estoy estableciendo un diálogo. Es una forma nueva y estoy seguro que de ese diálogo, con la gente que vive el arte ecuatoriano día a día, voy a aprender mucho y me va a ayudar a tener una visión más aguda de lo que pasa.
¿Se conocerá a ese comité?
Es un comité que funciona en diálogo conmigo. Es una instancia a puerta cerrada y la idea no es darle legitimidad a lo que yo hago, sino hacer un intercambio de ideas. En un par de semanas haré unas 20 visitas de estudio a los artistas que, estamos considerando, pueden traer una propuesta interesante al tema de la curaduría. (I)