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Ecuador, 23 de Diciembre de 2024
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El Telégrafo
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“La biblioteca mueve la comunidad”

17-05-13-cultura-lectorTomando en cuenta que existen pocos escritos sobre bibliotecas en el país, ¿considera que su libro llena un vacío en la producción bibliográfica nacional?
Creo que sí. Durante el proceso investigativo previo a la escritura del libro busqué producción nacional sobre el tema y lastimosamente me encontré con la realidad de que no existe. Pude rastrear un par de tesis y una monografía que hablan indirectamente de las bibliotecas en el país, a parte de eso no existe mayor reflexión, mucho menos desde el punto de vista académico. En este sentido, creo que este libro marca pauta e inicio; entiendo que después vendrán otras reflexiones. Para mucha gente, amigos y compañeros de trabajo la producción de este texto fue una sorpresa.

¿Cuáles temáticas que aborda su libro son las que usted resalta?
El libro habla de la biblioteca pública en general, desde el punto de vista cultural, además se abordan temas que, de pronto, le dan mayor importancia, por ejemplo, el del patrimonio. Se ha debatido sobre el patrimonio, la memoria, inclusive sobre el tema de archivos históricos, pero se ha dejado de lado el tema de las bibliotecas, no se ha debatido ni se ha reflexionado sobre esta cuestión tan importante.

Según su reflexión, ¿en qué condiciones se encuentran las bibliotecas públicas ahora?
Las bibliotecas, hoy en día, en buena parte del país están abandonadas. Los gobiernos seccionales en su gran mayoría no les prestan mayor atención. Por ello la biblioteca  continúa siendo el lugar adonde son destinados los empleados o funcionarios con problemas, aquellos que no son productivos o son polémicos. Entonces, la biblioteca es el lugar de los “rezagados”, y de alguna manera esta se ha convertido “en la última rueda del coche”.

Esta realidad ha cambiado en las universidades, no porque se les haya ocurrido a estas per se, sino debido a las exigencias académicas de evaluación. El Ceaaces, por ejemplo, exige que exista una biblioteca con un fondo determinado de libros por número de estudiantes. De esta manera se obliga a las universidades a ponerles mayor atención. Durante el proceso investigativo me encontré con la cruda realidad de que existían universidades en el país que no tenían bibliotecas, muchas de estas constan entre las cerradas.

Surge la pregunta, entonces, de cómo una universidad no tiene biblioteca. No le puede caber a uno en la cabeza que un centro educativo universitario, de bachillerato o de educación básica no cuente con esta herramienta, y si eso pasa en el sector educativo, que debería ser el más obligado, entre comillas, a tener bibliotecas, es entendible que con el resto de la población el abandono sea completo.

¿Cómo se democratiza el conocimiento a través de las bibliotecas?
Mi planteamiento es que la biblioteca pública sea un mecanismo de radicalización de la democracia o debería ser así, porque además es un espacio que contribuye con el Buen Vivir. Si pensamos en el desarrollo social y cultural del país, deberíamos entender que las bibliotecas son un buen lugar para que los jóvenes se reúnan y generen un sinnúmero de prácticas culturales.

Entonces, la idea de democratizar el acceso al conocimiento se materializa a través de la creación de bibliotecas públicas y que estas se conviertan en espacios que convoquen e involucren a la comunidad, como actores principales de la sociedad.

¿Cómo se vincula la biblioteca, además de ser un lugar de consulta, con la comunidad?
La biblioteca pública no es solamente -como mucha gente piensa- el lugar donde se prestan libros, sino que es un centro dinamizador de la actividad cultural de la comunidad; por ello no es raro encontrar en ella talleres de aprendizaje de artes, música, pintura para niños y jóvenes, talleres de danza, teatro, inclusive para las amas de casa existen talleres de manualidades, cocina. Todo esto y mucho más es posible solo en estos espacios públicos.

Algo que me llamó mucho la atención, cuando estuve en México, fue la existencia, en sus afueras, de una biblioteca pública en la que se recibían diariamente a 12 niños de entre 2 y 3 años. Pregunté qué hacían ahí los pequeños si aún no sabían leer. La bibliotecaria me contestó: “tú crees que ellos no saben leer; ellos leen imágenes y nosotros tenemos libros con imágenes”.

Es decir, además de prestar un servicio público, solucionan un problema social, porque las madres que trabajan no saben dónde dejar a sus niños, y estos espacios se tornan en una buena opción para el desarrollo y en un estimulante inicial para los niños, a parte de que contribuyen con el cuidado y vigilancia mientras sus madres trabajan. Incluso para la reducción de la violencia y la inseguridad, problemas estructurales que preocupan a nuestro país, las bibliotecas pueden contribuir a contrarrestar estos temas sociales.

Un caso concreto de esto es Medellín,  hasta hace unos 10 o 15 años la ciudad más violenta del mundo con el tema del narcotráfico, el sicariato y el pandillerismo. ¿Cómo es que esta realidad fue cambiando? No fue solamente la incursión de la biblioteca, fue una serie de políticas públicas, pero una de esas estuvo encaminada al tema de las bibliotecas públicas.

De esta forma empezó a generarse una política por la cual se crearon bibliotecas en barrios marginales, inclusive en los más peligrosos. Estas fueron de a poco apropiadas por el barrio y hasta los mismos jóvenes, integrantes de pandillas, empezaron a respetar estos espacios y a entenderlas como propiedad del barrio en el que ellos vivían.

Tomando en cuenta la experiencia colombiana, ¿cuál debería ser la política pública en torno a la biblioteca en Ecuador?
Lo ideal sería que se generen bibliotecas públicas a lo largo del país, en los barrios y comunidades más lejanas, pero tomando en cuenta las dinámicas de cada uno de estos lugares, tampoco se trata de que el Ministerio de Cultura vaya e instale per se bibliotecas porque eso sería un fracaso sino que, más bien, tiene que ser el resultado de la dinámica de la propia comunidad.

En este sentido, los líderes barriales deben apropiarse de este proyecto que tiene enormes potencialidades, retomando el caso colombiano, es envidiable ver cómo existen megabibliotecas públicas que parecen centros comerciales abiertos al público y con una masiva afluencia. Acá en cambio tenemos un déficit, yo diría, completo en cuanto a bibliotecas públicas.

Desgraciadamente en Ecuador no existen políticas públicas sobre bibliotecas, no hay tampoco una política sobre la lectura, por ejemplo; los niveles de lecturabilidad en el país son espantosos, los cálculos que se hacen es que al año se lee medio libro por habitante, ni siquiera un libro completo. La mayoría de la población pasa, aunque suene a obviedad lo que voy a decir, más tiempo metido en el televisor, en el computador y en los juegos electrónicos con altos niveles de violencia.

Personalmente hago un análisis de lo que la biblioteca podría significar dentro de lo que constituyen los Derechos Culturales; por ejemplo, en la Constitución Política actual, el Plan Nacional del Buen Vivir y los objetivos 7 y 8 respecto al uso del espacio público. Por todo esto hay que entender que la biblioteca es un espacio público para la cultura, para las artes, ahí se generan sus semilleros, no necesariamente para que todos lleguen a ser grandes artistas, sino para la formación de públicos también.

Creo que las autoridades deberían conocer esta cruda realidad. No lo hacen, no porque no quieran, sino por desconocimiento, no logran entender el verdadero significado de una biblioteca pública y creen que es un lugar oscuro y lleno de libros empolvados.

Pero no es así, la biblioteca pública es mucho más, incluye un sinnúmero de tecnologías de la información (TICs), ejemplo de ello es que ahora es posible comunicarse con los parientes que están en España, por ejemplo, desde la biblioteca pública y gracias a la socialización de internet y equipos tecnológicos que existen en ellas. Es más, a través de estas tecnologías estratégicamente ubicadas en la biblioteca se puede enganchar al público a la lectura.

¿Qué sucede con las nuevas tecnologías de la información frente a la biblioteca tradicional y el libro físico?
Se dice que las bibliotecas físicas van a  dejar de existir porque todo el conocimiento ahora es virtual. Considero que son dos realidades que se complementan y personalmente apuesto por que la biblioteca física jamás va a desaparecer, pero obviamente una biblioteca que no tenga las tecnologías de la información necesarias y actualizadas, me temo que puede quedarse rezagada.

Lo que hay que hacer es incorporar algunas tecnologías y ofrecer al público las facilidades del caso para que puedan tener acceso ilimitado a los libros, esto incluye utilizar soportes virtuales como tablets y demás tecnologías para acceder a los textos. El libro físico es un objeto básico que no puede desaparecer, en tanto es necesario no solo para consultas y lecturas profundas y detenidas, sino además es una herramienta indispensable al momento de digitalizar archivos y crear una base de datos electrónica.

Es claro que el apoyo estatal para renovar o crear nuevas bibliotecas públicas debe ser más concreto, ¿qué sucede con el financiamiento desde el aparato estatal?
Cuando estuve a cargo del Sistema Nacional de Bibliotecas, hace algunos años, me encontré con una gran indiferencia por parte de las autoridades, sobre todo en el ámbito económico, no daban mayor importancia al tema porque para algunos funcionarios era un asunto secundario, de poca relevancia. Por ende no existía el presupuesto necesario, a diferencia de otros proyectos que tenían financiamiento con la relación de 100 a 1.

Es importante mencionar que el gobierno actual está priorizando la labor y gestión cultural; esperemos que no se descuide del tema bibliotecas públicas y se le dé la importancia que merece, por ser el lugar que concentra el conocimiento universal.

¿Qué sucede con los bibliotecarios y su profesionalización a nivel nacional?
Este un problema porque no existe el personal debidamente capacitado para administrar y manejar una biblioteca, tomando en cuenta que debe estar manejada por un bibliotecario preparado para eso.  Este es un ‘talón de Aquiles’. Pero la pregunta es por qué no se contrata bibliotecarios; y la respuesta es sencilla, porque la gran mayoría de bibliotecarios del país son empíricos.

Las universidades del país no han formado profesionales en esta rama, son pocas las universidades que cuentan con esta carrera de manera formal. La universidad pública debería tener una carrera especializada y permanente en Bibliotecología, en la que la formación sea gratuita y brinde las facilidades de estudio a tiempo completo y semipresencial.

Esta es una carrera importantísima, porque son los bibliotecarios quienes manejan todo un cúmulo de información. Para esto es necesario contar, insisto nuevamente, con políticas públicas concretas. Solo cuando tengamos un verdadero Sistema Nacional de Bibliotecas podremos decir que el Ecuador ha avanzado, mientras tanto estamos en ciernes.

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