Entrevista / maría rosa jijón / investigadora de proyectos
“La autogestión no es el camino”
La Bienal de Venecia es la más antigua de todo este tipo de muestras. Según la artista ecuatoriana María Rosa Jijón, quien ha participado en la Bienal desde el pabellón del IILA (Instituto Ítalo Latinoamericano). Como espectadora, explica que este evento es hijo de esa tradición de pabellones nacionales y es la única muestra que queda con esa característica. “Siempre se escriben muchos artículos sobre la validez de esta organización por países, pero no se ha logrado superar eso porque creo que todavía los países tienen esta necesidad de marcar sus territorios nacionales”, expresa Jijón. La artista vive en Roma hace quince años y detalla cómo se desarrolla ahora la Bienal.
¿Cómo se sitúa la Bienal de Venecia en un mercado de arte local que está cambiando?
De que el mercado del arte contemporáneo esté cambiando, no estoy segura. Está insertándose de manera más radical dentro del mercado general y eso se nota en la constante construcción de nuevos museos, como los nuevos Guggenheim, en Dubái.
¿Cómo ha cambiado la Bienal de Venecia en este contexto?
Lo que cambian son los curadores en cada edición. Y esta es una decisión de Paolo Baratta, director de la Bienal desde 2008 y de todo un equipo investigador-científico. Baratta nombra cada año un curador que se decide por un tipo de discurso. Este año se llama ‘Todos los futuros del mundo’. No sé cuánto estén cambiando la Bienal y el mercado del arte, pero se sigue el curso de lo que está sucediéndole al mundo: grandes capitales que se mueven, grandes desplazamientos humanos y la movilidad impresionante de los artistas.
¿Qué significa que Ecuador participe en esta Bienal?
cuador participa desde hace mucho tiempo en el Pabellón del IILA, conformado en los años 70 entre el Ministerio de Relaciones Exteriores Italiano y los representantes de varios países latinoamericanos. Desde el año 73 está encargado de hacer la selección de aquellos países que no tienen pabellones propios. El pabellón del IILA tenía una participación más ‘marginal’ dentro de la geografía de la Bienal, pero desde 2011 se aceptó que esté en el Arsenale, una de las dos sedes de la Bienal. Es muy bueno que exista este pabellón del IILA y que los artistas ecuatorianos tengan esta visibilidad.
Ha habido una crítica por el modo en el que se plantea el primer Pabellón de Ecuador, ¿cuál debería ser el proceso para que Ecuador tenga cada año su pabellón?
Yo fui durante un año y medio la directora del Centro de Arte Contemporáneo de Quito, pero como ciudadana de a pie me interesa que estas grandes citas, que son importantes para el arte de cada país, tengan una metodología clara de selección. El pabellón cuesta $ 150 mil y no solo se trata de la inversión, esto tiene que pasar por un comité de selección y, por lo general, estos pabellones son hechos con fondos públicos.
¿Por qué el Estado debe ser partícipe de este proceso?
Cuando se habla de representaciones nacionales, de citas con el arte contemporáneo importantes y cuando se habla de fondos públicos, tiene que haber un protocolo de trabajo que sea transparente. Debe existir un comité de selección, una convocatoria abierta, algo que sea accesible a todo el mundo.
En el caso de Ecuador, con un Ministerio de Cultura y Patrimonio joven, puede ser que esta participación no sea una prioridad…
Hay que tener paciencia o ayudar a construir la escena del arte. Si el artista tiene una legitimidad, reconocimiento, es porque su obra tiene una pertinencia, hay curadores que encuentran una importancia en ese trabajo y luego lo legitiman para un espacio internacional en un concurso público. La autogestión yo no la comparto, no es el camino. Si acaso lo que debe la colectividad artística es exigir a la colectividad, al ministerio y ayudar a construir este camino.
A mí me parece muy interesante cuando la sociedad civil se activa y exige a sus instituciones porque creo que para eso están ellas ahí. Ahora mismo hay un Ministerio de Cultura que puede escuchar a la sociedad civil, acoger un diálogo porque ese es el deber que tiene. Yo me niego a quitarle la confianza a las instituciones porque, viviendo en un país como Italia, hace tiempo he aprendido a ser una persona que cree en la institución y hay que ayudar a corregir, exigir cambios, tener las demandas claras, y esa es la manera de hacerlo. (I)