La “apropiación” del espacio se vive en el sur
Frente al colegio Domingo Savio hay una casa cuyas paredes lucen descascaradas y evidencian un proceso de demolición ya empezado. Durante el último mes, en ese lugar se han pintado caras y figuras que cuentan la historia del barrio, en un proyecto que intenta acercar a los habitantes de la zona al arte, a partir de la conservación de la memoria barrial.
Son retratos de las personas que habitan el sector, textos que reposan como testimonios, y otras figuras, como polígonos irregulares que parecen ruinas, y que aluden a la pronta desaparición del lugar.
Espacio sí, lugar no es una intervención planteada desde el Departamento de Vinculación con la Comunidad del Itae, en conjunto con la Brigada de Dibujantes, como se ha denominado al grupo de estudiantes involucrado en el proyecto, un laboratorio nómada de dibujo.
Desde hace 8 meses, los miembros de la Brigada de Dibujantes están en contacto con los habitantes del barrio Domingo Savio (conocido así por el nombre del colegio), con la intención de propiciar, a través del dibujo, un diálogo entre la comunidad y el lugar en el que viven.
El proyecto, que ha sido definido como “dibujo y memoria barrial”, inició con un acercamiento propiciado a través del registro gráfico. Los habitantes contaban sus historias a los miembros de la Brigada (una decena de estudiantes de artes visuales).
Ilich Castillo, profesor del Itae, explica lo que durante los 8 meses la Brigada ha trabajado en el Domingo Savio: “Hemos hecho un recorrido sistemático por algunos sitios que conocemos como canales expositivos involuntarios”. Son lugares donde hay la interacción entre vecinos, como la panadería, las tiendas, la iglesia o la mecánica del barrio.
El trabajo de la Brigada fue acercarse a esos lugares para, por medio del dibujo, entablar una relación de confianza con los habitantes de la zona, lo que, explica Castillo, les permitiría “hablar de la historia y memoria del barrio, activar esas historias, y en una primera fase, darle una construcción de un banco de datos que, a posteriori, se pudieran visibilizar”.
Relatos y fotografías antiguas de la gente del barrio se han ido convirtiendo en dibujos, en un intento por respaldar la memoria, en el primer barrio con el que se ha involucrado la Brigada, que tiene por objetivo continuar procesos como éste en otros sitios.
“En la experiencia de que la gente desea ser dibujada y nosotros querer dibujarles, aparece la necesidad de que todos tengan una relación con el arte que antes no poseían”, dice Castillo, que cuenta que “algunas de las personas que dibujamos, no habían sido retratadas nunca”.
La última parte de esta primera etapa ha ido un poco más allá del registro, para entrar en una actividad de diálogo talvez más agresiva -por decirlo de alguna forma-: este último mes, el dibujo ya no era exclusivo de la Brigada, sino que los habitantes fueron invitados a contar con sus propios trazos las historias en una construcción en ruinas.
La casa abandonada
Antes -hablamos de meses-, era un gabinete. Hoy luce como una casa abandonada, convertida en ruinas: carece de un techo que la proteja contra el clima, las paredes están deterioradas, la única puerta está desprendida de sus goznes, y está llena de “grafitis”.
A simple vista, parece una construcción cuyo valor, en términos catastrales, reside solo en el terreno que ocupa. Pero ese abandono -visto más de cerca- es artificial.
Las personas que ocupaban la construcción, cuenta Ilich Castillo, solían participar en las actividades de la Brigada, pero tuvieron que salir cuando el dueño del lugar decidió vender la casa.
El barrio Domingo Savio fue escogido por la antes mencionada Brigada de Dibujantes “con el pretexto de que uno de ellos vive aquí”, dice Castillo. Se refiere a Elías Aguirre, un ex estudiante de sociología que ahora es alumno del ITAE.
Aguirre explica que en la intervención, que desaparecerá una vez que la casa sea demolida, “prima la experiencia sobre el trabajo final”. Lo dice mientras recorre varios ambientes de la casa, donde se aprecian además ilustraciones de lugares emblemáticos del barrio, hechas a partir de fotografías de antaño.
Pero hay dibujos que han sido modificados, cachos que se agregan a retratos, o imágenes que se sobreponen a otras, generando capas “libres de jerarquización”, según Castillo, que saluda que se haya producido “ese nivel de conversaciones que a nosotros nos interesaba desarrollar: que haya un nivel de diálogo o de respuesta”.
Lecturas
En las paredes de la casa no solo hay ilustraciones. Aguirre muestra otros tipos de manifestaciones, generadas por los habitantes que no se aventuran a realizar sus dibujos.
Son textos que cuentan historias, y hay hasta un mapa conceptual que explica las características de los habitantes del barrio, donde se distingues las personas más guapas de la zona, o qué vecinos están emparentados entre sí.
“Tienes que hacer un tipo de lectura arqueológica al lugar, está lleno de códigos, de una manera bastante espontánea, se puede decir”, explica Aguirre, que compara a estas inscripciones con un mural de jeroglíficos, en que los habitantes del Domingo Savio tienen mayores capacidades de lectura ante los textos y dibujos que ahí se han producido.
Además, Aguirre apunta que el uso que se le da a este lugar, a esta casa abandonada que podría ser un espacio para delinquir, “más allá de pensar en un aparato represor, como la Policía, que esté cuidando, la gente se apropia y lo ocupa”, como una forma de generar seguridad a partir de la convivencia.
Mientras Aguirre dice eso, se encuentra en una habitación que está siendo ocupada por alguien que duerme sus noches ahí, y cuida el lugar. Se llama Christian, un reciclador que vive desde hace unos 7 meses en el barrio.
El pasado martes, Christian escribió su nombre sobre la puerta de entrada de su cuarto. “Es la primera cosa que he hecho”, dice. Pero más adelante confiesa que unos pescados que se besan son suyos. Siente vergüenza de que la gente vea lo que dibuja.
Domingo Savio
Dos habitantes de la zona, Azucena y María Alvarado, suelen visitar el lugar, pues viven al frente. Son hijas de la Chabelita, la dueña de una de las tiendas del barrio, una señora que llegó hace 50 años a vivir en el sector, y cuya cara aparece en la fachada principal de la casa, junto con otros personajes relevantes para la vida del barrio.
Azucena y María son quienes han prestado la mayor parte de las fotografías utilizadas por la Brigada para dibujar los distintos lugares del barrio, en un registro de su arquitectura.
Otro de esos personajes es el padre Astudillo, un cura que durante años fue el rector del colegio Domingo Savio, ubicado justo enfrente de la casa. A él lo recuerdan como uno de los fundadores clásicos del barrio, y por su influencia en la zona cuando estaba al frente del colegio.
Azucena, que está retratada al interior de la casa, recuerda que el padre Astudillo hacía donaciones de medicinas para los habitantes del barrio, que regalaba juguetes en Navidad, y que vio El planeta de los simios cuando el sacerdote proyectaba filmes en el colegio, para que la gente del barrio pudiera ver cine.
Otras historias, como la que cuenta que los niños jugaban en invierno con unos bichos llamados “tarantantán” que encontraban en los postes enlodados, o la de famosos jugadores de carnaval del barrio, están inscritas en esas paredes que se han vuelto un mundo de recuerdos que aparecen al azar por todas partes, “tal como la memoria”, dice Castillo.
Apropiación
En una ciudad que paga $1.000 por denunciar a un grafitero, Espacio sí, lugar no es una intervención que plantea la preservación de la memoria social mediante el uso del espacio público, a través del dibujo.
Castillo agrega que la casa en cuestión -que fue cedida durante un mes para la activación- es “un sector hasta cierto punto estratégico, porque está frente al colegio y cerca de tiendas importantes del barrio que son reconocidas por su historia”. Son lugares de interacción social, de producciones de sentido; o como explicaba Castillo, canales expositivos involuntarios.
La acción ahonda -desde su denominación- en esa distinción que hace la sociología del concepto de lugar -entendido como ubicación estática-, frente al espacio como un sitio de diálogo social y político. Espacio sí, lugar no aborda la necesidad de apropiación ciudadana del espacio público.