La Alfarada: la marcha libertaria de Alfaro
La Revolución Alfarista del 5 de junio de 1895 fue el resultado del extenso trajinar entre la acción política y la lucha armada de don José Eloy Alfaro Delgado, el primer ecuatoriano que se alzó en armas contra la dominación garciana, como lo cuenta Roberto Andrade en “Vida y muerte de Eloy Alfaro”.
“En 1864, en Lima se hacen públicas unas cartas que García Moreno había escrito al representante diplomático francés, pidiendo convertir a Ecuador en colonia de Francia. Todo el país se conmueve y Alfaro reacciona entregando dinero al jefe de los liberales de Manabí para que organice un alzamiento armado. Y viaja a Lima para conspirar formalmente con el general José María Urbina. A su vuelta se sublevan en el sitio El Colorado, y aunque el movimiento fracasa y Alfaro debe huir a Panamá, ya está contaminado irreversiblemente por el virus de la pasión política”.
La formación liberal de Alfaro se nutrió también con las ideas de Juan Montalvo. La amistad se inició por cartas. No se conocieron sino hasta 1869 cuando Montalvo decidió exiliarse y Alfaro lo invitó a ir hasta Panamá. Luego lo ayudó para su viaje a Francia.
Alfaro vuelve a Ecuador en 1876, para participar en la lucha armada como ayudante de campo del general Urbina en un movimiento acaudillado por Ignacio de Veintimilla, en contra del presidente Antonio Borrero. Aunque los liberales triunfan, Alfaro pronto se distancia de Veintimilla y viaja nuevamente a Panamá.
El “Viejo Luchador” recorre Centroamérica, donde hace amistad con ilustres personajes, como el patriota cubano Antonio Maceo y el hondureño Francisco Morazán. En Nicaragua recibió el grado de General de División del Ejército. Alfaro propuso a Martí y Maceo un vasto plan para liberar a Cuba de los españoles. El “Águila Roja” -como se lo conocía a don Eloy en sus primeros años de lucha- era cada vez más un ciudadano de América. Combatió en Panamá, en 1885, cuando fue invadido por la Marina de Estados Unidos.
Pero no olvidaba su país, fueron varias las incursiones militares emprendidas en Ecuador que fracasaron. Cuando ya se le acababa su período, Veintimilla decidió proclamarse Jefe Supremo con poderes absolutos. Este acto provocó la indignación de liberales y conservadores, que por primera vez se unieron en contra del dictador. Alfaro regresó y tomó Esmeraldas y Manabí.
En Quito, las huestes conservadoras combatían a las fuerzas del gobierno al mando de la “Generalita” (la sobrina Marieta) en cuyas manos dejó Veintimilla el Ejército, mientras él se hacía fuerte en Guayaquil.
En esta ciudad fue cercado por dos tropas: las de Alfaro y los llamados restauradores, vencedores en Quito, al mando del general José María Sarasti. Veintimilla fue derrotado y salió del país.
Por primera vez, los liberales estaban a punto de lograr el poder. Sin embargo, una señal de buena voluntad de Alfaro -licenció a su ejército- fue aprovechada por los restauradores-conservadores para convocar una Asamblea Constituyente que se reunió en Quito en octubre de 1883 y eligió a un conservador que “no tenía la inteligencia de García Moreno, pero sí el ansia de imitarlo en la crueldad de la opresión” (Ecuador, historia de la República, Alfredo Pareja). Por este resultado, Alfaro se acusaría más tarde diciendo: “Después de la victoria, me conduje como un recluta”.
Alfaro volvió a su refugio en Panamá. Tenía 42 años y había pasado más de la mitad de su vida en la lucha libertaria. En Ecuador, Caamaño gobernaba sin brújula. El círculo de poder, conocido como la “Argolla”, disfrutaba de todos los privilegios imaginables.
En Panamá, el ánimo de Alfaro no decaía: escribía cartas y preparaba la revolución. En 1884 regresó al país y protagonizó una acción naval desesperada en las playas de Jaramijó. Fue vencido.
En 1895, cuando Luis Cordero presidía el gobierno, estalló el escándalo de la venta de la bandera. Esto provocó alzamientos que terminaron con el triunfo de la Revolución Alfarista el 5 de junio. Eloy Alfaro, nombrado Jefe Supremo, regresó a Ecuador y el 4 de septiembre del mismo año llegó a Quito para asumir el poder.
La Asamblea Constituyente de 1897 lo nombró Presidente Constitucional de la República del Ecuador.