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Kalule: El traspaso de las líneas imaginarias

Kalule: El traspaso de las líneas imaginarias
21 de diciembre de 2013 - 00:00

El término ‘fusión’ fluye en nuestro vocabulario. Comida, fiestas, moda, todas las tendencias ahora son parte de la unión entre culturas, una intersección de líneas imaginarias que transitan por el mundo. El mayor logro en tema de fusión, en realidad, se da en la música, ‘el arte primario’, como diría Nietszche.

Vale imaginarse, entonces, la mezcla de ritmos africanos con los sonidos del folclor de Latinoamérica, todo esto sazonado con matices de rock. El resultado: Kalule.

Sus integrantes: Alejandro Cárdenas (voz, guitarra eléctrica), Cristian Cárdenas (percusión), Francisco Bascur (voz, percusión), John Roa (batería, voz), Juan Pablo Tapia (bajo) y Víctor Moris (vientos, voz).

La banda nace en la ciudad de Concepción, Chile, en 2003, con una clara meta: expresar, mediante la fusión de ritmos, su conexión con su tierra y sus habitantes ancestrales, el pueblo mapuche.

Llevan ya 10 años haciendo música y eso no los detiene. En 2006 editaron su primer disco, El regreso de Mboma. Así se van sucediendo sus trabajos, hasta que en 2009 hacen la musicalización de Wall Mapu Kimun, documental sobre la vida mapuche, de donde extraen algunos temas de su segundo disco, ‘Wenteo, el oleaje de las alturas’.

En 2011 también participan en Konu Wenu, documental hablado íntegramente en lengua mapuche. De ahí viene la fusión, pues en 2011 aparece Kalule, su disco que tiene más influencia de rock, aunque sin perder su toque original. Ahora están promocionado su último CD, Akün.

¿De dónde viene el nombre de la banda? Ellos ríen, se miran unos a otros. El nombre de la banda nace de un chiste (no apto para ser contado en prensa), pero también tiene que ver con la fonética afro. Así los identificó alguien cuando los escuchó la primera vez.

“Nos identificamos, a manera de protesta, con el ‘kuriche’, la persona de rasgos morenos que ha sido despreciada, minorizada en una sociedad que quiere imitar en todo la cultura anglo”, explican sobre el por qué suenan africanos.

De hecho, Kuriche es el nombre del disco que están grabando, el que promocionan durante esta gira.

“¿Afros y mapuches, entonces, son sus sonidos, sus influencias?”, surge la pregunta. Responden: “Claro, nuestro indigenismo es algo que se ha querido esconder en Chile. Ser indígena allá es motivo de vergüenza. Por eso rescatamos esos ritmos, las tonadas, los sonidos y los fusionamos para que lleguen, para mostrar toda la fuerza de nuestro mestizaje”.

Y surge nuevamente la palabra fusión. Kalule explora, con su música, todas las líneas imaginarias.
“Las fronteras las han imaginado los políticos, esas líneas se vuelven más imaginarias gracias a la música”, dice Francisco.

“… Y entonces, las líneas se funden —completa Víctor, encargado de los vientos, con un movimiento de manos—. No importa de dónde seas, la música te llega, te apropias de ella y gracias a ella te apropias al mismo tiempo del espacio, de tu hábitat”.

“La música es algo tuyo, que viene de la tierra, tiene su denominación de origen -agrega Alejandro, vocalista y guitarrista de la banda-”.

Música chilena, pero con rasgos de latin rock (afirma Víctor).

¿Y el rock?, se les pregunta. “El rock es rebeldía. De África llegaron los esclavos y para sanar su tristeza entonaban sus ‘worksongs’… ¿Puedes imaginarte más opresión que la de un pueblo entero condenado a trabajar sin descanso? Nació entonces el blues, y de ahí el rock. Es protesta pura”, afirman.

“¿La música es revolucionaria para ustedes?”, es inevitable cuestionar. “Claro, pero en buena onda. Nosotros no andamos lanzando piedras ni promoviendo violencia alguna. La música no puede sino ser toda la expresión de la paz, el lenguaje que nos hermana, la buena onda que se transmite a todos”.

Y fue por esta buena onda que se unió Ricardo Pita, guayaquileño, a la banda durante un viaje a Chile. La conexión fue inmediata y planearon una gira. Así Kalule llegó a Ecuador. Pasó ya por la Costa y sonaron el jueves pasado en El pobre diablo.

Pita los acompañó allí con solos de guitarra ovacionados hasta la catarsis. Poco a poco, como un fundido, como sombras, aparecieron detrás de él los integrantes de Kalule.

Y entonaron los chilenos, en pleno, y la expectativa creció. “¿Qué van a tocar estos locos?”, se escuchaba entre el público.

Rotundos solos de guitarra. Subió al escenario una trutruca (instrumento de viento mapuche), los tambores resonaron y a algunos les dio por subirse a una mesa a bailar.. Nadie se resistió. Son músicos virtuosos que gritan y el público coreó sus gritos. Una flauta descendió esa noche de algún sitio del tumbado. Y hubo un sonido andino mezclado con guitarra eléctrica.

Los tambores, la percusión en todos sus niveles, hicieron que las mesas, que todo el entarimado dispuesto en el local, tiemble.

Los integrantes de la banda se juntaron sobre el tablado, gritaron, agradecieron. Se despidieron.

Para no perdérselo, vale escucharlos en su sitio de Myspace o en grupokalule.wix.com.

Su última presentación será hoy, en Santo Domingo de los Tsáchilas, en el Bar Bárbaros.

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