Juan Villoro le hace una crítica a Murakami
Juan Villoro llegó a Quito un día en que empezó a llover luego de unas semanas secas. Se encontró con un amigo suyo que ha hecho de la lluvia el telón de fondo de algunas historias, el escritor quiteño Javier Vásconez, y trajo ejemplares del monólogo teatral Conferencia sobre la lluvia (Angosta Editores, 2018).
En la charla que dio en el Centro Cultural Benjamín Carrión, titulada La conciencia narrativa: Viaje al centro de la mente literaria, contó que el 13 de noviembre de 2017 visitó la casa de Sergio Pitol (1933-2018), en Jalapa.
“Gran admirador de Thomas Mann, Pitol vivió convencido de que no hay mayor estímulo para la mente que la enfermedad. De niño, un largo padecimiento lo llevó a la lectura y a concebir mundos imaginarios, sin embargo, ninguno de sus personajes habló de sus dolencias con la reveladora claridad con la que él habló de sí mismo en un fragmento de su diario”, leyó Villoro refiriéndose al prólogo del tercer tomo de sus Obras Reunidas, en el que el autor de El Arte de la fuga narra su estancia en el hospital neurológico de La Pradera, en Cuba.
“No confío en mi memoria, por eso estoy encerrado en La Pradera”, escribió Pitol, quien estuvo en La Habana como paciente después de la revolución. Antes, conoció la isla siendo menor de edad.
Su “incertidumbre no se convirtió en obstáculo sino en acicate para continuar la exploración”, concluía Villoro. “En la literatura, lo más interesante es lo que no sabemos de antemano y solo surge en el acto de escribir”.
El origen literario del discípulo
El viernes pasado, el periodista Diego Cazar recordó el rastreo literario que Juan Villoro hizo en la infancia de Sergio Pitol y quiso saber la forma en que la literatura llegó a su vida. En una entrevista pública, el editor de La Barra Espaciadora recordó que en El Libro Salvaje hay un personaje autobiográfico, Juan. ¿Cómo llegaron las letras al camino del autor?
El escritor mexicano confesó que su infancia fue “solitaria, aburrida, bastante gris”. Su abuela paterna, María Luisa Toranzo, era una autora de libros de autoayuda para escuelas católicas (Pláticas con mi hija, Átomos tontos o Azares, espinas y... rosas) y rifó uno de sus diarios; el ganador fue Juan.
Allí “hablaba mucho de mi retraimiento, de mi manera de estar siempre ausente en las reuniones, aislado, arrinconado”, contó Villoro, hijo de padres divorciados y exestudiante del colegio Alemán.
Su padre, el profesor de filosofía Luis Villoro Toranzo (1922-2014), había traducido una edición de El Principito, libro que jamás le mostró; de hecho, Juan se enteró de la traducción por un comentario del poeta Adolfo Castañón, que buscaba la obra.
Fue la novela De Perfil, de José Agustín -con un protagonista habitante de una colonia mexicana e hijo de padres divorciados-, leída durante unas vacaciones previas al bachillerato la que le hizo decir a un joven y tímido Juan Villoro: “aquí está el orden del mundo. La vida, si está bien escrita, si tiene ingenio es maravillosa. Incluso la mía que hasta ese momento parecía no tener sentido. A partir de entonces empecé a escribir” con esos antecedentes.
Otras de sus influencias fueron esa suerte de “demiurgos” que narran los deportes a través de la radio, como Ángel Fernández en la Copa Mundial de 1962.
Lector crítico de Murakami
Luego de leer su conferencia un jueves, una de las asistentes a la Casa Carrión preguntó sobre el criterio que Juan Villoro tiene sobre el escritor japonés Haruki Murakami, invitado a la próxima Feria Internacional del Libro de Quito (noviembre).
“Creo que escribe demasiado y demasiado rápido”, respondió. “Murakami escribe para periódicos que serializan sus novelas, tiene que hacer entregas semanales muchas veces y durante bastante tiempo. Entonces hay libros de él que me gustan mucho, como La caza del carnero salvaje o los cuentos de El elefante desaparece; pero otros como Sputnik, mi amor me parecen muy superficiales. Es un gran maratonista, en todos los sentidos, pero creo que a veces corre demasiado”.
Autor que recomienda autoras
La autobiografía fragmentada Entre paréntesis, el libro ensayístico y testimonial de Roberto Bolaño (1953-2003), contiene algunas reflexiones del escritor chileno acerca de la forma en que conoció a Juan Villoro y sobre su amistad. Es como un preludio al artículo en que lo definió como un escritor que con el paso de los años “no se había convertido en cobarde ni caníbal”.
Villoro recuerda a Bolaño diciendo que de estar vivo “tendría 64 años, la edad en que Los Beatles cantaron y empezaban a ser viejitos”. Y cuando le preguntaron sobre recomendaciones literarias, soltó una lista de nombres femeninos: Guadalupe Nettel, Mariana Enríquez, Samanta Schweblin, Lina Meruane, Sara Mesa, Verónica Gerber o Valeria Luiselli. (I)
Escritor invitado
Juan Villoro Ruiz
Es novelista, cuentista, ensayista y cronista. Algunos de sus títulos más conocidos son: Safari accidental (2005), Dios es redondo (2006) y Los culpables (2007). La editorial Almadía acaba de publicar en México El vértigo horizontal.
61 años tiene Juan Villoro, quien ha ganado premios literarios como el Herralde (2004) o el Ibargüengoitia (2018).
El Autor en Cartón Piedra
En una entrevista que este diario publicará el viernes 28 de septiembre, Villoro amplía sus reminiscencias sobre Sergio Pitol, además de Carlos Monsiváis (1938-2010) y Carlos Fuentes (1928-1912).