Juan Tenesaca, una vida dedicada al tejido artesanal
“Sin mezquinar la fuerza, así se teje”, dice Juan Tenesaca, el último kichwa cañari que maneja el telar en la comunidad Manzanapata, en el cantón Cañar.
Sentado en una habitación de su humilde vivienda, a sus 79 años, don Juanito aún teje. Confecciona ponchos, cushmas, macanas, chalinas, alforjas, tapetes, bolsos, cachemires y hasta muñecos pequeños para llaveros. Sin embargo, lamenta que en la actualidad este oficio no sea muy valorado.
“La gente no compra mucho, los turistas que llegan a Ingapirca compran un poco y cuando salimos a las ferias ahí se vende un poco más”.
Pero “hay que seguir tejiendo, algo sí sale, y como estar en balde, mejor estoy haciendo este trabajito”, dice don Juanito mientras teje un juego de alforjas de color rojo, en un telar instalado en su vivienda de adobe.
En este tejido se lleva un día y medio, obtiene tres bolsos que los vende a $ 12 cada uno.
Don Juanito, para quien el tejido es su “sustento y su vida”, aprendió de su padre este oficio, a la edad de 7 años. Desde entonces él teje su propia historia.
Entre sus anécdotas recuerda que cuando era joven lo llamaron para que trabajara en el Banco Central de Quito y representara a los tejedores cañaris, quienes se caracterizan por su trenza. “Pero no tenía pelo, entonces mi hermana hizo una peluca y amarrando en el pelo me fue llevando mi papá”, rememora.
Manifiesta que aquella experiencia fue como el inicio para dar a conocer su trabajo en el telar.
El artesano, que vive en la comunidad Manzanapata, a sus 79 años aún teje y genera ingresos para su hogar. Foto: Miguel Arévalo / El Telégrafo
Diseños
Su sabiduría le permite tejer diversidad de diseños que lleva plasmados en su mente. Una de las técnicas es el tejido de las fajas o chumbis donde los colores se entrelazan que se observa el mismo diseño en ambas caras.
El tejedor ha impartido talleres para enseñar su oficio. Sin embargo, lamenta que las personas no quieren dedicarse, “lo hacen como pasatiempo, porque dicen que ganan muy poco”.
El hilado
Don Juanito comparte su trabajo con su esposa, quien se encarga del hilado de la lana. “Aquí en Cañar la costumbre es que las mujeres hilen y los hombres tejen, vuelta en Gualaceo las mujeres y los hombres tejen”, subraya.
El artesano asegura que la lana de borrego la trae de Riobamba por el valor de entre $ 300 y $ 400. “Ahora ya tengo poquita lana, tengo que ir a comprar, más de un año que ya no compro y necesito para los cachemires y los ponchos finos”.
Un poncho confeccionado por don Juanito cuesta entre $ 80 y $ 120. El poncho más grueso demora cuatro días en tejer y es más barato. Con un poncho fino se demora siete días en confeccionar.
Los productos elaborados por este maestro se los puede adquirir en la tienda, ubicada en el complejo arqueológico de Ingapirca, donde además se exhiben diversos telares que utiliza. (I)
Los productos elaborados por don Juanito en el telar son vendidos en su vivienda y en la tienda ubicada en el complejo arqueológico de Ingapirca. Foto: Miguel Arévalo / El Telégrafo