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José Salas hace historia del arte con monigotes

En su trabajo pictórico Salas utiliza formas geométricas para recrear escenarios solitarios, en la ausencia de la figura humana.
En su trabajo pictórico Salas utiliza formas geométricas para recrear escenarios solitarios, en la ausencia de la figura humana.
Fotos: Karly Torres / EL TELÉGRAFO
06 de enero de 2018 - 00:00 - Jessica Zambrano Alvarado

En 2015, José Salas Valdiviezo elaboró su primer monigote gigante. En lugar de usar los personajes populares de series televisivas o del político más odiado del año, moldeó una obra de arte. Hace tres años El grito, del noruego expresionista Edvard Munch, describía exactamente la manera en la que se sentía: “Necesitaba explotar de alguna forma”.

Cuando terminó su propia versión del cuadro de Munch decidió que el siguiente año haría un elefante de la Sonata africana, un cuadro surrealista de Vladimir Kush, donde el gran mamífero de la selva tiene un corno en lugar de su larga trompa sonora.

El grito, en su versión de monigote, fue parte la serie fotográfica que acompañó el último texto del historiador de arte Rodolfo Kronfle Chambers, en su antiguo blog Río Revuelto. Además de Kronfle, en ese momento, ningún medio se interesó en el caso.

Es graduado de Bellas Artes, terminó una tecnología en el ITAE y desarrolla trabajos en el campo visual.

En 2016, su segundo intento por trabajar con obras de arte reconocidas en todo el mundo para aproximar a la gente a la historia pasó casi desapercibido. El elefante del ruso Kush no sintonizó tanto con los turistas de años viejos, en el suburbio de Guayaquil. Allí se empezaron a elaborar monigotes a gran escala “cuando aún estábamos en sucres”, recuerda Willson Montesdeoca, vecino de Salas y quien hace gigantes hace 20 años, en la cuadra de la calle Medardo Ángel Silva, entre la 15 y la 16.

 A mediados de noviembre de 2017, Salas, de estatura mediana, trigueño y mirada fija, tomó algunos de los cartones que le sobraron del elefante gigante para moldear a dos amantes en la escena de El beso. Reproduce esa obra que el austriaco Gustav Klimt pintó cuando sentía que su carrera estaba en declive y que vendió antes de que pudiera terminarla, en 25.000 coronas.

A diferencia de lo que ocurrió con el elefante surrealista, este monigote fue tendencia en redes sociales, ha llegado a la prensa y tuvo visitantes austriacos.

“¿Usted lo hizo?”, le preguntan de cuando en cuando al hermano de José, que pasa la tarde sentado frente a la puerta de la casa, ubicada entre un cuadro a gran escala de Los Picapiedra y una carpa circense. “No, es de mi hermano”, contesta. En la calle de entrada a la casa, Salas hizo un recorrido con pequeños datos sobre El beso y su autor, delimitados por un par de baldes rellenos de cemento y esas cintas amarillas que dicen ‘peligro’.

“El año pasado, cuando el elefante pasó casi desapercibido, no me sentí desmotivado. Igual tenía que seguir. En mi mente siempre está difundir el arte, nunca bajo la guardia”, dice José parado frente a su monigote. Entre las sorpresas que le ha llevado reproducir a Klimt está la llegada de turistas de la Sierra y algunos extranjeros. Se siente “gratamente sorprendido” porque “el mensaje está llegando”.

Corriente simbolista
A Salas le gusta la obra de Klimt por el uso de las formas y considera que esta corriente simbolista impacta en su obra. Cuando le preguntan a qué se dedica no duda en decir que “al arte”. Todos los días tiene pedidos de logos, diseños gráficos o cuadros. Es bachiller del Colegio de Bellas Artes, cursó tres años de la carrera de Arquitectura y permaneció en la facultad hasta que todo se volvió muy técnico.

En 2015 terminó una tecnología en el Instituto Ecuatoriano de Artes del Ecuador (ITAE) y el año pasado intentó sacar la licenciatura en la Universidad de las Artes, pero no le dio el tiempo.

No participa en salones ni concursos de arte, pero hace  un año se dedica a ampliar su taller, al fondo de la casa en la que vive. Allí conserva las obras que expuso en sus dos muestras individuales en la Casa Cino Fabiani y las de las colectivas en la galería DPM y el Museo Antropológico y de Arte Contemporáneo. Su plan es hacer una galería de arte.

“No vayan a pensar que solo hago monigotes”. Sus cuadros, ahora guardados por las modificaciones que hacen en la casa, se enfocan en espacios vacíos, donde la soledad se ve solo a través de formas arquitectónicas y el juego con las sombras. No reproduce rostros, ni figuras humanas, pero tiene una serigrafía al estilo de los retratos de Hernán Zúñiga.

Para trabajar El beso de Klimt lo más complicado fue esculpir los rostros de los amantes porque lo suyo no es la escultura.

Los monigotes del suburbio de la ciudad muestran la capacidad recursiva de los artesanos de la zona. Desde hace tres años, el Municipio de Guayaquil organiza a los autores de los gigantes en un recorrido turístico que finalizará el próximo 13 de enero con la quema de algunos de ellos y la selección de un ganador.

En la cuadra de Salas, el vecino Montesdeoca es reconocido por todos como “el pionero”. Este año trabajó en los personajes de la serie Game of Thrones y a diferencia de la obra de Salas, su producción empezó en abril porque había que moldear a cada personaje, en los que utiliza desde cabuya, madera, suela de zapatillas, hasta cabello humano.

A diferencia del resto de los creadores, Salas desarma su obra para utilizar lo que se pueda en la siguiente reproducción. El próximo año hará un Vincent van Gogh. (I)

El autor

Gustav Klimt

→ Es uno de los representantes del modernismo desarrollado en Europa, principalmente a principios del siglo  XX. Durante bastante tiempo trabajó en temas históricos. Uno de sus temas recurrentes es la figura femenina.

20 cajas de cartón se moldearon para armar en gran escala ‘El beso’, considerada la obra más famosa de Gusttav Klimt.

Contexto de la obra

La obra fue comprada antes de que su autor la terminara y actualmente es considerada un orgullo nacional. Está en la Galería Belvedere, en Austria. Cuando la trabajó el autor se sentía en decadencia.

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