La gran travesía de José Ignacio en el arte
Cursaba el sexto grado y en sus cuadernos había hojas que no tenían letras sino dibujos. Tuvo suerte porque el colegio entendió que era un niño muy visual, de ahí que un profesor lo estimulara para que pintara en lugar de escribir.
Pero cuando creció, José Ignacio Mendizábal también encontró en su hogar la comprensión de su afición por el arte. Ello, quizás, le impulsó a hacerle a sus padres una propuesta inaudita: tomarse un año sabático para pintar.
Tenía la motivación de una exposición colectiva en la que participó, a finales de 2017, en la Galería Imaginar, junto a otros adolescentes de entre 15 y 16 años. Sin embargo, la que se apresta a inaugurar este jueves 14 de noviembre de 2019, a las 19:00, “es totalmente distinta a la anterior”, dice.
En agosto de 2018 llamó a su mamá para que tomaran juntos un café y pedirle un apoyo inusual. “Me gusta el colegio, pero antes de tomarme el año sabático sentía que podía hacer mucho más y entonces decidí salirme del plantel, obviamente con el permiso de mis padres, para pintar”, dice.
A ellos no les tomó mucho tiempo decidirse. “Pero le dijimos que debía tener horarios y objetivos”, relata su madre. Su idea era solo pintar; sin embargo, terminó por hacer un disco de música.
Un año después, José Ignacio está de vuelta a sus responsabilidades de estudiante, feliz de haber podido preparar la exposición La gran travesía del hombre original, que toma el título de uno de los cuadros que integran este proyecto de “arte absolutista”, donde pintura y música van de la mano.
Se trata de 13 obras, todas acrílicas, una en óleo y el resto en lienzo o en madera, que están atadas cada una a una canción.
El joven Mendizábal asegura que ha desarrollado un estilo único. “Yo creé el estilo encajismo cuando dibujaba mis cuadernos y los profesores se ponían muy bravos conmigo por eso, pero eran pedacitos que se iban juntando para hacer una imagen mayor y completa. Y mientras pintaba para esta exposición me acordaba de este estilo y han salido mis cuadros favoritos”, manifiesta.
Resultado de esa búsqueda primigenia son estos cuadros que serán expuestos desde esta semana al público y entre los cuales se encuentran My family y Frenzy, “que son puramente de encajismo”.
Él se considera un artista auténtico “totalmente”, porque necesita pintar y poner parte de sí y de sus sueños sobre un lienzo, un óleo o una madera, y también hacer su propia música. “Una cosa es pintar y otra ser un artista”, dice, además adelanta que ya está pensando en su próxima exposición y en su siguiente álbum musical.
Se siente marcado por artistas como Dalí (España) y Luigi Stornaiolo (Ecuador). “Tengo algunos cuadros en los que se ve que hay influencias claras de ellos”, apunta, y acto seguido reconoce el valor de la pintura del también ecuatoriano Oswaldo Guayasamín (1919-1999).
A su corta edad le preocupa “que este país nunca salga adelante” y por eso ha titulado a uno de sus cuadros Ratas de alcantarillas, “que retrata la corrupción experimentada en los últimos 10 años”, pero también tiene el pesar de “que haya mucha gente ignorante en el país”.
Mientras habla, su mamá, María Eulalia, lo observa admirada por el esfuerzo que ha hecho para “encontrarse, reivindicarse y decir un montón de cosas que, quizás, a muchos chicos de su edad todavía no les preocupan”.
Cuenta que José Ignacio se pasaba horas pintando, mientras todos se iban a dormir o viajaban a la playa, por ello valora esta obra como parte del esfuerzo que invierten los hombres durante gran parte de su existencia para descubrir cómo trascender.
En la adolescencia, asegura, ese impulso es sumamente poderoso y por ello saluda que su vástago rebase sus propias expectativas.
José Ignacio quiere continuar ese camino riesgoso, tras esta oportunidad, para expresarse y desarrollar el arte que lo habita. “Gracias al 2019 he podido de cierta manera encontrarme a mí mismo y saber qué quiero”, reflexiona.
Ahora se enfoca en continuar porque cree que si empieza bien y temprano, hay posibilidades para los artistas. (I)