Jorge Aycart y Gabriela Franco exploran la animalidad en el arte

En el final del trayecto de ‘La Calle Rimbaud’ -ese cuento de Enrique Vila Matas sobre su infancia- aparece una ardilla encerrada en una jaula de mimbre que el poeta Arthur Rimbaud vio cómo la embarcaban en una fragata danesa. Aquella imagen habría cautivado a Rimbaud a los 17 años y, con ella, Vila Matas apunta a representar lo desconocido, lo que no posee nombre. “Tiene que ser el fin del mundo si avanzamos”, escribe el autor.

Rimbaud habría escrito sobre aquella escena que lo cautivó sin una clara razón. Para el artista y cineasta Jorge Aycart “ese es el carácter más político que tiene el arte: trabajar con cosas anormales y absurdas”, elementos y representaciones que son capaces de generar un extrañamiento.

Aycart y Gabriela Franco recrean aquella animalidad enjaulada en mimbre sobre una fragata. Construyen una escultura de pelos que, a diferencia de la imagen con la que trabaja Vila Matas, no es el fin, sino el inicio del recorrido de ‘El toro de las múltiples cabezas’, una muestra de 8 piezas que se presenta durante este mes en la sala temporal del Museo de Arte Antropológico y Contemporáneo de Guayaquil (MAAC).

La exposición indaga en animales espectrales, que ya no existen, que se extinguieron. Sobre ellos, en muchos casos, los únicos referentes sobre su paso por la tierra son los relatos. “La idea era liberar un poco al animal de una percepción demasiado cosificada e instrumental y acercarlo a un discurso más poético, dinámico, expansivo, como si se tratase realmente de una liberación. De ahí nace la necesidad de trabajar con figuras espectrales”, sostiene Aycart.

Así, el tigre de Tasmania, aquel lobo marsupial que se habría extinguido en el siglo XX, y del cual solo hay fotos, aparece crucificado sobre una sábana en la obra ‘Explicación falsa del cuento’, la cual fue una de las piezas seleccionadas para la exhibición del Premio Batán 2015.

Los artistas trabajaron la muestra a partir de una investigación sobre animales extintos, como aquella ave gigante que era el moa, o la pequeña huia de pico largo. Pero también, la exhibición plantea un recorrido por representaciones de animales vivos, como un caracol que aparece en una habitación ficticia dentro de una instalación de video.

En el mismo formato figura ‘El territorio’, en el que en una división de 3 pantallas aparece una pequeña araña tejiendo, un zoom de su cuerpo y un camino que parecería llevar hacia un lugar incierto. La imagen de la araña se resalta de una forma inquietante, casi tenebrosa.

La muestra pretende dialogar con otras representaciones artísticas del animal en el arte. Uno de los referentes es la obra de Pierre Huyghe, A Journey that Wasn’t, en la que el autor documenta una expedición para localizar a un raro ejemplar de pingüino albino. O la ardilla disecada en la obra ‘Bidibidobidiboo’, de Maurizio Cattelan. En esta pieza la cabeza del animal reposa sobre una mesa con una pistola a sus pies. Para Cattelan, esto representa la crisis existencial del paso de la adolescencia a la madurez.

Para Aycart, estos trabajos dialogan “a partir del extrañamiento que genera el animal en la esfera del arte. Hay una lectura, tal vez un poco arriesgada, una liberación del arte a través del cual el animal pasa a ocupar un lugar más poético, expansivo en sí mismo”.

Para el artista, el extrañamiento es fundamental pues en cada obra hay elementos que se piensan ausentes en la realidad, lo cual permite construir una obra más críptica y misteriosa como la araña, la cabeza del tigre de Tasmania tendida en el piso o el caracol que no va hacia ningún lugar, aunque se mueva. (I)