Iron Man 3: Sobre Kingsley reposa el filme
Robert Downey Jr. ha conseguido algo que parecía imposible: convertirse en torpe, gamberro y encantador, pese a ser un superhéroe cuya principal tarea es golpear y aniquilar a los malos. En “Iron Man 3” despliega todos sus poderes en una historia llena de humor, efectos especiales y batallas.
Junto a él, una Gwyneth Paltrow que también se lanza sin prejuicios a dar mamporros y a convertirse, de forma temporal, eso sí, en la perfecta superheroína que defiende a su protector.
Mucha acción, mucho humor y mucha ironía es lo que ofrece esta tercera entrega del superhéroe de Marvel, que contrasta con la seriedad con la que se narran las aventuras de otros héroes enfrentados a la destrucción de la Tierra. Y no es porque Iron Man no tenga amenazas de ese tipo, sino porque el hombre detrás del traje de hierro es un multimillonario gamberro que no se toma nada en serio, ni a sí mismo.
Eso da como resultado una serie de películas en las que el humor está muy presente, especialmente en esta tercera entrega, en la que la torpeza habitual de Tony Stark se amplifica hasta un ridículo bochornoso.
Eso, unido a la fantástica interpretación de Downey Jr., al buen hacer de la Paltrow y a unos efectos especiales espectaculares hacen que la película sea de lo más entretenida, pese a que no aporta nada al género de los superhéroes en general ni a la saga de “Iron Man” en particular.
Shane Black, responsable de guiones de películas de acción como la saga “Lethal weapon” o “Last Action Hero”, se pone detrás de la cámara para poner en pie una película de gran presupuesto y con un estilo ya muy marcado en las dos entregas anteriores. Y repite un esquema que ha demostrado su éxito en taquilla (más de mil millones de dólares de recaudación). Sigue el lema de Hollywood de no arriesgar si no es necesario.
Por no arriesgar no lo hace ni en la elección del malo de turno, un Guy Pearce que siempre cumple correctamente con su cometido, pero al que se echa de menos en producciones con un poco más de profundidad intelectual. Lo mejor es sin duda el segundo malo del filme, “el Mandarín”, un siniestro personaje con la cara de Ben Kingsley y todo su humor británico dentro.
Kingsley, El Mandarín
El camaleónico actor inglés, Sir Ben Kingsley, es una de las sorpresas del filme. Su fuerza interpretativa lo ha ubicado en la meca de los actores mundiales.
En el pasado, en “Sexy Beast” (2001), interpretó a un psicópata llamado Don Logan. Allí, pese a que es una película no tan comercial, logró capitalizar guiños positivos de una crítica que no lo hacía desde Gandhi (1982). Para esta ocasión, aunque le critican que haya aceptado “Iron Man 3”, destacan su actuación. Incluso algunas publicaciones sugieren que sobre él se sostiene la cinta.
“Kevin Feige (uno de los productores) llegó al Reino Unido y tuvimos una reunión en la que me habló del guión. Entonces, después de haber visto Iron Man 1 y 2 y Avengers me encantó el estilo seguro que tienen (de El Mandarín). Es autocrítico, irónico, ingenioso”, dijo Kingsley en la revista GQ sobre el siniestro villano que personificará.
“Creo que está muy bien escrito. Me eduqué con una muy buena escritura -mis primeros diez años fueron con la Royal Shakespeare Company-. Si puedo ver en un guión un patrón de la conducta humana que puedo reconocer, que suena a verdad, que es auténtico, entonces voy guiado por la energía de la historia. Nosotros no necesariamente tenemos que interpretar demasiado; los aspectos del personaje están ahí en las páginas del guión”, contesta Kingsley sobre el cruce entre comedia y drama que existe en la trama.