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Ecuador, 25 de Diciembre de 2024
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El Telégrafo
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Intérpretes suizos tocaron a la hora del ecuatoriano

El pianista Martin Lucas Staub, la violinista Angela Golubeva y el violoncellista Sébastien Singer conforman el Swiss Piano Trio que, el pasado 6 de mayo, ofreció un concierto gratuito en el Teatro Experimental del Centro de Arte (km 4 1/2 vía a la Costa). Desde las 17:00 aproximadamente, cuando la sala aún no estaba abierta, el público   empezaba a congregarse ya que, a través de los medios impresos y Facebook, se había enterado de que el acto no tenía costo y les preocupaba no acceder a un asiento en la pequeña sala.

Al parecer los músicos ensayaron antes del concierto, por lo cual hasta las 19:20 una larga fila de asistentes sin invitación esperaba, incluso frente a las puertas de la sala del teatro. Muchos se quejaron de la mala organización, de por qué no podían ingresar, de que hubiese personas de la tercera edad esperando en columna y de que el evento se anunciara, en las redes sociales, como gratuito cuando ya un número de invitados había ingresado a la antesala del teatro. Para las 20:00, tiempo en que debía empezar el recital, los ánimos se calmaron al ver que   pocos de los que hicieron fila (tal vez veinte o treinta) no obtuvieron un asiento, ya que las responsables de la sala se preocupaban de que los asistentes coparan las sillas en orden y para comodidad de ellos. La hora ecuatoriana imperó y luego de las 3 llamadas, Swiss Piano Trio tocó desde las 20:10.

Tuvieron una pequeña presentación de parte de una representante de la Fundación Sociedad Femenina de Cultura, regente del Centro de Arte, pero los músicos supieron ganarse el buen ánimo del público con interpretaciones de alto nivel técnico, comprometidas y algo parecidas a un ritual de Piano Trio B flat major op. 11 “Grassenhauer”, de Beethoven, Mystical Dances, de Martin Wettstein y Piano Trio in a minor op. 50 “A la memoria de un gran artista”, de Tchaikovsky. La primera y la última pieza -la que sonó en la segunda mitad del recital- parecieron interpretaciones de trámite para los músicos, aún así cargadas de alta calidad interpretativa.

La composición de Wettstein fue especialmente hecha en 2004 para el grupo, por lo cual fue el plato principal en el menú sonoro. A pesar de tocar siempre sentado el trío logró incurrir en lo contemporáneo emulando al agua -el rocío sobre la flor-, la luz fluyendo, una paloma y el éxtasis con el piano como el núcleo de su timbre y la velocidad de las manos y emoción del violoncellista como motores de su tempo y tono.

El violín quedó debiendo ya que solo destacó en lo técnico y apenas empezó a cobrar fuerza en la obra de Tchaikovsky. Esa pieza tuvo múltiples silencios y se sintió extensa por los constantes vaivenes de tono y volumen en sus 3 instantes, que por momentos arrullaron al público.

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