Ileana Viteri: "Si uno no es obsesivo, finalmente no hace nada"
Ileana Viteri es una mujer persistente. Su historia como galerista de arte en Quito así lo demuestra. Después de que Ecuador sufriera una de sus peores crisis económicas, Viteri recuerda que, en el año 2000, se cerraron todas las galerías en la ciudad y Quito se conviritó en la única capital de América que no contaba con una.
Motivada, y a la vez entristecida por esa situación que decía “mucho respecto de lo que significaba el arte para una cultura determinada”, decidió fundar en 2007 su propio espacio -ubicado hasta hace algunos meses en la González Suárez- y, desde esa fecha, con disciplina y pasión, Ileana Viteri Galería de Arte se convirtió en el lugar por donde han transitado los artistas más relevantes del medio.
El pasado 10 de marzo Viteri inauguró un nuevo sitio (ubicado en la Camilo Destruge N24-633 y Francisco Salazar) con una exposición colectiva denominada Después del fin del arte, en honor al fallecido poeta y artista plástico lojano Kléver Ajila (Kelver Ax). En un texto que leyó en la noche de apertura de la galería, Ileana dijo que a veces las cosas suceden como resultado de momentos complejos. Y ese nuevo espacio que abría surgió así.
“Para mí fue muy duro dejar el antiguo lugar y eso pasó porque hubo una tremenda, exorbitante subida en el alquiler y era imposible sostenerlo. No hubo manera de conseguir apoyos. Busqué la posibilidad de contar con algún tipo de ayuda pensando que, de pronto, el espacio era significativo para la ciudad, pero no fue así, cosa que sí sucede en Guayaquil, donde hay mucho mecenazgo. Creo que Quito, en ese sentido, es individualista y mi trabajo ha sido más bien un trabajo en solitario, con una convicción profunda de lo que estaba haciendo y de lo que tenía que hacer”, señala Viteri, cuya actual galería, pese al tortuoso camino que le tocó vivir en la última temporada para tenerla, contiene una muestra que convoca a una serie de imprescindibles artistas como Paulina Baca, Paula Barragán, Salomé Dávila, Pablo Gamboa,
María Teresa García, Freddy Guaillas, Álvaro Pazmiño, Francisco Proaño, Nelson Santos, Emilio Seraquive, Jorge Velarde, Oswaldo Viteri y Kléver Ajila.
La galería de Viteri no trabaja en exclusividad con los artistas que presenta. Hay una constante movilidad, rotación de obras, pero, sobre todo, hay búsquedas. Viteri está permanentemente tras los rastros de la autenticidad, en el sentido de que la obra de arte esté vinculada con el contexto desde donde se genera. También le interesa que en esa obra no solo haya intuición sino pensamiento, ahí es cuando el trabajo artístico cuaja.
Y, quizás, una de las propuestas que más la ha deslumbrado, y que calza con lo que busca, es la del artista lojano Kléver Ajila. Sobre él, dice: “Su obra es difícil de describir porque, por un lado, está dentro de la figuración y hay un cierto naturalismo pero, al mismo tiempo, tiene estos dejos a ratos surrealistas. Sin embargo, es un trabajo de carácter esencialmente figurativo, de una minuciosidad, de una sensibilidad extraordinarias. Tiene un despliegue de una imaginación riquísima, de unos mundos fantásticos que también apelan al mundo en el que vivimos, donde aparece, a veces, un tanque de guerra”.
Ilena Viteri sabe que una exposición no es solamente montar una obra, sino es algo que construye sentido para la comunidad. Por eso, el nombre de la exposición que montó resume, de alguna manera, la filosofía con la que trabaja. Para la galerista, siempre habrá un después del fin, aunque se piense que solo quedará la nada. “Nos quedamos con todo aquello que se deriva del fin -dice Viteri-. Alguien hablaba que la pintura había muerto y que lo único que quedaba eran las instalaciones y el performance, y decía que quienes hacían pintura eran unos pobres artesanos que no entendían nada del arte contemporáneo. Pero no es así. La pintura está más viva que nunca en todas partes. Lo que pasa es que tiene que crecer a partir de los paradigmas desde donde entendemos ahora las cosas”.
Arquitecta de formación, aunque nunca ejerció, Ileana Viteri ha conjugado su vida entre su trabajo como galerista y su rol como maestra, actividad que ejerce desde los 21 años. “He dicho que mi pasión es el arte pero mi vocación es ser profesora, es la pedagogía, siempre ha sido así. He dado, generalmente, clases de arte, sobre todo de dibujo. Me he perfilado más por el dibujo que por la pintura. Alguna vez di clases de filosofía, arquitectura y ahora más bien me he especializado en apreciación del arte”, dice Ileana, quien considera que nuestra sociedad ha tenido una formación muy impregnada con las nociones que nos heredó la Ilustración, donde todo lo que pasaba por la razón era verdadero, justo, correcto y necesario, mientras que lo otro, no.
“No hay obra de arte que no venga de la conciencia. Hay belleza en la naturaleza, pero sin conciencia. En cambio, el arte, que es creación del hombre, es conciencia pura, por lo que no puede haber arte sin una dimensión intelectual. Sin embargo, desde la Ilustración, viene esa idea de que el arte es solo ilusión, emoción, subjetividad y, por lo tanto, no vale nada”, critica la galerista, quien no concibe que los artistas no se muevan por la pasión o la obstinación. “Si uno no es obsesivo, finalmente no hace nada, no pasará de la mera repetición a la creación, a la construcción, a la comprensión, a postular algo”. (I)