Identidad del cine, en cada gran película
Para Bertolucci, “El último emperador” (The Last Emperor) que se proyectó restaurado en “Cannes Classic” el sábado, “podría haber sido cualquier otro”. Se lo dijo a periodistas internacionales en su silla de ruedas y reconoció haber disfrutado darle otra mirada a su propia obra, ganadora de nueve Oscar.
No está en contra de las nuevas tecnologías, pero se alegra de no haberlas tenido a mano cuando la rodó, en 1987: “No tuve la tentación de caer en ese tipo de circo de efectos banales. No hay nada de eso, sino una discreta sensación de estar dentro, con los personajes”.
Bertolucci admitió que espera mucho de las posibilidades que ofrece la técnica, aunque él acabe en sus rodajes volviendo a los tradicionales 35 milímetros. Intentó rodar “Io e te” (2012) en 3D, pero “cada vez que cambias una lente o la posición de la cámara tienes que esperar 3 ó 4 horas, y era demasiado para mí”, y claudicó hacia ese otro formato.
Pero no es el “único desesperado” -admite bromeando- que ha caído en los cantos de sirena del 3D: Jean-Luc Godard y Peter Greenaway presentan también en Cannes 3 cortos en los que exploran las 3D y cómo afectan a la percepción del público.
Bertolucci, que alcanzó el prestigio con “Último tango a Parigi” (1972), señala que más allá de los recursos, le gusta “lo que sea nuevo, en caso de que lo sea, porque no siempre lo joven significa nuevo”.
No quiere dar nombres, pero cree que “hay unos pocos directores que mantienen el tipo de investigación que se ha dado siempre en el cine”, ese que aparte de contar una historia, tiene otra detrás, “la de su propio estilo”.
“En 1965 leí lo que dijo Godard, que el ‘travelling’ es una cuestión de moral, y me gustó eso, porque era verdad”, dijo sobre una reflexión del poder de decidir no solo lo que se ve, sino cómo mostrarlo.