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El escritor guayaquileño murió el pasado jueves, a los 96 años

Hipólito Alvarado se fue sin poder publicar más de 18 libros

Hipólito Alvarado se fue sin poder publicar más de 18 libros
11 de junio de 2016 - 00:00 - Redacción Cultura

En una entrevista concedida en 2012, el escritor guayaquileño Hipólito Alvarado temía que, cuando muriese, desde el cielo -si le tocaba en suerte ir allá- le daría pena ver cómo sus originales no conocieran la imprenta y quedaran arrumados o en un tacho de basura.

Difícil saber, a estas horas, el paradero final del autor, fallecido hace dos días en Guayaquil, aunque se tenga la certeza de que su trágico vaticinio editorial se cumplió y sus 18 libros y más, finalmente, nadie los conoció. Durante sus andanzas literarias, Alvarado publicó poco: poesía, cuentos y ciertas creaciones a las que él mismo denominó ‘novelerías’, quizás con un afán involuntario de emular a Miguel de Unamuno y su ‘nivola’ Niebla.

Concurso tras concurso

Comenzó, como casi todos los escritores jóvenes que buscan un espacio, participando en concursos de poesía y cuentos, algunos de los cuales ganó. Se dio a conocer en un medio literario en el que también se leían los versos de Fernando Artieda y los cuentos de Carlos Béjar Portilla, este último fiel compañero de ‘anonimato’, recordado por esa novela experimental Tribu-si.
En 1937 ganó un concurso de cuento navideño con Doble aguinaldo de amor para Ana, el cual apareció en la revista chilena Peneca, una de las más recordadas en su infancia por el hoy Nobel del Literatura Mario Vargas Llosa.

Al siguiente año participó en un certamen escolar convocado por el club de niños Brethem, de la colonia norteamericana en Quito, sobre los objetivos de la Cruz Roja Juvenil en la sociedad, que también lo ganó.

En 1991 obtuvo una mención del Concurso de Relatos del diario El Universo con su libro Una adorable vitrina. Cinco años después salió su segunda obra, Más allá del tiempo y las imágenes -sobre recuerdos familiares y otras vivencias con tíos, primos y abuelos-, en la misma colección Letras del Ecuador que había publicado en 1975 su libro de cuentos La segunda voz.

Alvarado siguió escribiendo con esas nuevas fórmulas y rompiendo los moldes tradicionales de la escritura, innovando las formas. Pero el silencio se impuso a cualquier intento de publicación hasta que él mismo se quedó callado para siempre y se fue de la vida. Ninguna editorial o imprenta -la forma más económica de publicar- aceptó difundir sus escritos, ni siquiera el Núcleo del Guayas de la Casa de la Cultura, que ya le había dado su respaldo.

Un autor para especialistas

La crítica literaria y maestra universitaria Cecilia Ansaldo Briones confiesa no haber vuelto a tocar los textos de Alvarado en 30 años y, por ello, se negó a dar un concepto acerca del autor fallecido.

Se trata -de acuerdo con Ansaldo- de un escritor de culto, al que “solo los grandes adeptos a la poesía lo conocen. No recuerdo que algún profesor lo haya incluido en su materia de enseñanza”. Para el cronista Jorge Martillo, uno de los últimos en entrevistarlo en su modesta casa de la calle Nicolás Segovia, el fallecimiento de Alvarado priva a Ecuador de un autor “muy original, dueño de un lenguaje poético vivencial, de excepción”.

El semiólogo y exprofesor de la universidad parisiense de La Sorbona, Carlos Rojas, lamentó el deceso de “uno de los escritores más serios de su generación”, que ayudó y organizó a escritores como él.

Rojas recuerda que Hipólito Alvarado “conocía muy bien la estructura del relato; dejó de escribir hasta que encontró esa forma nueva de hacerlo, que fue el cuento-poesía. Es menester que se lo publique porque con ello sentó una cátedra del cuento”. (I)

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