Entrevista / Jacques Ramírez / Doctor en Antropología Social. Especialista en Migración y Globalización
"Hay que dejar de ver a los migrantes como mano de obra"
Las dinámicas migratorias han cambiado en el mundo, especialmente en América Latina, pero no la forma en que los países y sus normas asumen a los migrantes: exclusivamente como mano de obra. El académico Jacques Ramírez publicó recientemente Hacia el Sur: la construcción de la ciudadanía suramericana y la movilidad intrarregional, libro que analiza los procesos de movilización humana entre el Sur y el Norte.
De su estudio, ¿cuál ha sido la principal variante en los flujos migratorios?
De la información disponible a nivel global, llama la atención el incremento de la migración sur-sur. Si bien todavía los países del norte siguen siendo los principales destinos de los migrantes, actualmente hay entre un 34-41% de los flujos migratorios mundiales, dependiendo de la fuente que se utilice, que van en dirección sur-sur.
¿Qué significa esto?
Significa que han disminuido los flujos hacia destinos tradicionales, como Estados Unidos y Europa, pero sube la migración intrarregional. En el caso de Sudamérica esto se ratifica: el 63% de la inmigración es intrarregional. En países como Paraguay representa el 90%, en Argentina el 80%, casi lo mismo en Venezuela.
¿Y en Ecuador?
Aquí la inmigración intrarregional llega al 69% y, de ese porcentaje, la mayoría proviene de países limítrofes, sobre todo de Colombia. Del estudio se concluye que no existe ningún país en la región que se quede por fuera de los flujos migratorios intrarregionales: todos reciben ciudadanos suramericanos en sus países y de ahí también salen ciudadanos hacia otros países de la Unión de Naciones Suramericanas (Unasur). Sobre todo existe una intensa migración binacional y fronteriza.
En su libro plantea la construcción de la ciudadanía suramericana, ¿en qué consiste?
He analizado los avances y retrocesos de la Comunidad Andina de Naciones, Mercosur y la Conferencia Suramericana sobre Migraciones. Después de revisar en detalle sus corpus, institucionalidad, declaraciones, resoluciones, actas, decisiones, etc., uno observa claramente que en todos estos espacios los migrantes han sido vistos principalmente como mano de obra, como trabajadores migrantes.
Es decir, la migración, o para ser más específicos, la migración vinculada a la posibilidad de residencia ha estado supeditada a la categoría laboral y a la solvencia económica. Pero tampoco se pueden desconocer los avances de espacios subregionales que, entre otras cosas, hablaron en su momento de ciudadanía andina o ciudadanía mercosureña. El Acuerdo de Residencia Mercosur ha permitido que varias personas se regularicen. En Ecuador, como 30 mil, gracias a este acuerdo. Sin embargo, en la práctica, los instrumentos creados facilitan la movilidad y residencia, principalmente aquellos que son trabajadores.
¿Cuál es la crítica de ver a los migrantes exclusivamente como trabajadores?
Me opongo radicalmente a que los migrantes sean vistos como mano de obra. En muchos casos, mano de obra barata y, a veces, neoesclava. Me opongo al enfoque de seguridad y gestión de las migraciones implementado en varios países de recepción, de los cuales he sido muy crítico por su visión utilitarista, porque sus políticas y programas, al no reconocer derechos a los migrantes, deshumanizan, despolitizan y, en varios casos, criminalizan el hecho migratorio, olvidando que la movilidad de personas suele responder a causas estructurales de desigualdades entre países del norte y del sur.
¿Esta situación en dónde se agudiza con mayor fuerza?
Lo que hemos visto estos últimos años en la Unión Europea, por ejemplo, es patético, brutal. Solo en lo que va del año en el mar Mediterráneo han muerto más de 700 personas. Europa no cumplió ni con su propio acuerdo de reubicar a 160.000 refugiados, prefirió firmar un acuerdo con Turquía para mandarles de vuelta. Europa se olvidó de los derechos humanos, del derecho internacional, de las personas migrantes que necesitan refugio y, sobre todo, se olvidó de su historia.
¿Cómo no caer en los errores de la Unión Europea?
Aunque parezca obvio, pero no lo es, en política migratoria -desde el enfoque de los derechos- hay que empezar reconociendo a los migrantes como seres humanos. Sin embargo, la categoría que transforma al ser humano en persona legal con derechos y obligaciones es el reconocimiento como ciudadano o ciudadana. Esto es lo que entendió Unasur. No es la categoría de migrante, ni foráneo residente, ni no migrante, ni sujeto migrante, por señalar algunos términos que se han inventado los Estados para nombrar ‘a los otros’, a los ‘aliens’ como nos dicen por Estados Unidos. Hay que dejar de ver a los migrantes como mano de obra y empezar a considerarles como ciudadanos, ciudadanos suramericanos.
¿Qué implica ser reconocidos como ciudadanos suramericanos?
Implica que el día de mañana cuando, cualquiera de nosotros, por algún motivo migremos hacia algún país de Sudamérica, se nos reconozcan todos nuestros derechos y obligaciones. Implica reconocer la membresía a diferentes niveles: local, nacional y regional, recuperando el principio del ius domicile, es decir, reconocer una forma de pertenencia a las personas migrantes en virtud de su lugar de residencia. Esto se alimenta del reconocimiento de una identidad común suramericana. Es lo interesante de la definición de ciudadanía suramericana aprobada en Unasur, que no es solo jurídica, sino también sociocultural.
¿Cuáles son los siguientes pasos?
Ya se han dado algunos. Todos los suramericanos, por ejemplo, podemos movernos por el continente solo con nuestra cédula de identidad, sin necesidad de pasaporte ni de visa. De esta manera hay una libre movilidad en la región, pero a lo que hay que llegar es a una libre residencia. Que se den todas las facilidades para residir en cualquier país de la Unión. Esto es algo que Uruguay impulsa con fuerza. En la mesa de diálogo ya está este tema, pero también hay otros como tener un pasaporte suramericano, o impulsar la movilidad académica, o la participación política en origen y destino, entre otros. Hay que entender que esto es un proceso, una construcción, de ahí el nombre del libro. (I)