Quito, Ecuador.-

Nombres como los de Santiago Cordero, Tania Hermida y María Fernanda Restrepo han comenzado a renovar el séptimo arte de este país con una estética que se inserta en el panorama latinoamericano con naturalidad y éxito, en medio de una lucha de resistencia frente al mercado estadounidense.

Jorge Luis Serrano, director ejecutivo del Consejo Nacional Cinematográfico de Ecuador (CnCine), relata a Prensa Latina el peregrinaje más reciente de esta industria, a la que, según él, removió sus cimientos hace unos 10 años el filme Ratas, ratones y rateros, de Cordero, director también de Pescador, que ahora comienza a caminar el mundo con pie derecho.

¿Puede hablarse de la existencia de realizadores en Ecuador con conceptos estéticos acordes con los requerimientos de la industria mundial actual?

Hay autores noveles que están haciendo sus primeras películas y que son muy buenos, otros ya se han consolidado y vemos muestras de un temperamento más definido ya en la realización. Aquí se puede hablar de Sebastián Cordero, quien es quizás el más renombrado por su obra.

Pero para hacer un diagnóstico nacional podría decir que los rubros técnicos están cubiertos, como la calidad y la estética en la realización. La parte dramatúrgica y el área de la actuación son dos zonas en las que quizás hay todavía una búsqueda. Aunque hay una enorme diversidad de puntos de vista, de estilos y de autores, que se constituyen en valores del cine nacional.

¿Ha pensado el CnCine la posibilidad de crear una escuela para suplir las carencias estéticas y de realización del cine ecuatoriano?

En Ecuador existen muchos institutos, dos de ellos son importantes, uno en la Universidad San Francisco, muy bueno pero privado, y el otro es el Instituto Incine, creado por Camilo Luzuriaga, y que plantea una propuesta pedagógica desde lo andino.

¿Cuál es la problemática que enfrenta el cine ecuatoriano a la hora de la circulación y la distribución?

El apoyo principal que recibe el cine nacional hoy son los fondos concursables que se entregan cada año. Se presentan unos 200 proyectos, de los cuales son seleccionados unos 30 o 35. O sea, la demanda es siempre mucho mayor y el dinero escaso.

¿Cómo se inserta la producción nacional dentro de las corrientes latinoamericanas?

Hacemos cine pensando latinoamericanamente, en el sentido de que uno de los desafíos es superar las asimetrías para ser cada vez más una región diversa, pero con enormes cosas que compartimos.