Guillermo Arriaga, escritor, director y guionista mexicano
“Nada de mi trabajo literario está influenciado por el cine”
Lo que ha escrito Guillermo Arriaga para el cine ha seguido la estructura de su trabajo literario. El autor mexicano, tras una trilogía fílmica que dirigió Alejandro González Iñárritu (Amores perros, 21 Gramos y Babel), confirma que su vocación está más cercana a las letras (Escuadrón Guillotina, Un dulce olor a muerte o El búfalo de la noche) que a la claqueta (se estrenó como director, en 2008, con The Burning Plain) y se reafirma en El Salvaje, la larga novela que editó Alfaguara en 2016.
Publicado varios años antes de que se estrenaran sus películas, los cuentos de Retorno 201 acentúan la pasión que Arriaga empezó a forjar entre los 23 y 27 años, con estructuras narrativas no lineales. A través de un correo electrónico, el autor responde las preguntas sobre su más reciente novela, que ha comentado muy cerca de Ecuador, en un diálogo en que la cacería aparecerá solo para repetir que es un hombre que no se alejará de la naturaleza.
Su literatura contiene elipsis e historias imbricadas, al igual que sus películas...
Cuando empecé a escribir para cine, mi intención fue llevar mecanismos de la novela a la pantalla y jamás a la inversa; en este sentido, traté de que Amores Perros (2000) semejara la estructura de una obra como El Sonido y la Furia de William Faulkner. Aclaro, de una vez, que es sumamente complicado adaptar El Salvaje al cine. Es una obra literaria per se, donde lo más interesante sucede al interior de los personajes, no afuera de ellos.
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La novela El Salvaje es una sucesión de giros y hechos impredecibles que sumen a sus personajes en una desesperanza prolongada y a la vez sostenida por destellos de luz al final de cada capítulo.
Juan Guillermo es el personaje central, cuyo hermano mayor, Carlos, es asesinado por unos fanáticos religiosos. Los padres y la abuela del protagonista también mueren y, envuelto en la rabia y la desesperación, él jura vengarse.
Los miembros de la secta religiosa están muy bien organizados, gozan del respaldo de gente poderosa, portan armas, han entrenado artes marciales y, para colmo, están confabulados con Zurita, un comandante de la policía judicial mexicana.
“Con esta permanente sensación de vendetta convive una entrañable historia de amor que impide que el protagonista se deslice hacia el vórtice de la autodestrucción”, reseña Alfaguara en la segunda edición de la novela.
En paralelo corre la historia de Amaruq, un hombre que en los helados bosques del Yukón, Canadá, se obsesiona en perseguir a un lobo y cuya travesía lo conduce hacia las profundidades de la locura y la muerte. Las obsesiones de Juan Guillermo harán que viaje para devolver a su hábitat a un animal salvaje de su barrio y dos épocas distintas se unirán a través de ese lobo americano.
Hay una suerte de prefacios antes de cada capítulo en que se relatan mitos (la stragoli rumana o La Parguera puertorriqueña) que sostienen algunas partes de la trama, pero otros apenas encajan. ¿Cómo decidió incorporarlos?
Cada uno de esos mitos o relatos históricos o incluso poemas (como las citas de Jorge Luis Borges), se convierten en preludio de las acciones o conflictos por venir. Algunos relatos ya los tenía en mente, otros los descubrí en mis viajes (me honra decir que he sido asesor en varias ocasiones de aborígenes australianos que me han abierto las puertas a sus comunidades, leyendas, historias y vivencias) y otros los encontré mientras tomaba libros al azar sobre antropología o historia. Como no escribo con ningún plan y todo lo voy improvisando sobre la marcha, leer estos mitos me ayudó a guiar la novela.
Impresiona la forma como el viaje de sus protagonistas a través de Estados Unidos genera una atmósfera solo comparable con las partes eróticas de su novela. ¿Estas escenas fueron reconstruidas desde los recuerdos?
Todo mi trabajo está basado en vivencias. En 1974, a los 16 años, viajé en autobús y ferrocarril desde la Ciudad de México hasta London, Ontario, en Canadá. Así que conocí EE.UU. de norte a sur. Años más tarde, con mi mujer y mis hijos hicimos un recorrido de 8 mil kilómetros de Chicago a Yellowstone y recorrimos varios estados del centro de ese país. También he filmado varias películas allí, lo que me obligó a recorrer grandes distancias en busca de locaciones para filmar, sí.
¿Hay un sentido autobiográfico en Juan Guillermo?
No es autobiográfico tal cual, pero está basado en vivencias propias o de gente muy cercana a mí. Mucho de lo que relato ahí lo experimenté. He dicho en otras entrevistas que mi novela está basada en hechos reales que nunca sucedieron.
Usted juega con la etimología a través de definiciones que aparecen en apartados. ¿Pueden analizarse estos recursos narrativos como originados en el montaje rey de la cinematografía (aquel en que el autor une dos imágenes aparentemente inconexas que solo tendrán sentido en la mente del espectador)?
Nada de mi trabajo literario está influenciado por el cine. Repito, ha sido exactamente lo contrario: lo que he escrito para el cine ha estado influenciado por la literatura. Borges fue uno de quienes usó palabras inconexas para al unirlas brindarles un sentido completamente nuevo: “rencorosa cicatriz” o “fango sagrado”. Creo que la unión de imágenes inconexas proviene más de la poesía que del cine.
El crítico literario Carlos Pardo escribió un duro artículo -en diario El País de España- en el cual dice que su relato de un cazador de lobos inuit contiene “evidentes ecos de La llamada de lo salvaje, de Jack London”. ¿Está de acuerdo con eso?
No de manera directa. Le hago un homenaje velado a London, pero más bien esta historia es un homenaje a la cacería y a la naturaleza, dos elementos fundamentales en mi vida. Recién había cazado por primera vez en un paraje nevado y de alguna manera eso influyó en la novela.
¿Hubo cambios trascendentales mientras la novela se editaba?
Le leí mi trabajo a un generoso grupo de amigos que durante varios domingos escuchó los comienzos de la novela. Pero una vez que me encaminé, a partir de la página 200, seguí solo [tiene 693 páginas]. Y por supuesto, Pilar Reyes, extraordinaria editora, sugirió cambios, pero ninguno trascendental. Se mantuvo la estructura tal y como fue pensada mientras la escribía. El proceso de edición fue más de limpieza para mejorar ritmo y estilo.
¿Mira series de televisión?
No he visto más que Breaking Bad y Narcos (y ambas al terminar la novela), así que no tengo prácticamente ninguna influencia de series americanas ni de ningún otro país. Los giros y hechos imprevisibles y su desesperanza prolongada vienen de una tradición narrativa arraigada en la historia de la Literatura. De La Iliada o de obras de Herodoto, Sófocles, Esquilo, Shakespeare, Cervantes, Stendhal o Dostoyevski abreva mi trabajo, no de las series de televisión.
Las violencias contenidas en las páginas de la historia se distancian, en cuanto a su temática, del narcotráfico, un ambiente que ha generado una narrativa concreta en México y hasta un género propio. ¿Escribiría sobre eso, haría una narconovela?
Los temas y las obsesiones de los creadores no siempre corren paralelos a los acontecimientos contemporáneos. En mi caso, no ha sido un tema que aún me prenda. (I)