El miedo también sirve para narrar el presente
El cineasta mexicano Guillermo del Toro vuelve a lanzar sus monstruos a la pantalla grande. Las alcantarillas que merodeaba en Guadalajara —su ciudad natal— a los 11 años, la mandrágora que pidió de niño para hacer magia negra o el pacto que hizo con los seres que lo visitaban por las noches son el alma de Historias de miedo para contar en la oscuridad.
El director mexicano, que se hizo con su primer Óscar por uno de sus monstruos —envuelto en una guerra fría y una historia de amor—, cumple un sueño de la infancia.
Estos relatos son tomados de leyendas, casi fantásticas, que se construyen desde los hermanos Grimm al libro homónimo del filme, del escritor estadounidense Alvin Schwartz.
André Øvredal dirige el filme. El noruego sostiene que el terror es una mezcla que se construye en varios niveles y esta película termina siendo una fusión entre el terror de películas contemporáneas y un homenaje a las películas de Amblin, la productora que fundó Steven Spielberg, que tanto le gustan.
“Me gusta construir el miedo, la tensión, hacer saber al público que va a pasar algo y de alguna manera convertirlo en mi rehén durante todos los minutos posibles”, dijo Øvredal en una entrevista .
Para la escritora ecuatoriana Solange Rodríguez, una de las primeras en ver este filme, el propósito se logra: durante la mitad de la película intentó cubrirse el rostro con una colcha.
“Quienes escribimos terror también tenemos miedo”, dice Rodríguez.
La escritora destaca que las historias parten de la idea de que aquello que se escribe corre el riesgo de hacerse realidad.
“El terror nos confronta con todas estas pulsiones. Las historias primigenias son historias de terror”.
Las historias de miedo se ubican, como muchas de las propuestas de terror estadounidense desde Shirley Jackson, en un pueblo en el que no ocurre nada, pero en el que de pronto suceden cosas terribles.
Se empata con aquella idea de los dioses de Lovecraft, que simbolizan arquetipos poderosos que pueblan el inconsciente colectivo de la humanidad y yacen reprimidos esperando la oportunidad para avasallar la conciencia y dominar los actos de los hombres.
Del Toro no puede evitar que su historia se empate con la realidad política. Cuando estrenó el filme en Estados Unidos inauguró su estrella en el Paseo de la Fama de Hollywood, solo una semana después de que un supremacista blanco asesinara a 22 personas, entre ellas ocho mexicanos, en el Paso, Texas.
Con su estrella y una bandera mexicana, Del Toro dijo que aquel gesto era ambiguo. Significaba todo y nada porque en estos días “el miedo se usa para generar división, para decirnos que somos diferentes, que no debemos confiar los unos en los otros. Estas mentiras hacen que sea más fácil controlarnos y que nos odiemos unos a otros”
Hay claves en este filme ambientado en 1968 que delatan el presente. Del Toro dijo que Historias de miedo es sobre las mentiras tanto de la vida diaria como de los más altos niveles.
“Una historia puede curarte, también destruirte. La responsabilidad de los narradores, de los contadores de historias es enorme. (...). Como miembros de una sociedad, vivimos bajo la lluvia de las historias de los gobiernos, y hoy te dicen que somos distintos, que no confíes en los otros, que solo confíes en el sistema. Eso es mentira”. (I)