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Guerra, el máximo impulso hacia la madurez

Guerra, el máximo impulso hacia la madurez
04 de junio de 2013 - 00:00

El XI  Festival Internacional de Cine de Cuenca (FICC), que tuvo entre sus patrocinadores a una joven institución estatal como es el Consejo de Participación Ciudadana y Control Social, vino y se fue rápidamente, del 25 al 31 de mayo, pero se vivió intensamente en actividades y gracias al contenido de los filmes proyectados en competencia.  

Uno de esos filmes representaba a Canadá, estaba en francés y lingala y fue filmado en la República Democrática del Congo.    

La percusión presente en toda su banda sonora recuerda a la música autóctona de Brasil, además de ser dirigida y escrita por el canadiense Kim Nguyen, que ha reconocido que su intento de darle voz a una soldado infantil es algo casi Kubrickiano.

War Witch (Rebelle, en francés) compitió con filmes de temáticas sociales difíciles de poner en contexto, pues son usualmente ignorados por la sociedad: Deshora, Estrella del Sur, No robarás, P3nd3jo5, Inercia, Les Coquillettes, The Town of Whales y Chicama.

El tema de la película de Nguyen pasa por la vida de los soldados niños en las guerras civiles africanas, empezando por la narración de quien se asume es una mujer mayor (Diane Uwamahoro) que nunca se ve, y que habla con un bebé en su vientre.

La sorpresa y el impacto que se generan al descubrir a la narradora son mayores cuando se ve que es una niña de apenas 12 años, llamada Komona (Rachel Mwanza), que fue secuestrada de su aldea por los Rebeldes del Gran Tigre, obligada a matar a sus padres y llevada a pelear contra las tropas del gobierno.

Nunca se dice en qué país están los personajes, solo se sabe que es alguna parte del África subsahariana y, por supuesto, que uno de sus lenguajes es el francés.

La magia, los rituales y las supersticiones son un elemento trascendental en War Witch (Rebelle).Casualmente, ese idioma ha sido el que muchos han asociado con la alta sociedad, la elegancia, la caballerosidad y la alta cultura... pero en este caso, es el que hablan, reinterpretan o acomodan a sus necesidades una serie de “soldados” poco entrenados, iletrados, sumidos en el hambre y la pobreza, además de la gente buena y humilde que simplemente cumple con su oficio socialmente aceptado.

Los niños soldados no son novedad para nadie, pero sí choca enfrentarlo cara a cara, aunque sea en la pantalla del cine: Es una realidad que por mucho tiempo se mantiene en un aparente secreto y se olvida perennemente, como si eso la hiciera menos cierta o “real”.

La película de Nguyen muestra, incluso con un par de cortinillas con letras blancas sobre negro, lo que vive Komona hasta cumplir los 14 años, cuando finalmente logra abandonar a los rebeldes del Gran Tigre, con tintes de tragedia griega, de epopeya o de poema épico.

El título comercial y mundialmente conocido del filme (War Witch) proviene de una secuencia en la que Komona logra ver fantasmas en la jungla y así advertir a sus compañeros rebeldes de un ataque del gobierno, pero ella será la única sobreviviente de su aldea.

Hay que anotar que las visiones que luego Komona explica con detalle, en forma y fondo, son producto de una leche mágica que les daban de beber a todos los rebeldes, y según se sobreentiende, también se generarían por la cercanía, amorosa y amistosa, de Komona y el más aguerrido y experimentado joven soldado de su batallón, aquel que conocen como Magicien (en español Mago).

Y es que la magia, los rituales y las supersticiones son otro elemento trascendental en War Witch. El líder rebelde, Gran Tigre (Mizinga Mwinga), tiene hechiceros a su servicio. Antes de Komona, hubo al menos otras tres brujas.

Hablando desde la sociología, la guerra es uno de los mayores generadores de cambio social.Gran Tigre cree que la magia de sus soldados escogidos le traerá muchas victorias sobre las tropas del gobierno, y confía en las habilidades de sus brujas como si se tratara de algo sagrado, mientras a la par financia su campaña con la extracción de un mineral al que en el filme de Nguyen  le llama coltan.

Los soldados -jóvenes y adolescentes también- rebeldes se entregan también a la magia y las ceremonias místicas, sin olvidar los cánticos propios, para darse fuerza y confianza entre batalla y batalla.

Komona nunca sonríe y la única vez que se ríe es cuando está de guardia en la jungla –luego de beber leche mágica- tratando de contarse una historia graciosa a sí misma; su seriedad generalmente se convierte en actitud guerrera, en silencio doloroso o en la emoción que necesite al momento para sobrevivir.

El país y la sociedad que se presentan en el filme de Nguyen están destrozados, en ruinas o en un deterioro tan avanzado que no se sabe cómo pueden vivir realmente aquellos que no están “directamente” involucrados en la guerra civil. Incluso los niños soldados en un momento de distensión ven una película de Van Damme -al parecer, Soldado Universal 3- entre risas y gritos de alegría.

El tío de Magicien, conocido coloquialmente como El Carnicero, por su oficio justamente, es el mejor ejemplo de esa dualidad guerra-incertidumbre. Siempre que corta la carne, tiene al lado un cubo vacío porque, al hacerlo, recuerda lo que le hicieron a su familia y se le generan las ganas de vomitar.

La Komona narradora dice que no dirá qué le hicieron a la familia de El Carnicero, o entonces dejarían de oírla. Así, en una historia claramente oscura surgen destellos de luz en una fotografía que parece de un documental de los 70 o una película africana de cualquier época y tema.

Los colores ocres se mezclan con tonos tierra, los verdes de la jungla y los colores cálidos del clima propio del África subsahariana, o de lo que el espectador pueda saber de estos colores tan lejanos y ajenos a su “cómoda” realidad, en una sala de cine, al otro lado del mundo.

El toque feliz de War Witch son los pequeños momentos en que, Komona logra, junto a Magicien, escaparse de los rebeldes de Gran Tigre, por iniciativa del brujo, que le dice que de todas formas moriría en batalla o por la mano de Gran Tigre cuando ya no hiciera bien su trabajo de bruja, para luego casarse con su compañero soldado y dedicarse a una vida de trabajo duro, pero honesto, en la villa donde queda la casa de El Carnicero.

En medio de esa historia de amor hay un interesante uso de figuras literarias. Para aceptar el matrimonio, Komona dice a Magicien lo que el difunto padre de ella le dijo que propusiera a cualquier pretendiente: la única manera de casarse con ella es traerle un gallo blanco, el ave más difícil de encontrar en su país.

De una manera muy inusual, y algo rápida en comparación al resto de la narrativa del filme de Nguyen, Magicien consigue el gallo blanco y se lo da a su esposa, para luego participar ambos de una inocente escena de sexo entre adolescentes.

De hecho, la imagen más fuerte en War Witch es la de los senos de Komona mientras desnuda su torso para cambiarse de ropa. Más incluso que las muertes de los padres de Komona y Magicien a manos de los rebeldes, que son vistas desde una distancia apropiada y con la menor truculencia audiovisual posible.

War Witch es una película para quien tenga estómago y que quiera además tener memoria y conciencia social.

Con ocasionales y poderosos silencios pronunciados, es una muestra de que la guerra, hablando desde la sociología pura, es uno de los mayores agentes generadores del cambio social, y no solo eso sino del cambio personal, empujando, claramente a la fuerza, a que un niño, pre adolescente o joven llegue más rápido a la adultez o madurez emocional para hacer todo lo que deba para sobrevivir  y tomar su “destino” en las propias manos.

Cormac McCarthy y los hermanos Coen ya establecieron que el mundo actual, o el de los 80 tal vez, No es país para viejos. Ahora, Nguyen confirma con War Witch que tampoco es un lugar para niños o jóvenes.

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