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El Telégrafo
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Guayaquil sentirá el vacío de un gran gestor cultural

Guayaquil sentirá el vacío de un gran gestor cultural
17 de octubre de 2013 - 00:00

El crítico de cine guayaquileño Gerard Raad recuerda que su primera vista de Juan Hadatty Saltos -fallecido el lunes pasado- fue luego de una de las sesiones de cine foro que él dirigía: “Estaba parado de espaldas a la puerta cuando el amigo con quien conversaba saludó a alguien, me volví para ver de quién se trataba y ahí estaban  Juan y Melania,  juntos, como había de verlos siempre después”.

Juan había llegado a Guayaquil desde su natal Bahía de Caráquez para estudiar y aquí no solo obtuvo su título de sociólogo sino que también conoció a Melania Mora, quien sería su compañera durante cuatro décadas.

Su profesión lo ayudaría a mirar desde otra óptica, la obra de arte. A decir del artista Hernán Zúñiga,   Hadatty puso su saber como cientista social en beneficio del arte. Convirtiéndose en el gran animador y suscitador de una corriente de pensamiento liberal en el arte, especialmente en las artes visuales. “Considero que Juan es el teórico indiscutible de la corriente artística de los años 60 y 70”, señala Zúñiga. 

Es además el crítico que rescató una tradición perdida de las artes visuales que teorizó y promovió, impulsando a figuras como César Andrade Faini, Alfredo Palacio, que pertenecían a una corriente artística  emparentada con el realismo social de los años 30 y 40. Juan como sociólogo reconocía esta tradición, la ponía frente a la contemporaneidad y la animaba. Así mismo, fue uno de los que primero advirtió el gran talento de figuras como el propio Tábara y toda esa generación que pasó desde la figuración indigenista hacia el neoexpresionismo.

Su gran conocimiento y amor por el arte estaba a la par con sus convicciones políticas. “He sido, soy y seré  de izquierda”, solía repetir. Se adhería entusiasmado con todos los movimientos y gobiernos populares de la región, pero su principal admiración estaba con la Revolución Cubana. Admiraba tanto este proceso que las vacaciones escolares de Milena y Yanna -sus dos hijas- eran aprovechadas por la familia para visitar la isla.

Su formación marxista tanto si hablaba de la obra de un pintor en particular, o si se refería a un período especial de la pintura ecuatoriana o mundial, permea toda su producción crítica. En “Nuevas reflexiones sobre nuestra crítica de arte” (2003) señala: “José Martí sostiene que se debe criticar lo bueno porque lo malo –en arte- cae por su propio peso. Aunque esto no significa que no se pueda observar o puntualizar aspectos débiles o negativos dentro de una obra preponderantemente buena”.  

Entre los años 80 y 90 las páginas de este diario publicaron sus artículos. También escribió para otras publicaciones nacionales y extranjeras. Integró la revista Cultural de Nuestra América “Archipiélago”, una publicación mexicana, coeditada por el Centro de Investigaciones sobre América Latina y el Caribe de la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM), con el reconocimiento de la Unesco en ese país. Desde el Café Galería 78, un establecimiento que se convirtió en los años 70 en el sitio de convergencia de una pléyade de artistas que en ese rato, eran la vanguardia, los esposos Hadatty-Mora realizaron una tarea  que marcó una época en la historia cultural y artística guayaquileña.  

Hernán Zúñiga, testigo y habitúe del local, cuenta que era un lugar que ahora se lo podría catalogar como de realismo mágico. Era el sitio obligado de reunión para una  generación de artistas que caminaba  iluminada por la Revolución Cubana y todos los cambios que se daban en el mundo. La mayoría de los que frecuentaban el lugar eran personas que habían viajado. De ahí que el Café 78 se convirtió en trinchera cultural multidisciplinaria donde era común encontrarse con poetas, teatreros, pintores, antropólogos, cientistas sociales, arqueólogos, y donde se organizaban eventos, debates y exposiciones de arte.

El nombre, al que le cambiaron un número y le adicionaron la palabra galería, lo eligieron en homenaje al   Café 77 de Quito, el sitio alternativo escogido por Los tzántzicos para comenzar sus actividades, en 1963, dado que la Casa de la Cultura estaba en manos de la derecha, afines a la dictadura que gobernaba el país.      

Al igual que aquel, el Café Galería 78, también era una especie de Casa de la Cultura paralela de iniciativa privada, un sitio de gran suscitación cultural, un enclave social que tenía mucha actividad en esos años (los 70) en que había una gran efervescencia cultural en Guayaquil. Además se podría decir que fue uno de los primeros sitios en emplear la caña guadua para decorar. Todo estaba construido en caña: el bar, las paredes, dice Hernán.

Acerca del oficio de crítico, Hadatty afirmaba que el artista plástico puede ser precoz en varias disciplinas, pero que en cambio el crítico  debe  formarse, lentamente, en varias ramas: apreciación artística, historia del arte, filosofía del arte, estética y sociología del arte. Y formación práctica sobre el terreno, esto es visitar museos, galerías, talleres. Solo así podrá estar seguro de poseer una importante cultura humanística que le permitirá hacer mejor su trabajo. Ampliar su mente pero con las raíces en lo propio.  

Tenía una gran preocupación ante la ausencia de críticos y otros expertos de las artes, en los países emergentes. Los que existen, decía, son personas que no pueden dedicarse exclusivamente a esa actividad.

Por lo común tienen que ejercer la crítica en varias materias Y en los mejores casos -por afines-, museología, comercialización de arte y gestión cultural.

En Galería del Puerto, el local donde oficiaba y atendía a personas que en muchos de los casos acudían solo para conversar con este hombre dueño de una vasta cultura, deja una colección calculada en tres mil obras.

DATOS

Juan Hadatty Saltos nació en Bahía de Caráquez, Manabí. Tenía 79 años de edad.

Fue miembro de la Casa de la Cultura Ecuatoriana, Núcleo del Guayas.

Era uno de los críticos con más vastos conocimientos sobre la plástica ecuatoriana y latinoamericana.

Marxista y militante de izquierda.

Estaba casado con la economista Melania Mora.

Su colección de obras de arte reúne los más reconocidos pintores de Ecuador.

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