El evento inauguró las celebraciones de las fiestas patronales de la ciudad, el pasado 1 de julio
'Guayaquil se viste de novia', entre la visibilización del diseño y el elitismo cultural
Melvin Hoyos, historiador, arquitecto y director de cultura del Municipio de Guayaquil, viste —casi a diario— una típica guayabera blanca abotonada hasta el cuello, pantalones de tela y zapatos de suela. Dice haber sido el primer profesor de Historia del traje en la ciudad, hace 27 años, en el Instituto Superior de Diseño. Ha investigado dibujos, grabados y piezas arqueológicas que constatan el cambio de la vestimenta a través del tiempo, entre ellos los documentos de la Expedición Malaspina (iniciada en 1788 como un viaje científico-político para estudiar los territorios españoles en América, Asia y Oceanía).
Hoyos desarrolla una serie de pasarelas históricas junto con la gestora cultural Geraldine Weber. En ‘Guayaquil se viste de novia’, la última de estas, asegura que “ha abierto puertas que nos van a permitir hacer diseños más bellos, más hermosos, rescatando los aciertos de estos trajes del pasado”.
Este evento inaugura las fiestas patronales de la ciudad. A partir del Municipio, la dirección que maneja Hoyos armó un escenario negro, en el Parque Seminario, relleno de flores rojas y blancas en su base. Sobre sillas plásticas pegadas a la pasarela, al menos 200 personas ríen, atienden, se disipan y hasta se hacen selfies.
Desde las bases de la escultura de Simón Bolívar, Hoyos y Weber ofician la presentación de trajes de novia con influencias de las épocas prehispánicas, de la cultura Jama Coaque, de la colonia, la independencia, la república y de los años 20. Además, tres academias de diseño de la ciudad presentan sus propuestas contemporáneas, que contrastan con los blancos históricos. El desfile inicia con los trajes diseñados por Hoyos. Con algodón, la tela con la que explica se confeccionaba en la época prehispánica, el historiador trabajó el modelo de un traje moderno “influenciado” con elementos de figuras antropológicas de los Jama-Coaque: lleva apliques circulares bordados, conchas y caracoles.
“En todas las piezas arqueológicas con figurines, hay pocas que como las de la cultura Chorrera, Jama o Bahía tengan tantos incisos que delaten la existencia de indumentaria”. Hoyos quiso dejar claro que esta no era una “invención traída de Disney” como dijeron en internet algunos críticos del evento, a pesar de que ninguno de estos asistió. Del período de la colonia, se modela el típico traje blanco que representa la castidad femenina en una tradición occidental y cristiana. El largo y abultado vestido con crinolina se viste con mantillas y peinetas. “Es un diseño completamente español, de los tiempos en que aún éramos España”, agrega Hoyos.
El traje de la época republicana es, explica Hoyos, “más ecléctico pero conserva elementos muy propios del siglo XIX donde son dos tendencias las que primaron: la que imprime la esposa de Napoleón III, Eugenia de Montijo, y la reina Victoria de Inglaterra”. Sobre la pasarela, dos modelos desfilan trajes de los 20, con más escotes y vuelos. “La guerra había cambiado con todo, ¿para bien?, ¿para mal? Simplemente diferente”, dice Hoyos.
Luego llegan las confusiones. Weber no reconoce un vestido que ella misma diseñó, y tras las referencias históricas sobre los usos de accesorios y detalles, se abre el paso a los diseños contemporáneos en tonos negros, cafés y escotados que provocan risas de un sector del público. “Miren este traje, parece una viuda, pero no, señores, es una novia y está lista para casarse”, afirma Weber al micrófono.
Ocho de los vestidos históricos son diseños de Hoyos. “Cada uno fue boceteado de las manos del arquitecto. Las piedras, los accesorios, han sido aprobados por él, es el gran gestor cultural”, repite Weber con su “dinamismo tan particular”, como remarca el director de cultura.
Weber reconoce públicamente los diseños de Hoyos y la participación de la Dirección de Cultura, a pesar de que en una entrevista con este diario, él aseguró no ser el diseñador de los vestidos, sino únicamente el investigador. Sobre el presupuesto que manejan estos encuentros, ya frecuentes, los desconocía: “Esto es un proyecto más de los que auspicia el Municipio, en general”.
Un contrato, por convocatoria pública, convocado por el Municipio de Guayaquil registra que la penúltima pasarela histórica, realizada a finales de 2015, tuvo un costo de producción de $ 25.000, asignados a la empresa Kouber S.A., de la cual Weber es representante. La gestora cultural, además, organiza el desfile náutico y participó de la organización de la Feria Gastronómica del Municipio.
“La moda tal como la entendemos hoy es una construcción social de la modernidad, atravesada por las condiciones materiales de la época moderna. Puede haber anacronismos, también ideas erradas y falsas interpretaciones, sobre todo cuando tratamos de reproducir modelos de los siglos anteriores, algunos muy lejanos a nuestra época, pero con parámetros e ideas actuales”, dice el historiador Ángel Emilio Hidalgo.
Agrega que estos modelos que toman como base los diseños de Eugenia de Montijo, en la época republicana, o de la diseñadora francesa de alta costura Coco Channel, en los años 20 del siglo pasado, “plantean una imagen de la moda muy parcial y sesgada. La mayoría de las representaciones alude a modas que eran únicamente seguidas por la burguesía. Habría que ver cómo eran realmente los trajes de novias de las mujeres de clase media y los sectores populares”.
La diseñadora Mónica Campaña cree que este tipo de eventos es importante. Sin embargo, considera que tienen poca repercusión. “Deben manejarse desde un trabajo de trayectoria de parte de quienes presentan las propuestas para que no se quede en un evento superficial, ¿cuál es el chiste de invertir dinero si solo interesará a la farándula?”.
Delia Torres, directora del Archivo Histórico de Guayaquil, no ha visto el trabajo de Hoyos, pero considera como un aporte este tipo de actividades, pues pone al tanto a las personas, “sobre todo a las nuevas generaciones”, de cómo era el pasado. La institución que dirige organiza también ‘La verbena juliana’ que, de acuerdo con Torres, tiene entre sus propósitos “acercar al público al Guayaquil que fuimos en el pasado, es una forma de establecer ciertos grados de identidad, nos permite reconocernos y establecer relaciones con la historia”.
La diseñadora Adriana Aráuz, del Instituto Eurodiseño, presentó sus propuestas de vestidos de novia en el desfile organizado por la Dirección de Cultura y está convencida de que revisar estos modelos puede nutrir su trabajo.
Pero para Hidalgo, hay una falencia con este tipo de proyectos, pues dice que manejan el discurso histórico desde las élites. Cita como evidencia el Museo en Miniatura que está en el IMAX, en el regenerado malecón, o el desfile de novias histórico. Hidalgo dice que “hay un sesgo de clase muy marcado y eso es lo que se le está mostrando a la ciudadanía, haciéndole creer que la historia de Guayaquil es básicamente construida desde las élites, donde varios procesos que fueron movilizados por sectores medios no aparecen. Hay una intención ideológica perversa, se está distorsionando una verdad histórica que debería planteársela en un sentido más completo. Incorporando a los sectores mayoritarios de la población en contraste con el discurso dominante, que es elitista, machista y racista”.
Este debate no es reciente ni exclusivo en este tipo de territorios. Michelle Obama, primera dama de Estados Unidos, llevó un vestido amarillo sin mangas en el último reporte anual de su esposo. Su traje, brillante en contraste con los tonos oscuros que vestían los demás, era un diseño del estadounidense de raíces cubanas Narciso Rodríguez. La vestimenta de Obama, considerada de bajo costo, generó un debate reivindicatorio sobre las minorías.
Mónica Campaña considera que la moda se ve influenciada “todo el tiempo por la tecnología y los cambios políticos”. Durante los 8 años que trabaja en el sector ha visto su crecimiento y considera que está desprovisto de atención, inversión y estímulos para que los eventos que se realizan localmente superen las consideraciones sobre la estética, y generen un diálogo con la sociedad.
Para Hoyos, estas actividades vienen de “un conglomerado humano que ha sido el motor para que la nación entera progrese. En los últimos 15 años creemos que hemos aportado para que la comunidad se apropie de su identidad histórica y cultural con este tipo de eventos, que pretenden, no solo distraer, sino culturizar y que conozcamos más de lo que somos, conocer las costumbres”.
El desfile, para algunos, finaliza un poco antes porque empieza a caer una ligera lluvia. “Son gotitas, nomás, para refrescarnos —dice Hoyos— no es para que se espanten”. Varios de los asistentes lo hacen y se pierden de escoger su ramo de flores como recuerdo de este evento cultural. (I)